La cruz de Os irmandiños

SOCIEDAD

A Rula

La Cruz do Loureiro se yergue sobre el valle de Vimianzo como un vigilante misterioso desde tiempos inmemoriales. Allí fueron ejecutados los líderes irmandiños en 1469 y el símbolo quedó para la historia.

15 may 2021 . Actualizado a las 10:41 h.

Vimianzo tiene alma irmandiña. Su Asalto ao Castelo, que se celebra los primeros sábados de julio, más que una fiesta es una exaltación del orgullo de haber derrotado un día a los todopoderosos Moscoso de Altamira. El castillo que corona su valle fue derrumbado en 1467 en la revuelta de los siervos aguzados por el hambre, las epidemias y el bandolerismo señorial. Fue como el fuego que arrasó Galicia contra el poder feudal. Pero las glorias siempre tienen su lado amargo y, dos años después, en 1469, la nobleza rearmada derrotó a los rebeldes y los cabecillas fueron pasados por la horca.

Los mayores de Vimianzo tienen al Monte da Cruz como una especie de fetiche. Lo ven al mirar al Sol cada mañana y está presente todo el día como una especie de lugar sagrado. Está protegido de saliente por el San Bartolo, de donde dicen que la gente llevaba puñados de tierra para tener buenas cosechas de trigo.

La Cruz do Loureiro está en un territorio que da lugar a grandes interrogantes y que ejerce una especie de atractivo inexplicable. Cuentan los mayores que allí ejecutaron a los líderes de los que rebelaron contra la nobleza. El escarmiento más cruel. Y allí quedó como símbolo ese monumento humilde, sin artificio escultórico, de 2,26 metros, que da a levante y a poniente, mientras que los brazos se estiran hacia el norte y el sur. En las rocas que la rodean hay grabadas otras cruces, una de 38 por 15 centímetros, otra de 13 por 8, y, al menos, un tercera en la vara principal. Está en uno de los mejores miradores del valle soneirán, en el que destaca el castillo. De hecho, el Concello ha estado limpiando la maleza para establecer una ruta de acceso al emplazamiento. No es dificultoso el ascenso, pero sí hay que tener cierto ojo con un apiario activo que está próximo a la senda.

No es una casualidad que ese sitio haya sido escogido para las ejecuciones ejemplares. En ese entorno se encuentra, además, lo que pudo haber sido un santuario prehistórico. Prado Vello, que así se llama la ubicación, guarda como un tesoro una piedra de formas muy caprichosas que semeja un baldaquino natural. Guarda una especie de sagrario pagano que contiene un petroglifo formado por ocho pequeñas cavidades dispuestas en forma de línea y una cazoleta.

El hallazgo del grabado fue obra de un joven estudiante de ingeniería aeroespacial que también ha descubierto otras siete estaciones de petroglifos en el Monte da Cruz y sus faldas. David Roget Blanco, de 18 años, es un auténtico especialista en la localización de arte rupestre en territorio vimiancés.

En la ladera del Monte da Cruz encontró una gran pantalla pétrea formada por cinco círculos concéntricos, dos de ellos de 56 y 52 centímetros de diámetro, respectivamente, unas 40 cavidades redondas de diverso tamaño, aros, figuras variadas, una de ellas antropomorfa, y otros motivos que le otorgan a este paraje un atractivo añadido para los buscadores de misterios y rastros del pasado.

En el entorno próximo hay más grabados que David levantó y que el colectivo A Rula estudia para su divulgación y la creación de una ruta de marcados tintes históricos.