Jorge López Penoucos: «Eu fago mobles atípicos»

SOCIEDAD

ALBERTO LÓPEZ

Iba para ganadero, pero lo que le gustaba era trabajar la madera. Tuvo suerte y se dio cuenta a tiempo de abrir un taller de carpintero en Antas de Ulla y hacer de este oficio su modo de vida

15 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Jorge López Penoucos tenía 50 vacas y mucha querencia por vivir en el campo, así que aquello parecía lo suyo. Pero no. Lo suyo era en realidad la carpintería, buscar madera ya usada en casas antiguas y darle otra vida en muebles, tejados, escaleras... lo que sea. Hace algo más de veinte años que renunció a aquella granja y se decidió a abrir un taller de carpintero. No se ha arrepentido ni por un segundo.

Aquel momento de repensarlo todo le llegó a finales de los años 90, en un momento convulso (uno más) para la ganadería gallega. Jorge López Penoucos nació en 1964 en Bilbao, destino habitual de muchos emigrantes de la comarca de A Ulloa. Sus padres eran de Palas de Rei y cuando les llegó el momento de volver lo hicieron por fases. Primero se asentaron en A Coruña y en esa ciudad se crio Jorge. A los 14 años hizo un curso de carpintería en una modalidad acelerada de la formación profesional de entonces. Era más bien por hacer algo, en aquel momento no sabía lo mucho que estaba acertando.

Al cumplir 18 se mudó a Palas de Rei y se puso a trabajar en la granja familiar, una explotación con una dimensión suficiente como para haber salido adelante. Lo peleó durante años, pero eran muchos dolores de cabeza para poco beneficio y se acabó convenciendo de que tenía que buscar otra cosa. Algo de carpintería sabía y le gustaba mucho, así que poco después de cumplir los 30 se decidió a intentarlo.

El cambio de vida no lo llevó de vuelta a ninguna ciudad. «Eu quero vivir na aldea —explica— e daquela a miña muller e eu queriamos ter fillos e a cidade non nos parecía un bo lugar». Así que se pusieron a buscar sin irse muy lejos y encontraron una casa que se podía restaurar en la aldea de Funsín, en el vecino municipio de Antas de Ulla. Con los obreros que le ayudaron a acondicionar la casa aprendió lo que le faltaba por saber de carpintería. Allí abrió en el año 2000 su propio negocio y lo llamó el Taller do Peto, por el nombre gallego del pájaro carpintero.

En aquel momento tuvo suerte, porque era una época en la que se estaban abriendo muchas casas de turismo rural y de ese tipo de negocios le llegaron sus primeros encargos. Después, el mercado ha ido cambiando y ahora las cosas no son tan fáciles como antes para un carpintero artesano. Desde hace unos años compagina el trabajo en su taller con otros de carpintero o cantero en la construcción.

En su taller acepta cualquier tipo de encargo, aunque lo que de verdad le gusta es que los clientes le den libertad para trabajar como quiera. Porque aunque sea carpintero y artesano, lo suyo no es necesariamente el típico mueble rústico. «Eu —se reivindica— fago mobles atípicos e co meu propio estilo». A lo que no renuncia nunca es a utilizar madera usada: «Non son amigo de tirar as cousas e o acabado da madeira vella é moito mellor, non hai unha igual que a outra».

Sus dos hijos están estudiando y no parece que quieran seguir por el camino del padre, pero eso a él no le importa. «Cada un ten os seus gustos e ten que tirar por onde lle gusta», dice. Vamos, como hizo él cuando parecía predestinado a hacerse cargo de la granja de su familia.

Su preferida

La madera que más le gusta es la de roble. Le ve una identidad particular

Su estilo

Se ciñe a los encargos, pero le encanta que le den libertad para aplicar su estilo