Lo que nunca oirás decir a los defensores de la paleodieta

SOCIEDAD

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22 mar 2019 . Actualizado a las 18:20 h.

Ya advierto que el título de esta botella tiene truco. O acaso sería más apropiado decir que es un (mal) chiste o juego de palabras. Eso sí, basado en evidencias científicas. Y lo que difícilmente les oirás decir a los seguidores de la paleodieta es que lo que viene a continuación es una falacia, una falsedad o un invento.

Me refiero al estudio recientemente publicado y que viene a confirmar una «prehistórica» hipótesis planteada ya en 1985 por el lingüista Charles Hackett: que los sonidos (fonemas) labiodentales -como «f» y «v», que requieren que el labio inferior se apoye sobre los dientes superiores- surgieron relativamente tarde y sólo tras la adopción de la agricultura, hace apenas unos 7.000 años  -«apenas» porque el Homo sapiens apareció sobre la faz del planeta hace más de 300.000 años-. O lo que es lo mismo, que las primitivas sociedades humanas de cazadores recolectores eran incapaces de pronunciar dichos sonidos como consecuencia de los alimentos que capitalizaban su dieta: carne, frutos secos, frutas y verduras. Alimentos que exigían -y exigen- una masticación más vigorosa. Y que sólo fue tras la adopción de la agricultura por el hombre y el consiguiente tránsito a una dieta más blanda, basada en derivados lácteos y harinas cereales, que hicieron acto de presencia dichos sonidos y las palabras que los incluyen.

El referido y nuevo estudio no sólo confirma dicha hipótesis, sino que ofrece la explicación: Los primitivos cazadores recolectores presentaban una disposición mandibular en las que los incisivos superiores e inferiores estaban alineados entre sí. Se apoyaban los de arriba en los de abajo. Alineamiento que favorece la masticación vigorosa pero dificulta sobremanera articular sonidos labiodentales. En tanto que los agricultores presentaban -y presentamos- una ligera sobremordida, con los dientes superiores justo delante de los inferiores, lo que facilita la articulación de los fonemas labiodentales, al acercar el labio inferior a la dentición superior.

O hablando claro, que la dieta del cazador-recolector limita o restringe la capacidad de habla del ser humano. De hecho, estudios basados en el análisis y evolución de las distintas lenguas del mundo reflejan que la aparición de palabras con estos fonemas, en efecto, se produjo tras el cambio de dieta. Y que las escasas sociedades de cazadores-recolectores que perviven en la actualidad en las áreas más aisladas de Sudamérica, África, Groenlandia o Australia apenas los incorporan.

Pero lo más llamativo a efectos de los «paleolíticos» actuales es que la sobremordida humana ha aumentado significativamente más en los últimos 300 años que en los 7.000 previos. Coincidiendo con la revolución industrial y la consiguiente introducción a gran escala de los alimentos procesados y las conservas; así como la popularización de los cubiertos, y en especial, los cuchillos.

Así pues tampoco es tan descabellado pensar que adoptar una dieta paleo puede llegar a modificar la mordida -¿al fin y al cabo no hacen eso mismo los ortodoncistas en el plazo de meses?-. Y con ello, tal vez no incapacitar, pero sí dificultar la pronunciación de los sonidos f y v. Con el inevitable y fastidioso vacile fácil de los vecinos vegetarianos por no poder pedir un filete de vaca vieja.