Bergoglio, bailarín de tango, cocinero y amante del fútbol

Agustín Bottinelli BUENOS AIRES

SOCIEDAD

El papa no deja de sorprender por sus gestos. «¿Qué estarán haciendo las monjitas que no cogen?» ha sido su último hit. Su nuevo talante más expresivo es, en su opinión, obra del espíritu santo. Repasamos su anecdotario

12 ene 2014 . Actualizado a las 14:05 h.

Francisco no para de sorprender con sus gestos, su constante simpatía y su severidad al mirar hacia dentro de la curia. Pueden contarse de él infinidad de anécdotas incluso de cuando era el arzobispo de la ciudad de Buenos Aires y tenía un tono menos carismático, más adusto. Entonces era un cura con una enorme presencia en los niveles sociales más necesitados, pero poco amigo de las entrevistas. «Los sacerdotes hablamos en nuestras homilías» solía repetir cada vez que un periodista intentaba abordarlo.

Él mismo reconoció a los pocos días de haber asumido el papado que «Hasta me cambió la cara de velorio bárbara que tenía antes de la elección pontificia» y le echó la culpa al Espíritu Santo.

«Siempre prepara para nosotros una fantástica paella», confesó el sacerdote jesuita Angel Rossi confirmando las excelentes habilidades culinarias de Bergoglio. De hecho el Papa enseñó a los cocineros de la Casa Santa Marta, residencia del Vaticano donde eligió vivir, a preparar el clásico dulce de leche argentino, su postre favorito.

Cuando le preguntaron si cocinaba bien, el cardenal respondió: «Hasta ahora no he matado a nadie».

Óscar Crespo, un viejo amigo Francisco, revela que él solía ir a bailar con el joven Jorge Bergoglio a distintos clubes de Buenos Aires, precisando que su amigo salía con una chica.

El propio Papa contestó a un periodista:

- ¿Tuvo novia?

- Sí. Formaba parte de mi grupo de amigos con el que íbamos a bailar.

- ¿Por qué finalizó el noviazgo?

- Descubrí mi vocación religiosa.

En un libro dedicado a la vida del Papa un sobrino y ahijado suyo cuenta cómo su tío Bergoglio le mojaba el chupete en vino o whisky para que dejara de llorar.

Al Papa le gustaba presentarse diciendo: «Soy Jorge Bergoglio, cura. Es que me gusta ser cura». Puede decirse que de joven coleccionaba sellos postales, que le gusta la poesía de Hölderlin y la literatura italiana. «I promesi sposi la habré leído cuatro veces. Otro tanto a La Divina Comedia. Me llegan Dostoievski y Leopoldo Marechal», ha confesado.

Cuando le preguntan si como argentino le gustaba Jorge Luis Borges, el ahora Papa contaba que él lo había tratado mucho y explicaba. «Además Borges tenía la genialidad de hablar prácticamente de cualquier cosa sin creerse más que nadie. Era un agnóstico que todas las noches rezaba el Padrenuestro, porque se lo había prometido a su madre y que murió asistido religiosamente».

Francisco es un apasionado de la obertura Leonora número tres de Beethoven en la versión de Furtwängler, «es a mi entender el mejor director de algunas de sus sinfonías y de las obras de Wagner», ha asegurado.

Más hacia lo mundano, Bergoglio confiesa que le gusta muchísimo el tango. «Es algo que me sale de adentro», dice y declara: «Lo bailé de joven, aunque prefiero la milonga».

En la Curia de Buenos Aires hay unas hermanas que atienden a los sacerdotes, les hacen la comida -muy sencilla- desde hace muchos años. Y hay unos pajaritos que siempre Bergoglio, en los veinte años que estuvo allí, iba y le tiraba unas miguitas de pan cuando desayunaba. Y alguien le regaló dos cardenales, que se sumaron a un cabecita negra y un jilguero. Todos están ahí, en una jaula.

Un día el Papa llamó por teléfono y atendió una de las hermanas mayores. «¿Quién habla?», «Soy Jorge, del extranjero». Entonces la monja, reconociéndolo, dijo: «¿Quién habla, el cardenal?» Y Francisco responde: «No, el jilguero». Una madrugada el Papa salió de su departamento en la residencia de Santa Marta y se encontró en el pasillo con uno de los guardias suizos, de turno. Al ver que el soldado había estado en servicio de pie toda la noche, le acercó una silla y le trajo un bocadillo de jamón y se despidió diciendo «Buen apetito, hermano».

El técnico argentino, Carlos Salvador Bilardo contó sus encuentros con Francisco, cuando era arzobispo en la capital argentina. «Yo voy a los Vía Crucis de Buenos Aires en Semana Santa y terminamos ahí en la catedral y allí hablé con Bergoglio tres veces porque necesitaba hablar y me atendió fenomenal. Como ya sabe todo el mundo es hincha de San Lorenzo. Y de la selección argentina, claro. Y sí, sabe mucho de fútbol», dijo.

Además, Bilardo reveló que el papa tuvo un vecino muy conocido en el mundo del fútbol mundial: «Di Stéfano vivía a cinco cuadras de Bergoglio, en el barrio de Flores».

El «efecto Francisco» como ya lo llaman algunos sociólogos se hace sentir y no en vano los medios de comunicación más importantes ya lo nombraron el Personaje del Año.