«El fútbol es la única felicidad que puede tener Argentina y ya perdimos en la primera ronda»

Andrés Vázquez SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

Andres Vázquez

La selección albiceleste debutó con derrota en el Mundial de Catar a pesar del empeño que la comunidad argentina de Compostela puso en darles ánimos

22 nov 2022 . Actualizado a las 19:40 h.

Tensos, casi sin movimiento, con los ojos clavados en la pantalla donde se emite la señal que llega desde Catar con el Mundial de fútbol. Los argentinos de Santiago se dieron cita en el bar Nariño, en la rúa dos Pelamios, con sus paisanos que disputaban el primer partido de su país en la Copa del Mundo. Todo es muy atípico para tratarse de un partido mundialista: fuera es noviembre así que llueve y hace frío, pero dentro hay brazos desnudos y cuerpos vestidos nada más que con el calor que da la camiseta albiceleste.

Solamente intercambian opiniones unos chavales. Los delata su acento: son gallegos. Se mezclan entre los argentinos, pero destacan porque no viven el partido de una forma ni parecida. Junto a los pinchos de tortilla, que hacen al Nariño famoso en toda la ciudad, se colocan los saquitos de yerba mate y las bombillas, los recipientes para tomarlo. Alguna copa de vino hay, a pesar de ser las once de la mañana. De un modo u otro, nadie se pierde esta reunión de jóvenes argentinos en Santiago. 

El ambiente es de calma tensa. Cuando marca Messi, de penalti, las cosas se tranquilizan un poco, pero solamente de manera momentánea. La pena máxima se pide, y luego se canta el gol que genera. Lo anota Leo, su capitán, «el que se merece el Mundial, que este va a ser el último que juegue». No lo dudan en la mesa de Leila, una argentina que lleva cinco años en Santiago, «casada con un gallego». Junto a ella están otros cinco jóvenes, cuatro de ellos estudiantes de máster: Belén, de Periodismo; Natalia, de Economía; Agustín, de Psicología y Melina, de Dirección Laboral. Además, Laura, que lleva un año en Galicia y tiene familia aquí, en Viveiro. Por detrás, ya en otra mesa pero conectados, están Santiago y Juan, que estudian también un máster, en su caso de Ingeniería Ambiental. Son hinchas de diferentes equipos en su país de origen, pero los une la selección y, también y casi al mismo nivel, Leo Messi, un sentimiento este último que compartirán con muchos gallegos siempre que sean culés. Aunque no es ese el único vínculo compartido por alguna de las figuras albicelestes. Los deportivistas recordarán a Lionel Scaloni, que a día de hoy entrena a su país arrastrando una buena trayectoria… Hasta hoy.

Leila, Belén, Natalia, Agustín, Melina y Laura, durante el descanso del partido en el bar Nariño.
Leila, Belén, Natalia, Agustín, Melina y Laura, durante el descanso del partido en el bar Nariño. Andrés Vázquez

Pasan los minutos desde el gol de Messi. Argentina lo intenta y en la mesa de Leila y Laura piden más intensidad. Llegados al descanso, 1-0 para los argentinos. Es el momento de relajar los puñitos y recargar la bombilla con el agua bien caliente de las cantimploras, para seguir tomando mate. La de Agustín luce con orgullo un escudo de Racing Club de Avellaneda, uno de los clásicos y que comparte colores con el uniforme nacional. Pero no se atreven a opinar… «Para hablar es mejor esperar a que acabe el partido», dice el propio Agustín, que reconoce estar muy subido a la Scaloneta, esa «furgoneta» donde van los que más confían en la selección. «Este es nuestro Mundial, tiene que serlo, además de que es el último de Messi y no puede ser que se nos retire sin ganarlo», señala, casi exigiéndolo, Leila. «Además está el tema del videoarbitraje, que me hizo echarme atrás de los cuatro goles que canté y que acabaron por no subir al marcador», apunta Laura, que reconoce estar sufriendo.

Un jarro de agua fría a las primeras de cambio

Las expectativas de la comunidad argentina son muy altas, por eso al descanso tocaban madera cuando se les preguntaba si creían que su selección saldría campeona del mundo. Lo que pasaría a continuación justificaría sus gestos: dos inesperados goles de Arabia Saudí, el rival de Argentina. No duraron mucho las quejas, todo se quedó en silencio. Aparentemente hundidos, los compostelanos de Argentina no reaccionaron casi hasta el final del partido, cuando cada jugada era jaleada. Desde órdenes tácticas y racionales hasta simplemente gritos que salían del corazón, cada vez más manos se iban a la cara de los presentes, temiéndose ya cada uno de ellos la debacle se se venía. Y se vino, cuando el árbitro pitó el final y oficializó la victoria saudí.

Los había que no hablaban, que simplemente se dieron la vuelta y ya encaraban la puerta con el abrigo vestido y abrochado, como Agustín. Otras se quedaron inmóviles, como Leila y Laura, que estaban totalmente pasmadas. «Esto puede hacer estallar a parte de la población, el fútbol es la única felicidad que puede llegar a tener Argentina y ya perdimos en la primera ronda, es una desilusión total», comenta Juan, triste, que no se fía del siguiente rival que tienen por delante. Tanto él como Santiago lo tienen claro: «México es un equipo complicado, a ver qué hacemos contra ellos, porque el rival fácil se suponía que era Arabia Saudí». Sus altas expectativas, ahora por los suelos, deberán ser recuperadas el próximo sábado ante los mexicanos. De nuevo, volverán a vibrar como lo hicieron hoy, porque nadie vive el fútbol como un argentino a pesar de estar a miles de kilómetros de su tierra. Es más, fueron capaces de remolcarla esta mañana hasta el compostelano bar Nariño, sin mucho esfuerzo pero con enorme sufrimiento.