De las trufas blancas a la cocina basada en los sentidos y los sentimientos

A.?P.

SOCIEDAD

24 ene 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Nada menos que 8.600 euros tuvo que pagar el vallisoletano Javier Moro, dueño del restaurante Cepa 21, para hacerse con la trufa blanca de la región italiana de Asti, una de las pocas zonas donde se produce. La puja partió de 2.500 euros y, en una subasta reñida, Moro se llevó el objeto de deseo para el que había acudido a Madrid Fusión. La cotización de la trufa negra solo alcanzó los 2.000 euros, que abonó el bodeguero Alejandro Fernández. Lo recaudado va a proyectos de rehabilitación laboral de mujeres discapacitadas.

Frente al materialismo de las trufas, la segunda jornada de Madrid Fusión se caracterizó por la promoción de la cocina basada en los sentidos y las emociones. Así, el donostiarra Pedro Subijana demostró que sus platos persiguen el aumento del sabor, para lo que usa potenciadores del gusto tales como la cigala acompañada del polvo que obtiene de triturar sus cáscaras, la langosta en su jugo hecha en cafetera o una vieira a la sal con arena de pimientos y calabaza. Después, los tres hermanos Roca evidenciaron cómo algunos platos pueden transmitir emociones, sensaciones y estados de ánimo, lo que consiguen a través de los olores. Más allá fue Quique Dacosta, quien llega a reflejar paisajes en sus platos. Por cierto, el agua mineral gallega Cabreiroá es la oficial del certamen madrileño.