¿Con qué temporada de «The White Lotus» te quedas?

PLATA O PLOMO

Una escena de la última temporada de «The White Lotus»
Una escena de la última temporada de «The White Lotus» MAX

Tienes para elegir. Hawái, Sicilia y Tailandia merecen un viaje solo al alcance de los intrépidos ricos riquísimos que terminan atrapados por los empleados de los hoteles. No desvelamos nada. Lo mejor es ¡tirarse a la piscina!

30 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Hacemos check-in un año más en The White Lotus para dejarnos hipnotizar por esa fauna de la jet set que se mueve por los lugares más exclusivos del mundo. Hawái, Sicilia y Tailandia. Tres escenarios diferentes, pero con algo en común. Hay caos, malas decisiones, traiciones, relaciones tóxicas y cadáveres que acaban indefectiblemente flotando sobre el agua. 

Pero, ¿cuál de las tres temporadas de la afilada sátira de Mike White se lleva la distinción de la mejor estancia? ¿La explotada y apacible Hawái? ¿La sensual y embustera Sicilia? ¿La mística y peligrosa Tailandia? Nos sentamos en nuestras tumbonas, margarita en mano, para debatir sobre la mejor temporada de la serie de esos ricos incapaces de disfrutar de unas vacaciones de ensueño.

TEMPORADA 1

La crítica más mordaz al capitalismo salvaje

TEXTO: LAURA PLACER

La primera temporada de The White Lotus fue un fenómeno en su estreno por todo el mundo. Puede que las siguientes entregas hayan acaparado el foco, pero hay algo en ese grupo de ricachones desembarcando en Hawái con la intención de pasar la mejor semana de sus vidas que sigue siendo hipnótico.

En sus ocho capítulos, la serie dispara con puntería contra el capitalismo salvaje, recordándonos que el ocio es a la vez, lo más frívolo y lo más importante en la vida de cada uno. Todas las subtramas tienen interés y trasfondo y todos los personajes suman en esta ecuación. En esta paradisíaca primera entrega, Mike White nos presenta un resort donde el único problema de los adinerados huéspedes son ellos mismos. Tanya McQuoid (Jennifer Coolidge) es incapaz de estar sola, Shane Patton (Jake Lacey) no sabe controlar sus frustraciones, su mujer Rachel (Alexandra Daddario) no es capaz de procesar que se ha embarcado en un matrimonio que la lleva a ninguna parte y, por último, cada miembro de la familia Mossbacher tiene tantas particularidades que se podría hacer una secuela solo centrándose en sus vidas (y en la de su invitada).

Esta primera entrega navega entre la sutileza y la explicitud para criticar el colonialismo, el turismo invasivo, la explotación de recursos naturales en beneficio de unos pocos muy ricos y de dinámicas tóxicas en el trabajo. Nos habla de la envidia, del clasismo, del feminismo liberal y de que, en resumidas cuentas, el dinero, aunque sea mucho, no lo es todo.

Es, sin duda, la temporada más reivindicativa y crítica. Nos presenta estos dilemas de forma intergeneracional e interracial y consigue que todas ellas no resulten cargantes para el espectador sino todo lo contrario. El placer culpable que genera ver a un grupo de gente forrada que quiere y puede pero, aun así, no lo consigue, es una de las claves del éxito de esta entrega. Ni el dinero puede comprar la salud, ni el amor, ni el bienestar mental.

Y a todo esto aún hay que sumarle el toque de comedia negra que hila todas las tramas a través de un asesinato. Lo que está claro es que si de algo son culpables los huéspedes del The White Lotus de Hawái es de haber consolidado una primera temporada redonda y sólida sobre la que las siguientes entregas pudieron crecer.

TEMPORADA 2

A los ricos también los estafan

TEXTO: BELÉN ARAÚJO

Jennifer Coolidge (en el centro), en la segunda temporada de «The White Lotus»
Jennifer Coolidge (en el centro), en la segunda temporada de «The White Lotus» HBO Max

Solo por ver a Aubrey Plaza (Harper, en la serie) homenajeando al clásico del cine italiano L’Avventura (1960) en una piazza de la villa de Notto, la segunda parte de The White Lotus ya merece ser vista.

Pero referencias cinéfilas a un lado, esta temporada del drama de ricos más famoso (con permiso de Succession) es reveladora, jugosa y un placer culpable para todos los que nos alegramos cuando los negocios de Elon Musk van mal, es decir, cuando los ricos lloran. Y es que en el hotel de Sicilia descubrimos que lo más dolce que hay en Italia no es far niente, sino far. Far mucho. Hacer el mal, en concreto. Estafar, manipular, engañar. ¡Qué delicia!

