
Saturación de contenidos, procesos defectuosos de la memoria, algoritmos... el resultado es la incapacidad de acordarse de qué ha pasado en la temporada anterior
29 sep 2025 . Actualizado a las 14:01 h.Un maratón de una o varias temporadas de una serie, pasa el tiempo y al volver a aparecer en el catálogo no recordamos haberla visto... Hasta que los detalles empiezan a ser familiares. Cada vez retenemos menos productos culturales como las series. ¿Tenemos peor memoria? ¿Por qué olvidamos las series que vemos?
«Esa memoria cada vez más debilitada a la hora de recordar las cosas que vemos en la televisión, sobre todo en formatos seriados, es una consecuencia de varios factores». Lo explica Elena Neira, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC e investigadora del grupo GAME. El primero es la saturación. O lo que es lo mismo, hay demasiada oferta.
«La producción ya no responde a las normas de la oferta y la demanda». El incremento exponencial del contenido disponible lleva a consumir más y por tanto, esa saturación también lleva a que recordemos mucho peor las series.
En este fenómeno también tiene mucho que ver cómo se construye la memoria. El fenómeno de no recordar las series es mucho más grave cuando se consumen en forma de maratón, o lo que es lo mismo, cuando se ven de una sentada varios episodios.
«De hecho, se entiende que hay un maratón cuando se ven dos capítulos», matiza la investigadora. La memoria necesita poner en marcha dos procesos cuando ve una serie. El primero es codificar lo que se está viendo, es decir, «tienes que asignar un significado a las cosas que estás viendo en la pantalla». Después, ese recuerdo tiene que ser almacenado en una parte del cerebro.
Al procesar mucha información de golpe, como cuando uno se traga muchos capítulos de una sentada, ninguno de los procesos se realiza de forma óptima. «No lo codificas todo, no eres capaz de absorber toda esa información y por tanto lo ordenas de manera muy desestructurada», afirma Elena Neira.
Juan Luis García Fernández, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC e investigador del grupo NeuroADaS Lab, confirma que este olvido no es casual. El investigador explica que «para que algo se nos quede en la memoria a largo plazo, necesitamos prestarle atención, entenderlo, relacionarlo con otras cosas de nuestra vida y vincularlo con aspectos emocionales». Pero si se consume contenido en modo maratón o mientras se hacen otras tareas, «ese contenido no se consolida en la memoria, y se olvida rápido». Por tanto, se pierde la implicación necesaria en el procesado y almacenamiento, y «aunque tengamos algo de información almacenada, tampoco la podremos recuperar de manera correcta».
Todo el mundo ha escuchado en el colegio que no se podía estudiar solo el día anterior al examen. «Nuestro cerebro está acostumbrado a que la memoria se consolide con el tiempo», matiza Elena Neira. Se han realizado estudios con personas que han visto la misma serie siguiendo la modalidad del maratón o semana a semana.
«A pesar de que los que la habían viso de golpe tenían un mejor recuerdo inmediato, los que habían visto semana a semana tenían mayor capacidad para recordarla después de muchos meses», aclara la investigadora. Conclusión: el maratón de series afecta a los mecanismos de la conformación de la memoria.
Y después están los algoritmos, responsables del conocido como efecto túnel: el algoritmo de las plataformas condiciona lo que vemos y a pesar de contar con catálogos enormes y libertad teórica de elección, muchos usuarios acaban consumiendo siempre lo mismo.
«Parecen malignos, pero sin los algoritmos no podríamos gestionar la cantidad de información que hay en internet y en las plataformas de streaming en particular». Es decir, convierten en selecciones abarcables lo que antes era imposible de gestionar. «Esa manera de reducir provoca la visión de túnel. Todo lo que está fuera de esas preferencias acaba oscurecido, porque algoritmo orienta hacia una selección concreta», aclara Neira. Al recibir contenidos alineados con las preferencias de cada uno, «afecta también a la memoria». Afecta porque sirve cosas muy parecidas entre sí, y aunque no afecte al recuerdo individual, sí contribuye a confusiones con respecto a tramas y personajes.
Existen dos tipos de modelo de atención: la dirigida por los algoritmos (bottom-up) y la voluntaria (top-down). «Este tipo de atención es de tipo bottom-up, es decir, del catálogo de títulos que nos gustan, al buscar, algo 'resalta' por encima de lo demás, una serie que hemos escuchado, que hemos visto promocionada, o cuyo título o cartel de promoción nos pueden gustar, y ahí le damos al play», aclara García Fernández.
En cambio, la atención voluntaria requiere esfuerzo y se activa «cuando decidimos conscientemente buscar algo nuevo, comparar opciones o explorar el catálogo». Es decir, hay que bucear. Esforzarse. «Hay estudios que dicen que cuando te esfuerzas más, cuando realizas búsquedas activas, cuando te informas, cuando te documentas, cuando lees reseñas, cuando sigues a periodistas, esa propia tarea hace que tengas mucho más interés y que por lo tanto construyas mejor los recuerdos o seas capaz de identificar mejor lo que ves», aclara Neira.
García Fernández por su parte, advierte que si siempre dejamos que los algoritmos nos lleven de la mano, cada vez supeditamos más lo que podemos ver a esa capa de facilitación que nos dan las plataformas, y no a nuevos títulos. «Es como si el cerebro se acostumbrara a no tener que decidir, sino a elegir, y cuanto más reducida sea la cantidad de títulos que elijamos, más condicionados podemos estar».
Ahí entra en juego un fenómeno muy habitual, que es el de mirar durante tanto tiempo el catálogo de una plataforma sin decidirse que al final uno se va a dormir sin haber visto nada. «No es que seamos perezosos, es que se ponen en funcionamiento dos fenómenos», dice Elena Neira: la fatiga de decisión y la paradoja de la elección.
Cada persona va equipada todos los días con una batería de decisiones y cada día, cada persona toma miles de decisiones, muchas de ellas inconscientes. A medida que avanza la jornada la capacidad de decisión se va erosionando y al llegar la noche es más difícil elegir, simplemente porque el cerebro está agotado.
La paradoja de la elección es, simplemente, que la capacidad de decidir es inversamente proporcional al número de ítems que una persona tiene delante. A menos referencias, más sencillo es tomar una decisión. «Esto es porque quieres hacer la mejor elección posible. Y lo que dice la paradoja de la elección es que no existen elecciones perfectas, solo elecciones», aclara Neira.
¿Tiene todo esto consecuencias duraderas? Según el neuropsicólogo clínico, «la plasticidad cerebral depende de las cosas a las que nos enfrentamos y a los nuevos aprendizajes que tengamos en nuestra vida». Ver contenido similar no la bloquea por completo, pero sí puede limitarla: «Si todo lo que vemos es predecible, la adaptación a nuevos retos y aprendizajes se reduce». Y añade que ver contenidos fuera de la zona de confort «también permite activar regiones frontales relacionadas con el pensamiento crítico, el aprendizaje de nuevas informaciones, e incluso potenciar nuestra reserva cognitiva».
Ambos expertos coinciden en una idea central: hay que recuperar el control. Espaciar el visionado, elegir de forma consciente, explorar más allá de lo sugerido y comentar lo visto mejoran tanto la experiencia como la salud cognitiva. Ver menos, y mejor, también es una forma de resistir.