Enormes hortalizas aparecen en pequeños huertos de distintos puntos de Galicia; son excepciones genéticas en cultivos, sin especial aceptación a nivel culinario
05 ene 2008 . Actualizado a las 02:00 h.El gigantismo en los cultivos apenas sirve para algo más que el espectáculo, pues ni las calabazas, cebollas, pepinos, repollos y otras verduras de gran tamaño han entrado en los grandes circuitos comerciales. Estas curiosidades botánicas de autoconsumo, que lo mismo son noticia en Galicia que en otras comunidades y continentes, se producen por variaciones estadísticas extremas, -de la misma forma que Pau Gasol destaca sobre la altura media-, o por anormalidades cromosómicas conocidas, según señala el jefe del departamento de Recursos Fitogenéticos de la Misión Biológica de Galicia, Antonio de Ron. En el Campeonato de Europa de Cultivadores de Calabazas se suelen ver curcubitáceos de más de 400 kilos y el pasado año ganó en Alemania una de 534 kilos cultivada en Suecia. Así como resulta incomible un calamar gigante y tampoco resulta interesante comprar al peso mariscos de muchos kilos, las hortalizas gigantes tampoco suelen ser las preferidas al paladar, y acaban como alimento animal. Al contrario que antaño, hoy tampoco se premia tanto el gigantismo en los certámenes agropecuarios, donde prima más la calidad y presentación, o las variedades tradicionales y producción ecológica. «Se podría seleccionar y tratar de obtener algo de esos ejemplares curiosos pero en la descendencia aparecerían los que mantienen el tipo y también los que no, aunque hay casos como el de un vecino de Lourenzá que lograba año tras año en su huerto calabacines de cerca de un metro», afirma De Ron. Existen factores ambientales que pueden favorecer el gigantismo, como el tipo de suelo, abonado o riego, dice este investigador que, no obstante, aclara: «Cuando se duplica el número de cromosomas, suele haber gigantismo y el aumento puede no perjudicar a la planta o hacerla estéril; un caso conocido es el de nuestras patatas, seleccionadas de forma que son diez veces más grandes que las de los Andes». Las explicaciones de algunos agricultores para tan excepcionales cultivos suelen girar en torno al abundante riego o la utilización de estiércol de gallina y conejos en los huertos. Los pepinos de más de un metro en Armentón (Arteixo), calabacines gigantes en Quintáns (Bergantiños), remolachas de más de 20 kilos en Triacastela o de 12 kilos en Lalín, calabazas gigantes en A Cañiza, o un nabo enorme de cuatro kilos en As Nogais, indican una distribución geográfica diversa, El caso de la patata puede considerarse una excepción pues casi siempre la dificultad de manejo resta interés comercial a las hortalizas gigantes. ¿Interesan manzanas de un kilo o calabazas de un metro? De Ron reconoce que han recibido llamadas de personas con algún ejemplar gigante y el intento de cobrar por la semilla, aunque a veces en los bancos de germoplasma ya existen con esas características. Caso distinto es el de las variaciones de forma en cultivos muy desarrollados como el tomate. La introducción de variedades alargadas y piel dura para la venta en fresco cuando antes era un producto de trituración, responde a objetivos comerciales claros. No son ni más nutritivos ni sabrosos, pero a igual superficie de envase, entran más tomates de este tipo que los tradicionales redondos, revirtiendo en ahorros del 11% en el transporte.