El vaciado de su acuífero por el cambio climático, los cultivos ilegales y las urbanizaciones turísticas ha secado más de la mitad de las lagunas
16 abr 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Más de la mitad de sus lagunas ha desaparecido, ya no atrae ni a la séptima parte de las aves que usaban sus 54.000 hectáreas de humedales como refugio invernal y lugar de crianza, los alcornoques centenarios se secan por decenas y perecen las plantas acuáticas y las especies que poblaban sus marismas.
Doñana, el mayor espacio natural protegido del sur de Europa, reserva mundial de la biosfera, el cobijo del lince, se muere de sed y pierde su biodiversidad a marchas forzadas por el avance del cambio climático y por unas autoridades que en las últimas décadas han permitido que la agricultura ilegal y el turismo descontrolado le acabasen de quitar su cada día más escasa agua.
Son las conclusiones de un análisis demoledor de la Estación Biológica de Doñana, el centro de investigación del CSIC que monitoriza el parque y a sus especies y trabaja por preservar la riqueza de un paraje que se extiende junto al litoral de Sevilla y Huelva. No pueden ser más claros. El humedal está «en estado crítico», la situación es «insostenible» y de no tomarse medidas urgentes para revertir la sobreexplotación de su acuífero -el corazón del parque- pronto se rebasará el punto de no retorno.
El deterioro del sistema de humedales, que a principios de siglo rozaron los 3.000, es «generalizado». Las lagunas, la mayoría de ellas temporales (se secaban en verano), se llenan cada vez menos y se vacían antes. Más de la mitad, de hecho, ha desaparecido. Seis de cada diez de las mayores (más de 900 metros cuadrados) no se han inundado desde hace diez años.
Aves a la fuga
La falta de inundación de los estanques, cuando se repite más de lo normal, acaba con la flora propia de las lagunas, que son colonizadas por vegetación terrestre, lo que liquida el humedal y su hábitat protegido. El 19 % de las balsas ha desaparecido por completo, otro 19 % tiene la mitad de la cubeta ocupada por matorral y pinos y solo el 10% sigue en buen estado. No se salvan del desastre ni siquiera los tres humedales permanentes, los únicos que no se secaban ni en verano. Dos se vacían ya con demasiada frecuencia y el de Santa Olalla, el mayor, se evaporó el verano pasado, algo que solo ocurrió en las sequías extremas de 1983 y 1995.
El destrozo es enorme. Un estudio de SEO/BirdLife detalla los daños a su principal signo distintivo, ser refugio de decenas de especies de aves. De los 600.000 pájaros que guareció hace treinta inviernos ha pasado a poco más de 80.000. De las 24 especies principales solo el flamenco y la malvasía cabecillera aguantan el tirón. El resto o se ha reducido en el último lustro a un número simbólico, como el aguilucho lagunero o la cerceta pardilla, o, incluso, ha desaparecido, como el fumarel y el porrón pardo.
Los científicos desvelan por qué las lagunas están cada vez más vacías. El acuífero que las alimenta está en mínimos, por debajo del récord de 1995. En 2020, tres de sus cinco secciones se declararon oficialmente sobreexplotadas. Pierden mucho más caudal del que recuperan.
La primera razón del declive, indican, es el calentamiento global. Sequías reiteradas y temperaturas más altas. El año pasado se recogieron 282 litros de lluvia por m2 -la mitad de lo habitual- y hubo 18,5 grados de media. Y este año se va por igual camino.
Pero solo el cambio climático no explica el problema. Hace 15 años también hubo grandes sequías y nunca se vieron tantas lagunas vacías. El 80 % se seca ahora antes de lo lógico por temperatura y lluvia y el 84 % se inunda menos de lo que explica la meteorología. La diferencia está en la mano del hombre. En los pozos que alimentan un 30% más de invernaderos de fresa en el límite del parque que hace 20 años, la mayoría ilegales. Y también en el suministro para decenas de urbanizaciones turísticas levantadas este siglo en Matalascañas (Huelva). Algo que ya certificó el Tribunal de Justicia de la UE, que en 2021 condenó a España por no impedir el expolio del famélico acuífero de Doñana.
Medidas impopulares
El Ministerio de Transición Ecológica presentó hace seis meses un plan de choque para rescatar Doñana, recuperando el acuífero mediante la reducción de extracciones con la compra y cierre de regadíos, un mayor control de pozos y obras de canalización para traer agua de otras zonas para los usos humanos.
Pero los científicos advierten que muchas de esas medidas pueden tardar años (o no ejecutarse) y que el fin de la sobreexplotación del acuífero debe producirse ya, despolitizando las decisiones y con medidas impopulares como el cierre de pozos y cultivos ilegales, restricciones cuando sea preciso (como ahora) en el suministro y el riego y con la depuración de las aguas (urbanas o con productos agroquímicos) que contamina el parque. Es justo lo contrario, aseguran, a lo que impulsa la Junta con su ley para regularizar los cultivos sin licencia de riego. Norma sobre la que la UE ya ha alertado que acarrearía la imposición de sanciones millonarias a España.