El descubridor engañó a unos nativos de Jamaica aprovechando sus conocimientos en astronomía
27 jul 2018 . Actualizado a las 07:42 h.Cristóbal Colón era un gran conocedor de la meteorología y la astronomía. La primera ciencia hizo posible su viaje a América y la segunda le salvó la vida. En 1492, cuando salió del puerto de Palos al mando de la Pinta, la Niña y la Santa María, puso rumbo a las Canarias. Allí les esperaban los alisios, los vientos del este que impulsarían las naves hasta el Nuevo Mundo. Después, Colón tendría que explicar a su tripulación cómo regresarían a España. Los hombres que le acompañaban no entendían de qué forma los barcos cruzarían el Atlántico a contracorriente. Pero el navegante tenía un as en la manga. Conocía la dinámica del anticiclón de las Azores. Lo único que tenía que hacer era subir de latitud y coger los vientos del oeste, los mismos que traen las borrascas a Galicia.
Entre 1492 y 1503 Colón realizó el mismo recorrido en cuatro ocasiones. En el último viaje, una plaga de termitas afectó a dos de los cuatro navíos que formaban parte de la expedición. Los barcos terminaron inservibles y en junio de 1503 quedaron atrapados en Jamaica. Al principio fueron recibidos con cordialidad por los indígenas, que les dieron alimentos mientras esperaban ayuda. Sin embargo, pasados unos meses, los nativos se cansaron y decidieron dejar de alimentar a sus invitados. La decisión desencadenó un conflicto y no solo con los jamaicanos. La propia tripulación no tardó en sublevarse.
En ese momento de máxima tensión, Colón consultó las tablas astronómicas del matemático alemán Johannes Müller von Königsberg, que incluía una lista con los futuros eclipses. Comprobó que en pocos días habría un eclipse de luna. Era una gran oportunidad si sabía cómo aprovecharla. Colón pidió reunirse con el líder de los indígenas tres días antes del evento. Le comunicó su decepción por haber dejado de alimentarles y advirtió que en unos días su Dios les castigaría ocultando la Luna. Los nativos no hicieron mucho caso del aviso pero el fenómeno ocurrió a la hora exacta y tal y cómo había descrito. Cuando el satélite se tiñó de rojo los indígenas pidieron clemencia a Colón, que rezó por ellos mientras duraba el eclipse. De esta forma recuperó el suministro de comida hasta el último día en la isla, el 29 de junio de 1504, casi un año después.