La niña fue bautizada ayer en una ceremonia discreta, pero repleta de símbolos
09 jul 2007 . Actualizado a las 10:16 h.La presencia de los máximos representantes de los tres poderes del Estado en el bautizo de la infanta Leonor en el palacio de la Zarzuela supuso un claro respaldo a la hija de los Príncipes de Asturias como futura reina de España. La Casa Real quiso dotar a la ceremonia de una especial solemnidad, y distinguirla de los anteriores bautizos de los seis nietos del Rey. El objetivo es que se manifestara que la niña está destinada a suceder a su padre cuando se haga la reforma constitucional que derogue el artículo 57.1, que se lo impediría si tuviera un hermano varón. Algo probable, ya que don Felipe volvió a reiterar ayer que quiere tener más hijos. Protagonizó una divertida anécdota al entender que un informador le preguntaba cuando nacería el segundo y muy resuelto contestó que claro que lo habrá, aunque, «de momento, no». Además de las familias de los padres, estuvieron presentes en la ceremonia que ofició el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; los del Congreso y el Senado, Manuel Marín y Javier Rojo; la del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas; el del Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, Francisco José Hernando, y el ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, en calidad de notario mayor del Reino. Para subrayar el máximo rango que quisieron dar a este acto, a la vez discreto y lleno de símbolos, don Felipe y doña Letizia eligieron como padrinos a los Reyes. Además, la Infanta fue bautizada en la pila de Santo Domingo de Guzmán, una reliquia del siglo XII reservada desde el siglo XVII para los bautizos de príncipes e infantes. El Rey era ya padrino de su primer nieto, el primogénito de los duques de Lugo, pero la Reina no tenía hasta ahora una ahijada en la familia.