Óscar Cobos, el bailarín de Santiago que documenta el deterioro de su casco histórico: «Veo la sede de Cantigas e Agarimos y me duele el alma»

Olalla Sánchez Pintos
Olalla Sánchez SANTIAGO

VIVIR SANTIAGO

XOAN A. SOLER

Tras vivir y bailar por medio mundo, regresó a su Compostela natal, donde, alarmado por la situación de muchos inmuebles de la zona monumental, empezó a documentarlos: «No exagero si digo que en un cementerio de Buenos Aires hay más vida que la que encontré en ella durante la pandemia»

07 abr 2024 . Actualizado a las 20:30 h.

Pasea por la rúa Algalia de Arriba de Santiago recordando los golpes de ritmo y los alalás que llenaban hace años la antigua sede compostelana de Cántigas e Agarimos, donde él empezó a bailar y se curtió. «Cuando paso por esta calle me duele el alma», destaca Óscar Cobos, elevando la vista a la casona que en su día fue sede de la conocida agrupación folclórica. «Su deterioro es increíble», lamenta este compostelano de 53 años que, a su prolífica trayectoria como bailarín, profesor de danza, director, coreógrafo o productor, suma desde el año 2020, la de investigador anónimo del deterioro del casco histórico compostelano.

Tras vivir, y bailar, en ciudades como Nueva York o Buenos Aires, el compostelano se instaló de nuevo en el 2018 en su ciudad natal. «Un año después tuvo lugar el derrumbe del muro de Bonaval. Pensé en ese vecino que falleció al pasar por allí… también en mis padres, que viven cerca, en la rúa Caramoniña. Todo eso me activó a intentar documentar qué otros inmuebles están en riesgo», aclara este también licenciado en Historia do Arte, incidiendo en cómo esa tragedia fue el detonante de una concienzuda tarea en la que se embarcó durante la pandemia.

XOAN A. SOLER

«Pedí en el Ayuntamiento de Santiago el registro de inmuebles y solares ‘que compre rehabilitar’; y no hay casi ninguna calle de la zona histórica en la que no encontrase ejemplos. Hay en la rúa de Entremurallas, en A Troia, en Xelmírez… En total documenté 123 inmuebles», destaca, mostrando nueve dosieres llenos de fotos que él mismo realizó. «Solo con ir paseando por cada calle te das cuenta del deterioro», añado, ligando el abandono de muchos inmuebles a la sangría demográfica que desde hace años vive la almendra, una pérdida de población que también documentó.

En otro dosier muestra la comparativa de habitantes que había en cada calle de la zona monumental en los años 2000 y 2020. «En Acibechería pasaron de ser 78 a 52; en Carretas, de 157 a 80; en As Casas Reais, de 113 a 84; no campiño de San Francisco, de 38 a 19; na rúa do Vilar, de 275 a 220… Cada año se van 250 vecinos de la zona histórica. Si en el año 2000 vivían en ella 4.050 vecinos, dos décadas después, esa cifra se redujo a 3.077», cita sin descanso.

«Durante la pandemia, yo necesitaba cruzar el casco histórico para llegar a la rúa Caramoniña y atender a mis padres. Y no exagero si digo que en un cementerio de Buenos Aires -en el que uno de sus lados limita con una zona de copas- hay más vida que en la que encontré en el casco histórico en eses meses, sin gente que paseaba perros -como sucedía en la zona nueva-, con todo cerrado… El del estanco de la rúa Nova me agradecía que parase en él a diario», enfatiza.

«Cuando se pierde población quiere decir que el modelo urbanístico no funciona. Esa despoblación lleva aparejada el deterioro de los inmuebles o el encarecimiento de aquellos que sí pueden habitarse», razona, apremiando a los políticos a tener altura de miras.

«Creo que deben definir qué modelo de zona histórica quieren, ya sea solo para turistas o no. Lo que no se puede es anhelar que el casco monumental tenga vida y no poner más servicios o facilitar que así sea. Tampoco dejar que muchos edificios de la zona monumental se caigan. Estos dosieres se los presenté a los cuatro grupos municipales. Me reconocieron el trabajo, pero no supe más. Aún así, yo no puedo estarme quieto», señala, ahondando en cómo hay ciertos ejemplos de inmuebles en mal estado o abandonados de especial significación para él.

«La Sala Yago era el cine del pueblo. No olvido cuando allí fui a ver King Kong. Tenía una cafetería muy bonita. Ese es solo uno de los inmuebles que guardan la memoria colectiva de los santiagueses. ¿Y si pasa algo? Cuando se tiró el edificio Castromil, muchos vecinos se empezaron a dar cuenta de lo que habían perdido a medida que veían el humo del edificio derrumbado. Esa es una herida colectiva que no va a cicatrizar más», reflexiona, rescatando cómo él ya vivió un pequeño desplome en la antigua sede de Cantigas e Agarimos.

«A mí me duele ver la zona histórica como un conjunto pétreo muy bonito, pero sin alma. ¿Cuándo ponemos el freno?», se pregunta.