Ellos son la memoria viva de la fábrica de Donuts de Santiago y aún se reúnen cada semana en la que era su «sucursal»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

Varios extrabajadores de la factoría Donuts en la cafetería Xan Grande. De izquierda a derecha y de delante hacia atrás:  Antonio Sende, Alfonso Saavedra, Juan Sande y Manolo Vidal, dueño del bar
Varios extrabajadores de la factoría Donuts en la cafetería Xan Grande. De izquierda a derecha y de delante hacia atrás: Antonio Sende, Alfonso Saavedra, Juan Sande y Manolo Vidal, dueño del bar

Varios extrabajadores de la firma, cuyas naves se desmantelan en el polígono del Tambre, recuerdan por qué fue una referencia: «El día que cerró, decíamos: ''Allí se nos van 25, 30 o hasta 35 años''». «Algún día podíamos traballar ata 16 horas, pero estabamos a gusto; era unha empresa familiar», destacan

30 mar 2023 . Actualizado a las 01:06 h.

Quedan todas las semanas, y siempre lo hacen en la misma cafetería, la Xan Grande, ubicada en la rúa Cruceiro da Coruña, en Santiago, en las inmediaciones de un Polígono del Tambre donde medró una empresa, la de Donuts, que a ellos también les vio crecer. «Moitos de nós entramos alí a comezos dos 80 con vintepoucos anos e estivemos máis de trinta», señala con nostalgia Antonio Sende, uno de los extrabajadores de la emblemática factoría que aún se reúnen para tomar algo, jugar la partida o recordar viejos tiempos en ese bar propiedad de otro exempleado, Manolo Vidal. Este brionés trabajaba en la propia cafetería de la fábrica hasta que en 1990 se hizo con la Xan Grande y la convirtió en una «sucursal da Donuts». «Cando estaba en funcionamento, viñan xa moitos empregados a comer. Dende que pechou, reúnense aínda aquí cada semana, ou practicamente a diario, ao menos cinco deles, e pode chegar a haber unha decena. Hai días nos que tamén veñen tomar algo antigos responsables», aclara con cariño el que era conocido en la Donuts como «Manolo, o da cafetería». «Eu aínda non creo que se estea desmantelando», desliza sobre los actuales trabajos de vaciado de unas naves que paralizaron su actividad en el año 2012. «El día que cerró mirábamos a la fábrica y decíamos: ''allí se nos van 25, 30 o hasta 35 años''», apunta uno de esos exempleados que prefiere no decir su nombre, pero que no falta a esa cita semanal, durante la que es difícil que no afloren momentos vividos en esa empresa en la que centenares de gallegos se ganaron el pan.

Fue en el año 1969 cuando Roberto Pérez fundó Donuts Galicia en unas naves de 200 metros cuadrados en la compostelana rúa de San Pedro. Poco después la actividad ya se reubicaba en unas instalaciones de 14.300 metros cuadrados en el polígono industrial del Tambre, siendo una de las primeras empresas en asentarse en el que parecía un terreno alejado de la ciudad. Santiago, una ciudad de escaso tejido industrial, encontraba en la fábrica de Donuts a una de sus principales empresas. Uno de los sucesos que glosan su historia fue el incendio que arrasó la fábrica en 1973. Pero este infortunio no afectó a la distribución diaria ni a su creciente trayectoria.

A partir de 1980 los cinco exempleados que se reencuentran en la Xan Grande ya entraron en la misma. «Eu do comezo lembro moitísimo traballo. Moitas horas extra, pero estabamos a gusto; ao final era como unha empresa familiar. Todos nos coñeciamos», defiende Antonio Sende, sin olvidar su entrega y el enorme esfuerzo. «O primeiro día que empecei alí, vinme ata 16 horas facendo todo a man. Sacando moldes da cinta, empurrando os carros… e cheguei a casa e díxenlle a miña nai: ‘'non volvo máis'', pero ao día seguinte levantábaste, vías que cobrabas por hora e que, aínda que non tiveses moito tempo para gastar os cartos, disfrutabas da xente, dos compañeiros, e volvías. Non era un traballo cualificado. Para aguantar, a clave estaba na actitude e na resistencia; era un emprego moi físico. Eu estiven alí 33 anos», aclara, esbozando lo que podría ser un sueldo de la Donuts en la década de los 90. «Coas horas extra chegabas a 80.000 pesetas».

«En cantidade non lembro cantos Donuts se facían, pero ao mellor empezaban a saír ás 15.00 horas e acababan ás 04.00 horas da mañá. Por minuto podían saír sobre 60 donuts ou máis», recuerda por su parte Alfonso Saavedra, quien fue jefe de línea en la sección de hojaldres y permaneció hasta 36 años en la empresa. Él admite que dentro nunca se comió uno, —«iso estaba moi vixilado»—, pero que fuera de las instalaciones ellos no eran esos trabajadores que no degustan lo que producen. «Eu si que comía donuts; e donetes», apunta riendo, centrándose en el producto. «Creo que cambiou moito a fórmula e os donuts de agora non teñen nada que ver cos que faciamos cando traballabamos alí, que para min estaban moito máis ricos. Os de hoxe en día teñen máis vida. Antes dun día para outro xa se notaba moito a dureza. Os donuts facíanse cunha mestura de cousas que se traían de Barcelona, que nós non sabiamos», detalla Alfonso, recordando con emoción el éxito que suponía entre los escolares de toda Galicia las visitas, casi semanales, a la factoría. Una publicidad de la empresa, publicada en páginas de La Voz de Galicia en el año 1998, incluso precisaba que las instalaciones del Tambre recibían a casi 10.000 personas a lo largo de todo el año.

