De «Deseando amar» a «Blossoms Shanghai»: Wong Kar-wai abraza con virtuosismo el melodrama económico en su primera serie

PLATA O PLOMO

El director hongkonés despliega su particular universo estético para regalar una sinfonía sobre su ciudad natal, Shanghái, en los primeros años de la apertura económica del régimen
20 jun 2025 . Actualizado a las 20:46 h.Wong Kar-wai, el director que nos regaló joyas del cine como Chungking Express o Deseando amar, regresa a nuestras pantallas diez años después, esta vez a través de su primera serie de televisión, Blossoms Shanghai, donde despliega su virtuosismo estético y particular narrativa a lo largo de 30 episodios, cuya primera tanda ya está disponible en España en la plataforma Filmin desde esta semana.
La ausencia en las pantallas del director hongkonés no ha sido un hiato como tal. Esos diez años que han pasado desde su última película, The Grandmaster (2013) —ese filme que contraponía las diferentes escuelas de artes marciales chinas—, a este Blossoms Shanghai —que se estrenó en China ya en el 2023— los ha dedicado Wong a preparar esta mastodóntica obra. Siendo precisos, el director sí vivió un hiato forzado. La pandemia de coronavirus lo obligó a paralizar durante un tiempo las grabaciones.
Wong Kar-wai, que se hizo en el mismo 2013 con los derechos de la novela Blossoms, de Jin Yucheng, apenas seis meses después de la publicación del libro, ha vendido la serie como el final de la trilogía empezada por Deseando amar y continuada por 2046. La apreciación del director es curiosa, ya que deja de este modo fuera a la que siempre se ha considerado el prólogo, Días salvajes, donde aparece por vez primera Su Lizhen (Maggie Cheung) y donde avanza ya al personaje interpretado por Tony Leung.
A la hora de introducirse en Blossoms Shanghai, hay elementos comunes con esas y otras películas de la filmografía de Wong. Ahí sigue, intacto, su universo estético y su dominio técnico. Su preciosista lente, a pesar de la ausencia de su otrora inseparable Christopher Doyle, sigue mostrando a las figuras tamizadas por vidrios, espejos o objetos en borroso primer plano. La cámara se desplaza como flotando, como es habitual en él, y ralentizándose para dilatar el tiempo, ese concepto central en toda la carrera del hongkonés. Y consigue sacar, con su fotografía, lo mejor de sus actores.
Pero la serie vendría a ser lo que Twin Peaks fue para David Lynch. Porque, a pesar de que su estilo y ciertas peculiaridades narrativas permanecen, Wong Kar-wai se amolda del todo, en este caso, al estilo del culebrón televisivo. Al igual que hacía Lynch en el serial de culto, el director hongkonés no huye de las convenciones televisivas. Y en esto sí choca con toda su filmografía anterior. Porque Blossoms Shanghai es, ante todo, una serie china, con su particular humor, las complejas relaciones personales, la intriga y con un desarrollo narrativo, en cierta forma, mucho más convencional de lo que nos tenía acostumbrado. No hay en esta ocasión esas elipsis que obligaban al espectador a completar los huecos.
Ese aspecto, y la ausencia de sus anteriores protagonistas, hace difícil ver la continuidad narrativa de la serie con respecto a Deseando amar y 2046, al menos en los capítulos disponibles hasta el momento. Deseando amar, esa joya que no puede faltar en cualquier ránking de las mejores películas del siglo, contaba la historia de dos personas que se conocen en un momento en el que su amor les está vetado. Wong adoptaba decisiones radicales. No solo su estética, sino, sobre todo, en la ruptura con las convenciones cronológicas, que sustituía por una lógica narrativa puramente emocional.
2046 era aún más arriesgada. El director la concibió como una secuela emocional, una película imperfecta por su propia naturaleza, ya que, más que continuar la historia, orbita emocionalmente alrededor de Deseando amar. Si la otra mostraba una pulsión amorosa, 2046 se presentaba como la respuesta, con múltiples opciones, a una pregunta: ¿qué pasa cuando conoces a tu media naranja en un momento en el que ese amor no es posible? La continuación sigue al personaje de Tony Leung buscando su razón de ser tras esa experiencia vital.
Blossoms Shanghai, en cambio, tiene poco que ver con eso. Porque la ambición económica pesa más que la parte emocional. Esta historia sigue el ascenso de un ciudadano chino, Ah Bao, al más puro estilo El lobo de Wall Street, en la reapertura del mercado bursátil de Shanghái en los años 90. Eso sí, sin los excesos mostrados por Scorsese en su película. Muy al contrario, las imágenes redondean la ambición del protagonista y de los secundarios, un muy variopinto elenco, con el glamur de una ciudad china en plena ebullición, que ya nota las consecuencias de la apertura del régimen chino tras las políticas de Deng Xiaoping.
La acción se desarrolla en dos tiempos, y en eso aprovecha de nuevo Wong para romper la narrativa más cronológica por otra más causal, en la que la historia se va desplegando a través de flashbacks. En el tiempo presente, Ah Bao ya es un poderoso hombre de negocios que sufre un intento de asesinato. En el pasado, es todavía un advenedizo chaval de provincias que quiere aprovechar las oportunidades de la reapertura del parqué de Shanghái —en el 1990— para hacerse rico.
Hay mucho de nostalgia y melancolía en Blossoms Shanghai, y en cierto aspecto, lo que sí funciona como parte de esa trilogía de películas es ese hilo que une a las personas que intentan buscarse la vida —ya sea amorosa, artística o económicamente— en una ciudad oscura y asfixiante pero fascinante.
Si en Deseando amar era el Hong Kong de los 60, y en 2046 se trataba tanto de esa ciudad como de la diáspora china en Singapur de los años inmediatamente posteriores, aquí es Shanghai el que se convierte en un personaje más, muy al estilo de las populares novelas del detective Chen Cao firmadas por Qiu Xiaolong.
Blossoms Shanghai funciona como una sinfonía de la ciudad en la que nació Wong, pero que abandonó a los cinco años. En ella se se recorren los lugares reales —con imágenes documentales—, sus costumbres y particularidades, su delicada gastronomía y su idioma —es algo inédito en el gigante asiático que una ficción se ruede en una lengua diferente al mandarín—. También su evolución, como se percibe en el desarrollo de la construcción de los rascacielos al otro lado del río.
La ambientación, la calidad cinematográfica y la banda sonora ya merecen por sí solas el visionado de una nueva joya del director que siempre nos ha deleitado con su capacidad para la evocación. Y la historia es, sin duda, una gran puerta de entrada para entender otra parte del desarrollo chino en los años previos a su eclosión como una de las grandes potencias mundiales.
La serie, tras su exitoso paso por China, se emite en Filmin en varias tandas. El 17 de junio se han estrenado 5 capítulos; el martes, 24 se sumarán otros 5, y el 1 de julio, 5 más. Restarán 15 episodios más, que se publicarán en invierno.