Un mirador a las Illas Estelas con magia

e. v. pita VIGO / LA VOZ

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Un sendero conduce al mirador y a la Rosa de los Vientos, en la punta de Monteferro. Desde allí se divisan las islas Estelas, rodeadas de mar bravo, faros cubiertos de bruma, petroglifos, aves migratorias y calas de «thriller».

18 sep 2023 . Actualizado a las 09:39 h.

Islas Estelas, 1940. Amparado en la oscuridad, un submarino de la US Navy emerge sigilosamente en la boca de la bahía de Baiona y, en medio del oleaje, abren la escotilla una pasajera y un oficial de marina con las caras embadurnadas de negro. Ambos saltan a un bote neumático y reman hacia tierra, en Monteferro. Pero el mar bravo estrella la balsa contra las rocas y la única superviviente se despierta varada en la arena de una cala. Su misión: robar en Vigo su cuaderno de notas a una científica alemana que ha descubierto el secreto de la bomba atómica. Así arranca la reciente novela El Enjambre, un thriller ambientado en la ría de Vigo y escrito a dos manos por la viguesa Goretti Irisarri y José Gil.

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Nigrán es famoso por Playa América y los surfistas de Patos pero los autores escogieron los brumosos parajes de las Illas Estelas para enmarcar su trama de espionaje porque ambos islotes están rodeados de magia y misterio. Acumulan un largo historial de naufragios y dramáticos rescates de pescadores. Las rodean aguas bravas, un faro o boya marina atornillado a las rocas y cubierto de bruma, y unas diminutas calas a las que se baja por escaleras que serpentean por un acantilado. Hay que tener en cuenta que, hace 10.000 años, un bosque se extendía hasta las Cíes y, a día de hoy, aún afloran troncos fósiles petrificados.

El mejor balcón para divisar las Estelas es su mirador, situado en la punta de Monteferro. Está enclavado en la Zona Especial de Conservación Illas Estelas, que atrae a muchos observadores por su gran diversidad de aves marinas en migración. Unas 100.000 aves pasan frente a esta costa cuando se dirigen a sus colonias de cría en el norte.

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Un sendero señalizado sube por la orilla de Panxón hasta el mirador. El camino de ida ofrece vistas marinas en las que sobresalen las cruces de hórreos de los chalés y, al fondo, los polígonos de bateas y la fortaleza de Baiona que preside la otra orilla.

Una vez internados en el bosque, hay una bifurcación. La pista que baja conduce a una cala rocosa, a un columpio ideal para sacarse selfis (es posible que ya no esté) y a una roca con unos de los petroglifos más interesantes de Galicia y que es difícil de encontrar entre la maleza. El bosque está tan lleno de magia que incluso las piedras se esconden del visitante.

La pista que sube al mirador está despejada, por una reciente tala, y el saliente rocoso ofrece vistas directas a las Estelas y a la isla Sur de las Cíes (las otras dos las tapa el perfil de un acantilado). Los cargueros rumbo a Vigo cruzan por el horizonte. Unos metros más arriba, está la Rosa de los Vientos. El premio al paseo es ver en verano cómo el sol se hunde en el mar, un espectáculo que rivaliza con el mirador del Príncipe, en las Cíes.

¿Cómo llegar?

La carretera principal sube al Monumento de la Marina de Monteferro. Por ello, hay que ir desde Panxón; hay un desvío hacia el sendero.

¿Qué ver?

Las Illas Estelas, la isla Sur de las Cíes, la Rosa de los Vientos y petroglifos.