El sector se siente culpado pese a no generar casi ningún contagio
15 ago 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Ningún sector ha sufrido la pandemia como el ocio nocturno. Desde el 14 de marzo, cuando se decretó el primer estado de alarma y el consiguiente confinamiento, apenas han podido abrir durante tres meses. Muchos, ni siquiera eso. Cierres, restricciones de aforo y de horario, alquileres de locales cerrados, deudas que crecen, trabajadores en ERTE... Y ahora la anulación del certificado covid, que lleva a la Xunta a volver a las restricciones anteriores. Algunos ya tiraron la toalla. Otros se lo están pensando. Estas son algunas reflexiones de hosteleros que permanecen abiertos... cuando les dejan.
Los cierres
Los primeros, siempre. «Hay un brote en un colegio, nos cierran; otro brote en una boda y nos cierran. Somos siempre los primeros en sufrir las consecuencias», dice María de Lillo, empresaria coruñesa. Su opinión resume perfectamente la de sus compañeros de sector, que sienten el dedo acusador permanentemente: «Somos la cabeza de turco», confirma Eduardo Cabaleiro, con locales en Vigo. «Siempre nos echan la culpa a nosotros -comenta Cabaleiro-. Cuando fue lo de Mallorca, también: ¡Y estábamos cerrados!». Muchos creen que es la medida más fácil, cargar contra el ocio nocturno aunque su cierre apenas tenga reflejo directo en los vaivenes de la incidencia, porque apenas se han registrado contagios en estos locales.
Gastos permanentes
Pagar y no cobrar. «No hay hucha ni caja de resistencia que soporte esta situación», expone un empresario de Vilagarcía que prefiere no dar su nombre: «Solo en el 2020 nosotros hemos perdido más de 80.000 euros». El cierre de su local no le ha eximido del pago de la hipoteca ni del canon que le cobra el puerto puntualmente: «No nos han perdonado ni un euro». Eduardo Cabaleiro introduce otro matiz en el que no se suele reparar: «Nosotros hemos abierto algún día para que no se estropeen las máquinas, porque las neveras, tanto tiempo apagadas, dejan de funcionar bien». «¿El balance de pérdidas? Prefiero no hacerlo, porque el resultado sería, psicológicamente demoledor», así opina Juan Agra, un empresario de Lugo con dos locales, uno de los cuales lo inauguró el año pasado.
Los botellones
El agravio comparativo. «Cuando nos mandan cerrar a la 1, está claro que los chavales no se van a casa», comenta un empresario. El botellón y las fiestas particulares son la competencia del sector: «Es fácil cerrar locales, pero no lo parece tanto controlar la venta de alcohol, que ha subido un 80 %», dice Juan Agra.
El certificado
Hosteleros, no policías. Aunque la vigencia del certificado covid para el ocio nocturno ha decaído, su imposición fue una de las normas que más ha irritado al sector, muy fiscalizado en el cumplimiento de las normas: «Imagine que usted está en una cafetería, bebiendo y pasándolo bien sin mascarilla. Y luego se va a una discoteca donde tiene que tenerla puesta y con la policía en la puerta cada dos por tres. ¿Dónde se queda?», expone Eduardo Cabaleiro, empresario de Vigo. «Hay muchos clientes que no lo entienden y que amenazan hasta con demandarte. Esos son pérdidas no cuantificables, porque ese cliente igual ya no vuelve o te pone malas críticas en Internet», reflexiona el lucense Juan Agra. «Yo veo como va la gente en el bus, donde no hay distancia y te puedes bajar la mascarilla igual para beber. No he visto que a ningún usuario le pidan PCR o certificado de vacunación». Lo dice la coruñesa María de Lillo exponiendo una contradicción que no es la única. Cada hostelero tiene la suya.
La incertidumbre
Hoy sí, mañana no. «Nosotros tenemos terraza y es otra cosa -explica María de Lillo-, pero una discoteca, que hoy la abren y mañana la cierran ¿cómo se va a plantear abrir». La incertidumbre es otro de los dolores de cabeza que exponen los hosteleros: «La inseguridad jurídica que se ha generado es bestial», confirma Juan Agra, de Lugo. Una semana se puede abrir hasta las 3 y a la siguiente hasta la 1. Y la siguiente, cerrados: «Este cambio de criterios resulta desastroso para nosotros», apunta el empresario de Vilagarcía.
Restricciones y PCR
Lo que no se entiende. «Si nos obligan a controlar a lo clientes, a garantizar que no tienen el virus o que están vacunados, deberían permitir que trabajáramos sin limitaciones de aforo y que nos dejaran aprovechar nuestro horario». Lo explica el empresario de Vilagarcía, pero es un mantra que todos repiten: las exigencias a las que se han visto sometidos no se corresponden con las limitaciones que tienen que soportar y que muchas veces hacen el negocio inviable.
Las expectativas
Nada buenas. «Nosotros ya damos el 2021 por perdido», admite Juan Agra. «¿Cerrar? Claro que lo hemos pensado. No hay empresa que aguante tantos meses sin ingresos», añade María de Lillo. «No queremos dar pena, ni ir de víctimas -dice Eduardo Cabaleiro-. Tampoco ayudas. Solo que nos dejen trabajar».
La pandemia se está haciendo muy larga para todos, pero para el ocio nocturno va camino de ser eterna.