Tener covid persistente: «Un día estás a tope y otro te fatiga cortar cebolla»

María Cobas Vázquez
maría cobas OURENSE / LA VOZ

SOCIEDAD

Isabel Quintana es la portavoz del colectivo de covid persistente en Galicia.
Isabel Quintana es la portavoz del colectivo de covid persistente en Galicia. ANA SKETTE

El colectivo de afectados reclama más investigación sobre su dolencia

14 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El 14 de marzo del 2020 Pedro Sánchez declaró el estado de alarma debido a la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus. Es una enfermedad que en Galicia han pasado 690.830 personas, según el último dato oficial del Sergas. Se estima que un 10% arrastran secuelas, lo que se ha dado en llamar covid persistente, cuyos afectados hoy saldrán a la calle, coincidiendo con el tercer aniversario de aquel día, para hacerse ver y escuchar. En Galicia la cita será a las puertas de la Xunta en Santiago. Allí estarán algunos de los más de un centenar de integrantes del colectivo que agrupa a los pacientes en la comunidad. «La primera fase se gestionó bien, pero ahora somos más de 1,3 millones enfermos en España y no hay visos de que se nos vaya a atender en condiciones», denuncia Isabel Quintana, enfermera del CHUO y portavoz del colectivo gallego.

Demanda, entre otras cosas, que se pongan en marcha de forma efectiva las consultas de covid persistente. «Sobre el papel existen, pero después no hay un internista que siga tu caso. Cada día te toca con uno distinto, y esta es una enfermedad en la que es necesario que los especialistas sean siempre los mismos para que conozcan todas las variaciones que tenemos», señala. Y se explica: «Esta es una enfermedad muy fluctuante, porque un día estás a tope y al siguiente te fatiga cortar una cebolla». También los lastra, dice, la demora en las consultas con especialistas. «Tenemos síntomas de aparición repentina, que vienen y van. Y si tarda cuatro meses en verte el médico, a veces no aparece en tu historia clínica», añade. Explica la enfermera que no es un tema menor, porque afecta a la hora de tramitar las bajas o las incapacidades laborales.

Ella sabe de qué habla. Se infectó en la primera ola, allá por marzo del 2020, trabajando. Estuvo dos años de baja y después el Instituto Nacional de la Seguridad Social le dio el alta calificándola de apta para volver a su puesto. «Dicen que no tengo ninguna secuela», señala, para después empezar con toda una retahíla de ellas: «Me mareo, tengo lapsus de cabeza, a veces no me sale la palabra que necesito, vivo con dolor todos los días, subir escaleras me fatiga». Con la obligación de reincorporarse, Quintana cogió las vacaciones que le correspondían. Y contrajo covid de nuevo. «A las secuelas que tenía se sumó la parestesia, que de repente, cuando el cuerpo quiere, siento como si pisara arena caliente. A veces es solo desagradable, pero otras es incapacitante».

Sigue de baja por el segundo contagio, al tiempo que espera por la resolución judicial, porque recurrió en el juzgado la decisión del INSS de no concederle la incapacidad. «El juicio ya fue, pero como he tenido la suerte de que me ha tocado ahora la huelga [de letrados de Justicia, que tienen paralizado el sector desde hace más de un mes] sigo esperando», dice sin ocultar su indignación. Señala que el suyo no es un caso único, sino todo lo contrario. «A casi todos nos obligan a ir a los juzgados. Las incapacidades que ha dado el INSS son solo en el grado mínimo y a personas que objetivamente están fatal», señala. Les otorgan la incapacidad total, lo que significa que no pueden realizar su trabajo habitual, pero sí otros, por lo que cobran el 55?% de la base reguladora de su salario. Ellos quieren la absoluta, que supondría recibir el 100?%.

Cita como caso de incapacidad total reconocida por el INSS el de una persona que tiene que estar conectada a una máquina de oxígeno las 24 horas del día, por lo que entiende la Seguridad Social que podría realizar algún trabajo, aunque no el que tenía. Y entre los que no lo consiguieron está el de una cocinera que no recuerda la receta de la tortilla de patata o de un afectado que trabaja con la voz y que se queda afónico la mayoría de los días.

Mujeres de entre 25 y 55 años

La mayoría de los pacientes con covid persistente son mujeres de entre 25 y 55 años, con estudios superiores y que en el momento de infectarse estaban trabajando y al tiempo colaboraban en asociaciones o voluntariado. «Éramos gente muy activa», resume Quintana.

Quieren volver a serlo. Por eso los afectados piden que no los dejen solos. «Queremos que se cree un registro nacional y que todas las Administraciones trabajen juntas. Es tan fácil como ponerse de acuerdo y que nos ayuden, que pongan todos los recursos encima de la mesa», demanda. Reclama que se destine dinero a investigación para mejorar su calidad de vida.

Además, apela al empobrecimiento que sufren muchos de los afectados. Por eso piden también tener acceso a un trabajador social para tramitar las ayudas. «Las relaciones con la Administración son extremadamente difíciles porque nuestra cabeza no funciona», remarca Quintana.