En esta temporada todos juegan con todos. La reina del timo es Lucia (Simona Tabasco), una prostituta que se mete bajo las sábanas de la familia Di Grasso y que consigue camelarse al joven e inocente Albie (Adam DiMarco) para que le dé mucho, pero que mucho dinero. Del ganchete de Lucia siempre va Mía (Beatrice Grannò), que consigue su puesto fijo de cantante en el bar del hotel a base de manipular y engatusar a la pobre gerente Valentina (Sabrina Impacciatore), siempre tan apurada, tan exhausta, tan ignorada.

Lo de Greg (Jon Gries, que ha regresado a la tercera entrega rebautizado como Gary) es también un desfalco de manual. Su gran traición es la que más nos dolió a los fans que deseábamos que el final de temporada fuera la maravillosa y soñadora Tanya (Jennifer Coolidge) conduciendo una vespa junto a su aventurera y sarcástica asistente Portia (Haley Lu Richardson). No pudo ser.

Pero aun hay otra gran mentira, más sutil. La que se cuentan entre sí las dos parejas de amigos que viajan al sur de Italia para pasar un buen rato. Ambas creen tener la receta del amor verdadero, ese que dura años y que resiste en matrimonio. Para Daphne y Cameron Sullivan (Meghann Fahy y Theo James) es la mentira y los secretos. Para Ethan (Will Sharpe) y Harper es la honestidad y la transparencia. Y ¡ay! Resulta que todos hemos sido engañados, que no hay una única manera de entender el mundo y que las relaciones son más complejas de lo que creemos y hacemos creer.

A todos nos han estafado alguna vez (dinero, ideas... ¡qué mas da!). A los ricos también. Y esta temporada nos ayuda a reírnos de ello.

TEMPORADA 3

Más sensación de peligro que nunca en la mística Tailandia

TEXTO: PAULINO VILASOA

Fotograma de la tercera temporada
Fotograma de la tercera temporada MAX

«Lo malo llega de tres en tres», advierte Chelsea (Aimee Lou Wood), tras enfrentarse dos veces a la muerte. No solo lo malo; también lo sublime. Porque Mike White lo ha hecho por tercera vez. Ha reunido de nuevo en un resort de lujo a una recua de personajes tan excéntricos como reales.

También llegan de tres en tres. Tres son las amigas que aprovechan la mínima para despotricar de la ausente. Tres son los hermanos de relación curiosa, por definirla sin reventar la trama.

La habilidad del creador de The White Lotus para dibujar relaciones de sutil toxicidad y perversos juegos de poder con precisión de cirujano del cerebro de la jet set sigue intacta.

Ayuda un reparto, como siempre, de otra liga. Patrick Schwarzenegger —sí, el hijo de Arnold—, es el gran descubrimiento como el asqueado y petulante Saxon; Aimee Lou Wood (Chelsea) espeta dardos devastadores desde la más enternecedora dulzura; Parker Posey (Victoria Ratliff) nos hace creer que ha caído al nacer en una marmita de lorazepam, y Sam Nivola (Lochlan) esconde tras su carita inocente a un demonio de la perversión.

Y qué bien le queda ese regreso al exotismo de la primera temporada a través, esta vez, de los paisajes y la fauna de Tailandia, con su exuberancia y sus sonidos nocturnos, advertencia constante de la tragedia que está por llegar.

Porque, como nos recuerda el misticismo budista, ni los ricos están al margen de una buena ración de karma.

Hay serpientes, monos observadores, pistolas, atracos,... White ha subido la apuesta, y la sensación de peligro es mayor que nunca en Koh Samui —la misma isla donde estuvo preso Daniel Sancho—. Porque la impunidad campa a sus anchas. Sobre todo por la ineptitud del tierno vigilante de seguridad y por la actitud impávida del gerente Fabian (Christian Friedel), consciente de que la gente va allí a huir o a esconderse. Y él, como «los monos sabios» —tres una vez más—, lo tiene claro: «no ve, no oye, no habla». Lo que pasa en Tailandia se queda en Tailandia.

Una política del silencio que pone en riesgo especialmente a Belinda (Natasha Rothwell), masajista de la primera temporada que ha destapado a Gary, la nueva identidad de Greg (Jon Gries) —el único que aparece en las tres temporadas—. Pero a dos capítulos del final, es más difícil que nunca saber qué se va a torcer o quién será el cadáver. Porque quizás son tres.