«Eu recordo unha anécdota dun colexio. Estabamos recollendo na nave de Donuts e un neno preguntou se podía coller un da cinta. Dixéronlle que si. Rapidamente desaparecen todos os que estaban ao longo de metro e medio», evoca Antonio Sende divertido. «Alguna vez también pasó algo similar con los trabajadores. Cuando vino el que era presidente de la Xunta, Gerardo Fernández Albor, a la fábrica, tanto él como la comitiva no comieron casi nada. Cuando se dieron la vuelta, desapareció todo», añade otro de los presentes sonriendo.

«Na cafetería o que nos pasaba era que se vendían cantidades e cantidades de donuts defectuosos, que non servían para saír á venda. Viña moitísima xente a buscar eses lotes, nos que tamén se incluían os que tiñan exceso de chocolate», asegura risueño Manolo Vidal, el ahora propietario del bar Xan Grande, donde hasta la pandemia se siguieron haciendo cenas de hasta 80 exempleados de la Donuts, un apego por la fábrica sobre el que todos los presentes en la cafetería insisten. «Na Xan Grande non ves mulleres das da empresa, porque non veñen polas mañás a tomar algo, pero na fábrica, sobre todo ao principio, eran o 50 %», constatan con orgullo, enseñando en su móvil antiguas fotos. 

«Cando comezou a soar o de que a factoría pechaba, vivíronse momentos difíciles. Ao comezo nós faciamos aquí todo. Logo, pouco a pouco se foi centralizando todo en Barcelona. Cada vez que se sacaba un produto, sobraba xente. A fábrica, que chegara a dar traballo directo a máis de 200 traballadores, foi baixando pouco a pouco ata dos cen», analiza Alfonso Saavedra sobre un largo proceso que se acentuaría en el año 2012 cuando Panrico —que había absorbido la fábrica en el 2000— tomó la decisión de cerrarla de manera definitiva, lo que abocaba al paro a un centenar de trabajadores. Finalmente, en octubre de ese año, la firma alcanzó un acuerdo con el grupo ourensano Halago Alimentaria S.A. para la venta de sus instalaciones de la capital gallega, lo que supuso garantizar el 50 % de esos puestos de trabajo, aunque ya con otra actividad diferente.

«Eu funme a Milladoiro, a onde se trasladou Donuts trala venda da nave a Halago. Pouco despois Bimbo mercou alí a Donuts. Hai dous anos e medio xa deixei de traballar», explica Alfonso Saaveda, volviendo, entre todos, de nuevo atrás. «Cando no 2012 pechou o que era a Donuts, deunos moita pena por toda a vida que fixemos e pasamos alí», defiende Antonio. «Eu falo da Donuts e emociónome», confiesa Manolo Vidal.

Preguntado el camarero por si se llevó algo de recuerdo de la antigua empresa para su actual restaurante, lo niega. «Para qué quiere recuerdos, si nos tiene a nosotros aquí todos los días», contestan a coro los congregados. 

«Casi todo Santiago visitó alguna vez la fábrica de Donuts»

Entre los que suele acudir a la cafetería Xan Grande —aunque no todas las semanas— está Juan Sande, un antiguo trabajador de la Donuts que se ligó a la firma también en los 80. «Eu comecei como repartidor noutra cidade pero, cando daban vacacións aos chóferes, chamábanme para vir a Santiago. Sobre 1987 entrei na fábrica e xa me quedei. Foron moitas cousas as que vivimos alí, tamén en familia», constata Sande, remitiéndonos a su hijo, Diego Sande, el actual gerente del restaurante Kedaki, en la rúa Salgueiriños de Abaixo, quien fue uno de esos niños que gozaron con el esplendor de la fábrica de Donuts, tanto como escolar como siendo hijo de un trabajador. 

«A pesar de su volumen, yo creo que la empresa del Tambre conservaba un carácter artesanal, mucho más familiar. Pertenecía a una multinacional, pero era casi como si fuese una firma independiente, que no escondía su gran crecimiento», reflexiona Diego. «Algo que no olvido eran las grandes comidas que se organizaban para los trabajadores y sus hijos. Yo de pequeño tengo ido a varias tanto en O Monte do Gozo como en la rúa Salgueiriños», rememora. «Ahora, con la bollería más en entredicho, puede llamar la atención, pero en 1997, cuando la fábrica cumplió 25 años, más de mil personas de todas las delegaciones de la Donuts en Galicia, junto a familiares y amigos, asistieron a una peregrinación que se hizo hasta el Obradoiro. Allí había hasta bollicaos gigantes», evoca sobre una jornada festiva que discurrió al estilo de una romería tradicional.

«Con el colegio también fui a la fábrica, pero es que yo creo que casi todo Santiago la visitó alguna vez. Era una de las excursiones más esperadas por todos los niños compostelanos», confirma el hostelero.