«Nos tirábamos de cabeza desde la punta del muelle de Aldán»

Mariluz Ferreiro REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Perucho repartía los veranos de su infancia entre las competiciones de kayak y las playas de Cangas

05 ago 2010 . Actualizado a las 02:47 h.

Los veranos de la infancia de Carlos Pérez Rial huelen a mar. Se repartían entre el piragüismo y la playa en el lugar en el que creció, en Cangas. «Nunca viajaba a otros lugares. Pero disfrutaba mucho. Lo mejor era ir a campeonatos de kayak en autobús con un montón de niños y quedarte de acampada en los sitios a los que nos desplazábamos para competir. Eran como pequeñas excursiones en las que montábamos bastante jaleo», cuenta. Los entrenadores se pasaban las noches controlándolos para que la madrugada no se convirtiera en un carrusel de visitas a las distintas tiendas de campaña. «Para nosotros era una fiesta. Nos reíamos mucho haciendo alguna que otra travesura propia de aquellas edades», señala Perucho.

«Y cuando nos entrenábamos en Aldán, al acabar, dejábamos las piraguas y nos íbamos casi todos los chavales del club a tirarnos de cabeza desde la punta del muelle para pegarnos un chapuzón. Era como una especie de ritual», cuenta dándole a su voz un barniz de nostalgia.

«Algunas veces nos juntábamos los amigos de la pandilla y nos marchábamos al otro lado de la ría con tiendas de campaña. Así conseguíamos estar tres o cuatro días solos, a nuestro aire. Hacíamos hogueras y nos daban las tantas mientras hablábamos y nos echábamos unas risas alrededor del fuego», recuerda.

«De playa a muerte»

«Yo tengo que admitir que soy de playa a muerte», reconoce. Hasta los diez años le gustaba ir a un pequeño arenal al lado de su casa cuando apretaba el sol. «Tendrá unos veinticinco metros y desaparecía cuando subía la marea, pero era como tener una playa privada», dice. «A mí siempre me gustó ir a las playas de Aldán. Pero visitábamos también las de Areabrava y Nerga en nuestras acampadas. También aprovechábamos para jugar al vóley-playa en la arena», apunta. Algunas veces coincidía con Teresa Portela y David Cal en aquellas incursiones playeras.

Recuerda que otros niños tenían que ayudar a sus padres durante los meses de verano. «A algunos chavales les tocaba trabajar en el bar de su familia o hacer otras tareas. A mí no. Además, en EGB no dejaba ninguna asignatura del curso pendiente y en BUP me quedaba alguna que después aprobaba sin problemas, por lo que los estudios tampoco fueron un impedimento para disfrutar. Y vaya si disfrutaba...», concluye.