Orgullo torero en el Coliseo coruñés

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira A CORUÑA/LA VOZ.

SOCIEDAD

Las gradas registraron su mejor entrada de los últimos años y no hubo ni rastro de los contrarios a la fiesta

07 ago 2010 . Actualizado a las 02:16 h.

La plaza de A Coruña no falló a su romería de orejas. No era Carnaval, no. Lo que pasa es que los aficionados del coso multiusos, o sea, el Coliseo, disfrutan efusivamente de las escasas oportunidades que tienen de contemplar un cartel de nivel. Y el de ayer lo era. Caído el mediático Fran Rivera, ahora rebautizado como Paquirri en la cartelería como homenaje a su padre, la terna prometía emociones fuertes. Enrique Ponce, santo y seña de un modo de toreo equivalente al gutismo (o sea, a los seguidores del madridista Guti), acudieron en peregrinación a la plaza coruñesa para disfrutar de su magia.

El de Chiva hizo lo que pudo en su primero, que encaró con muchas ganas tras brindárselo a Ricardo Cabrera, un empresario madrileño con el que tiene una intensa amistad. Falló con el estoque, pero dejó muestras de su talento. En su segundo, atinó con el hierro y se llevó una de las cuatro orejas que salieron ayer de la arena de la plaza.

Pero ya era tarde para ser el héroe del día. El Fandi (David Fandila, un antiguo campeón de esquí de Andalucía) acababa de dar un recital a una grada que presentaba una de las mejores imágenes de sus veinte años de historia. A su habitual destreza con las banderillas sumó atrevimiento con el capote y puntería con la espada. El premio fueron dos orejas al primero de su lote y una tercera, con aviso y descabello al segundo.

De Castella, poco que decir. Salió increpado por la poco exigente grada, que le reprochó la apatía del que saben que tiene capacidad para dar mucho más de sí. «Aquí se viene a torear, no a pasear», se oyó gritar a una dama exigente.

Fue el único reproche de la tarde. Los otros gritos fueron para reivindicar el derecho a disfrutar de la fiesta. Carlos Fernández Barallobre leyó el manifiesto en contra de la prohibición en Cataluña, aplaudido por la plana mayor del socialismo coruñés, encabezada por el alcalde, Javier Losada, en el palco, y el embajador de la Santa Sede, Francisco Vázquez, en su lugar habitual de los últimos años, en la barrera, entre otros.

Tampoco faltó en el callejón César Rincón, uno de los ídolos de la parroquia local. Y en la grada, entre otras caras conocidas, estaban también Carmen Franco y Jaime Martínez Bordiú.

No hubo ni rastro de la veintena de antitaurinos que tradicionalmente acudían a expresar su malestar. Ayer, las colas volvieron al coso coruñés. La fiesta recuperó su esplendor.