
No sabemos si seguir esta moda servirá para llevar una dieta más sana, pero al menos sí sirve para descubrir y experimentar en comida propia qué es y en qué consiste el fenómeno físico Efecto Nuez de Brasil
15 jun 2017 . Actualizado a las 14:16 h.Como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta las fechas en que nos encontramos, ya tenemos una nueva tendencia alimenticia «ideal»: los Mason Jars o Tarros de Cristal. Que consiste, claro está, en reemplazar el aburrido y obsoleto táper -la tartera de toda la vida- por un frasco de cristal -aunque seguramente en realidad sea de vidrio- donde los distintos ingredientes se disponen en armoniosas capas para obtener un resultado de lo más «chic». Y no solo eso, sino que tal y como nos lo quieren vender, «más ecológico, sostenible y saludable».
No tengo muy claro si seguir esta moda servirá para llevar una dieta más sana, pero al menos sí sirve para descubrir y experimentar en comida propia qué es y en qué consiste el fenómeno físico conocido como Efecto Nuez de Brasil.
Que así se ha dado en denominar al contraituitivo efecto por el cual al agitar verticalmente un recipiente lleno de una mezcla de partículas de distintos «diámetros» pero densidades similares -como pueden ser los frutos secos, pero también legumbres, trocitos de frutas y verduras, etc.-, los más grandes, a pesar de ser más pesados, acaban por ocupar la parte superior del envase.
Un efecto que también se denomina, de forma alternativa y en ocasiones, como Efecto muesli al apreciarse asimismo de forma harto notoria en los paquetes de cereales variados. Y que igualmente podría haber sido referido como efecto patatas fritas de bolsa, que todos hemos comprobado que al abrir una de estas bolsas, los «ejemplares» más grandes están arriba quedando en el fondo los fragmentos y «faragullas».
Este fenómeno fue descubierto «oficialmente» en 1939. Y desde entonces los físicos (a los cuales el interés les viene por la importancia que tiene en el comportamiento de las mezclas de sólidos y en concreto en los procesos de mezcla y segregación) han descubierto no menos de una decena de mecanismos implicados en el mismo y que van desde la influencia de la temperatura ambiente hasta la relación de radios y densidades de las distintas clases de «partículas» implicadas, pasando por el efecto del aire intersticial e incluso el tiempo de agitación.
No obstante, y para nuestros propósitos, puede explicarse atendiendo a dos factores fundamentales: la percolación y la convección. Dos muy poco apetitosos tecnicismos que ocultan comportamientos tan familiares como fácilmente apreciables.
La percolación se define como el movimiento a través de un medio «poroso», lo que en el caso que nos ocupa se traduce en que al agitar el recipiente todos los frutos secos (o, en general, partículas), despegan -esto es, se elevan- y al mismo tiempo se despegan -se separan- unas de las otras antes de volver a aterrizar en una disposición ligeramente distinta a la original, lo que da lugar a la posible aparición de nuevos espacios vacíos o «huecos» por los cuales se cuelan las partículas más pequeñas.
El segundo «gran» efecto implicado es la convección. Como tal se entiende la presencia de corrientes que promueven el desplazamiento relativo -de unas respecto a las otras y su consiguiente mezcla- de las distintas partes de un «fluido».
Para entender y ver este efecto basta con cocer un poco de pasta. Cuando el agua, ya con la pasta incorporada, empieza a hervir, observamos que en el centro del cazo y arrastradas por las corrientes de convección que se forman en el volumen de agua bajo la acción del calentamiento, emergen las piezas de pasta, que de inmediato son desplazadas por las que vienen detrás hacia los bordes del recipiente donde de nuevo se sumergen hacia el fondo.
El efecto que se da en la latas y botes de frutos secos o similares es análogo solo que en seco y propiciado, en lugar de por la agitación térmica, por la agitación mecánica. Así, con cada sacudida, los elementos situados en la parte central del frasco se elevan o ascienden un poco más que los ubicados en los laterales, que malgastan parte del impulso en superar la fricción que ofrece la pared del recipiente. Esto causa la aparición de una corriente central ascendente que se ve compensada por otras descendentes, localizadas en los bordes del frasco y que lleva a las partículas que originalmente ocupaban la superficie a bajar para ocupar el vacío dejado en la parte inferior por aquellas.
Pero claro, los bordes, por definición, son una región estrecha por la que solo pueden caer los frutos secos más pequeños. Por el contrario, los más voluminosos, encabezados por las nueces de Brasil, no caen sino que quedan «atorados» en la superficie con el resultado global de que después de unas cuantas sacudidas casi todos y todas (las nueces de Brasil) acaban arriba y colapsan el ciclo convectivo. Vaya, que no ha lugar a que se sigan dando estas corrientes de convención porque las partículas más grandes se han establecido firmemente en la superficie. Por mucho que agites, serán sólo ganas de dar la lata.