Aquí nadie se corta por andar desnudo

María Vidal Míguez
María Vidal LA VOZ

SOCIEDAD

Oscar Vazquez

La modelo gallega Alba Galocha cuela en los reservados de Cibeles a Yes, la revista de gente, actualidad y tendencias de La Voz

23 feb 2014 . Actualizado a las 18:53 h.

El backstage de Cibeles es como la cocina de un buen restaurante. Entre bambalinas reina el caos con un perfecto orden pero el resultado sobre la pasarela es lo más parecido a un plato del Celler de Can Roca: perfecto. El viernes a primera hora resulta imposible pasear por el pabellón 14 de Ifema sin que la tensión y los nervios se apoderen de uno. Mientras Amaya Arzuaga inaugura la 58 edición de la Mercedes Benz Fashion Week, en el vestuario número 6 el gallego Roberto Verino da las últimas indicaciones a su equipo. A minutos de presentar su colección Street Chic, el veterano diseñador confiesa que está igual de nervioso que el primer día que debutó en la pasarela madrileña, hace ya 30 años.

Apenas puede hablar, un resfriado le ha dejado una afonía considerable justo el día que tiene que atender a los medios. En la sala asignada al equipo de Verino hay entre 15 y 20 personas. Alrededor de las 11.30 comienzan a llegar las primeras modelos recién salidas de maquillaje y peluquería. Cada una tiene las prendas que lucirá en el pase junto a su nombre y una foto. Cambian su ropa sport por trajes de alta costura que les sienta a la perfección. Están acostumbradas, no tienen ningún pudor en quedarse desnudas (normal con esos cuerpos) delante de decenas de personas que no han visto nunca y que incluso ni hablan su idioma. Entre todos los nombres, uno llama la atención. Alejandra Alonso, la única top model española que ha desfilado para Chanel en los últimos cinco años.

El personal de L´Oréal la está terminado de arreglar. Esta belleza de grandes ojos verdes y pelo castaño, que nació en Valencia por casualidad, nos atiende mientras apura un cigarrillo antes de cambiarse de ropa. La gallega acaba de ser elegida imagen del perfume Kenzo y se deshace en halagos hacia Verino. «Es mi desfile preferido, es un diseñador al que no le importa solo su ropa sino que quiere que las modelos interactuemos, que nos metamos en el papel que nos manda hacer y en este caso se han inspirado en Desayuno con Diamantes entonces tenemos que movernos de una manera elegante. A mí me gusta ser un poco actriz cuando estoy sobre la pasarela no solamente andar como un robot, ser una percha y llevar la ropa puesta». Son las 11.30 de la mañana, Alejandra, al igual que sus compañeras, ha desayunado en el hotel, después comerá con sus compañeras si le da tiempo, sino picoteará algo. Todo responde a una cuestión de concentración, y poco al dicho de que las modelos apenas comen. Solo hay que ver las bandejas de fruta, dulces y bebidas que ocupan el centro de la sala de chapa y pintura.

Los últimos retoques

En el pasillo que separa que el vestuario de Verino y la sala de maquillaje espera un debutante, More. Este caniche gigante de color negro de 8 meses ensaya junto a su dueña Paula, que explica que está acostumbrado a participar en exposiciones de belleza «pero en ellas no se corre, tengo un poco de miedo por si se pone nervioso con los flashes». Faltan pocos minutos para las 12.30, Verino pasea de la mano junto a su pareja por los pasillos del backstage. Las modelos poco a poco se van colocando en fila india. Verino les da los últimos retoques mientras maquilladoras y peluqueras corrigen pelos que se han disparado en el cambio de ropa. Se necesitan sillas, las chicas miden al menos 1.75 y llegar a la cabeza resulta complicado. Miguel, José y Javi se ponen a ello. Son los batas blancas, y básicamente su función es ayudar a mover colecciones, abrir puertas, subir cajas... «Cualquier cosa que necesite el diseñador», dice Miguel. La pared que separa el backstage de la pasarela hace de improvisado photocall, mientras las suelas de los zapatos son rociadas con laca para evitar resbalones. El público ya está preparado al otro lado del panel, los batas blancas advierten a la prensa que hay que salir. Aunque se hacen los remolones, los paparazis corren hacia la primera fila de las gradas en busca de algún rostro conocido. Disparan y otra carrera, esta vez al fondo de la sala para coger sitio.