La pandemia de la salud mental: la nueva ola que todavía está por llegar

Gladys Vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

María Pedreda

Dos años después, las consultas siguen saturadas y están atendiendo las consecuencias que ha traído ómicron. En lo positivo, el estigma de pedir ayuda parece superado

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Si en algo coinciden los expertos es que en estos dos años de pandemia algo ha cambiado en el plano de la salud mental. En la parte positiva, un elevado grado de normalización a la hora de exponer sin tapujos lo que antes eran tabúes. Palabras como ansiedad y depresión han traspasado los muros de los hogares. Incluso de uno mismo. La parte negativa, el aumento de los casos y la cronificación de algunos de ellos cuando se cumplen 24 meses de una situación sin precedentes. La pandemia se está alargando demasiado. «Pensábamos que iban a ser cuadros adaptativos que se iban a ir resolviendo, pero vemos que las dificultades se mantienen. Sigue habiendo mucho cuadro depresivo, de ansiedad», explica el psicólogo clínico Eduardo Martínez Lamosa. El psiquiatra Luis Ferrer i Balsebre apunta incluso a un nuevo escenario: «Está viniendo otra ola de casos desde que empezó el 2022. Estoy viendo a mucha gente que hacía años, pero tanto como dos décadas, que ya había atendido, que ha aparecido de nuevo ahora. Pacientes que estaban dados de alta que se han descompensado. Hasta ahora habíamos visto las manchas del chapapote, pero el chapapote gordo aún no había venido». Esto es lo que los especialistas ven en las consultas. Se ha pasado de un primer impacto, tras el confinamiento más estricto, a innumerables sobresaltos en forma de olas, brotes y variantes del covid-19. Ómicron ha sido el golpe definitivo. «La gente lo va llevando, pero se mantienen dificultades que nosotros contábamos con que no se iban a sostener tanto en el tiempo», dice Martínez Lamosa, que forma parte del Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia. Los casos de ansiedad y depresión no son nuevos para los profesionales de la salud mental porque han sido «históricamente los más prevalentes». «Se han incrementado en frecuencia y gravedad. Muchos casos de gente que, antes de que empezase todo esto, ya tenía algún tipo de dificultad a nivel emocional o de ansiedad se han agravado. Otras personas han brotado, han iniciado durante la pandemia este tipo de dificultades. No es tanto que sean cuadros relacionados con el virus, sino consecuencias secundarias: aislamientos, se van enfriando ciertas relaciones o las condiciones de vida han cambiado. Hay gente que ha debutado en todo esto con la pandemia», apunta este psicólogo clínico. Ferrer i Balsebre añade que ya se arrastraba mucho cansancio: «Cuando la gente empezaba a ver la luz vino la última ola y, aunque no hubo tantos muertos, la gente se retrajo. Es la sensación de levantarte en combate y que este arreón te mande de nuevo a la lona». En el grupo que más preocupa repiten los más jóvenes, que se han encontrado con problemas que son incapaces de resolver. La generación más conectada de la historia sigue desarrollando conflictos que acaban en las consultas. «En ellos estamos notando mucho el aumento de conductas autolesivas, autodestructivas, suicidas. La juventud sí que nos preocupa precisamente por el enfoque más preventivo que queremos asignar a la salud mental», explica Martínez Lamosa.

La sensación de angustia «se corporaliza» y cuando llega a un cierto grado se convierte en ansiedad. «Empiezan los síntomas: taquicardias, falta de aire, mareos, insomnio, dolores múltiples o dermatitis. Con esa angustia y esa ansiedad mantenida, es cuestión de tiempo que te vayas desequilibrando en el plano anímico, afectivo. Ese desequilibrio que se produce poco a poco, primero se manifiesta con una gran irritabilidad. Si eso no se corrige, aparece la fragilidad emocional. Estás más sensible, la gente está más epidérmica, más frágil. Si no lo manejas estás más desilusionado, con falta de energía y puedes acabar entrando en un cuadro depresivo con todas las de la ley», relata Luis Ferrer i Balsebre.

En todo esto, los fármacos siguen siendo la primera barrera. La que contiene las situaciones más urgentes. El uso de antidepresivos y ansiolíticos se ha multiplicado. Muchas veces es la gran herramienta de la atención primaria, que da respuesta a una necesidad inmediata. «El consumo de fármacos, no solo psiquiátricos, también los analgésicos, se ha disparado. En general todos los fármacos que tratan el dolor, no solo el físico, también el dolor de vivir», dice el psiquiatra. Los expertos insisten en que hay síntomas que deben ponernos en alerta. Martínez Lamosa habla de la «sensación de estar desbordado».

FALTA DE MEDIOS

Ha sido una de las grandes reivindicaciones de los últimos dos años: la sanidad pública no estaba preparada de base para afrontar los retos de la salud mental y la pandemia ha creado la tormenta perfecta. Los expertos advierten que las consultas, también las privadas, están a rebosar. Esta es una de las reivindicaciones de la plataforma ciudadana Movemento Galego pola Saúde Mental. «O sistema non estaba preparado para todo o que ten que ver coa intervención precoz e seguimos sen estar», asegura su presidenta, Rosa Cerqueiro, sobre una situación que ya venía demandando atención desde hace más de una década. Ellos ponen el foco en las necesidades de varios colectivos vulnerables. En las mujeres «porque o sacrificio sempre vén de man delas»; en los más jóvenes «porque sufriron unha ruptura abrupta da súa socialización. Tamén porque pasaron unha crise económica e agora a pandemia e ven como se está a adiar a incorporación ao mundo laboral. Están nun período ‘intercrisis’». Suman también a los mayores, especialmente aquellos que se vieron sin contacto familiar en las residencias. «Foi un drama o que supuxo deixar de ver aos familiares e o empeoramento do seu estado cognitivo». Para el Movemento Galego pola Saúde Mental también se extrae algo positivo. Aquella de la que tanto se habló cuando no sabíamos lo que era el covid. «Somos unha sociedade moi solidaria. Temos capacidade de resistencia. Iso non implica, iso si, a capacidade de manter un estado emocional similar de principio a fin e sempre positivo. A capacidade de resistencia ten que ver coa capacidade de buscar solucións», concluye Cerqueiro.