La costra antiedad de la Gran Muralla china

j. l. álvarez MADRID / COLPISA

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Científicos han identificado un efectivo organismo biológico que evita el deterioro del monumento

31 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Evitar el envejecimiento y disimular sus efectos. El ser humano ha tratado durante siglos y con diversas técnicas, desde la aplicación de polvos y emplastos hasta la cirugía, combatir lo inevitable, lo inherente a un ser vivo. Pues con los monumentos ocurre lo mismo. Un grupo de científicos ha identificado un efectivo organismo biológico que evita que una de las siete maravillas del mundo, la Gran Muralla china, padezca en sus piedras las marcas del paso de los siglos debidos a la erosión.

La Gran Muralla es una increíble fortificación de unos 21.000 kilómetros de largo que comenzó a construirse en el siglo V a. C. y se concluyó en el XVI de nuestra era. El Imperio chino la levantó como barrera defensiva de las invasiones de los pueblos xiongnu que habitaban Manchuria y Mongolia. Aunque solo se conserva un 30 %, la obra contaba con ramales para frenar a los enemigos. Su altura oscilaba entre los cuatro y los siete metros.

Una de las partes más visitadas del monumento, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987 por la Unesco, es la de la dinastía Ming (1368-1644). Esta sección del muro ha sido objeto de un reciente estudio por investigadores de la Academia de Ciencias y de la Universidad Agrícola de China que se han interesado por su erosión.

La sorpresa es que los tramos, pese a estar construidos con tierra compactadas, no han sufrido la lógica destrucción que afecta a la mayoría de los monumentos. Los expertos determinaron que el 67 % de la obra está recubierta por las denominadas biocortezas.

Se trata de costras formadas por cianobacterias que en las zonas áridas de la muralla tienen un pigmento fotosintético azul y en las regiones semiáridas o húmedas están formadas por musgos de la familia de los Pottiaceae, según recoge la agencia de noticias china Xinhua.

Los científicos determinaron que las biocortezas cubiertas por musgos mejoran la «resistencia mecánica» de la pared y la estabilidad del suelo entre un 37 y un 178 % respecto a otros los tramos de bloques de tierra apisonada sin la costra natural. Al parecer, las biocortezas «sirven como estabilizadores, como capas de ‘sacrificio’ y techos de drenaje» frente a la acción de agentes externos como las lluvias, los vientos o los cambios de temperaturas, según detalla Xiao Bo, uno de los autores del estudio.

Las conclusiones son prometedoras para conservar el patrimonio, pero por el momento no será posible ver envueltas en líquenes o musgos otros de las siete monumentos elegidos por votación popular en e 2001 como maravillas del mundo declarados (Chichén Itzá, Petra, el Coliseo, Taj Mahal, el Cristo Redentor o las ruinas de Machu Picchu). Tampoco parece ser la solución a los problemas que sufren las catedrales y otras edificaciones históricas.