El veto a los móviles redujo el acoso y mejoró las notas de los niños gallegos

Juan Ventura Lado Alvela
J. V. Lado REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Un grupo de jóvenes participan en un taller sobre salud mental, adicción a los móviles y emancipación en el que aprenden a mejorar las formas de relacionarse con su entorno y las graves consecuencias que tiene en la familia y en los círculos sociales el aislamiento por una dependencia de la tecnología
Un grupo de jóvenes participan en un taller sobre salud mental, adicción a los móviles y emancipación en el que aprenden a mejorar las formas de relacionarse con su entorno y las graves consecuencias que tiene en la familia y en los círculos sociales el aislamiento por una dependencia de la tecnología Nahia Peciña | EFE

Ganaron el equivalente a entre 0,6 y 0,8 años de aprendizaje en matemáticas y ciencias

05 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El veto a los teléfonos móviles en los colegios e institutos se traduce en una reducción de los casos de acoso escolar y una mejora de los resultados académicos medidos a través del Programa de Evaluación Internacional de los Estudiantes, popularmente conocido como informe PISA. Se trata de un efecto que a cualquier pedagogo le podría parecer lógico, pero que dos economistas de la Universidad de Valencia, Pilar Beneito y Óscar Vicente, han conseguido medir y constatar utilizando los datos de Galicia y Castilla-La Mancha.

Estas dos comunidades introdujeron las primeras restricciones a la utilización de estos dispositivos electrónicos en los centros educativos en el año 2015. Y aunque ahora son muchas las autonomías que ya han hecho lo propio o piensan hacerlo próximamente, en aquel momento no contaban con una normativa en este sentido. Por tanto, estos dos investigadores se toparon con el escenario perfecto para llevar a cabo su estudio y luego plasmado en un artículo científico. Un texto en el que describen como los casos de acoso escolar notificados en estas comunidades se redujeron entre un 15 % y un 18 % en el grupo de 12 a 14 años y entre un 9,5 % y un 18 % en el tramo de 15 a 17 años. Además, en el caso gallego los resultados de estos alumnos en el informe PISA fueron 10,7 puntos mejores en matemáticas y 12,7 puntos mejores en ciencias que si no se hubiesen adoptado estas medidas. O, lo que es lo mismo, teniendo en cuenta que cada año de aprendizaje equivale a entre 25 y 30 puntos PISA, ganaron entre 0,6 y 0,8 años.

Para llegar a esas conclusiones, como explica la profesora Beneito, utilizaron el modelo estadístico SCM. Por resumirlo en términos muy coloquiales, se trata de un método para aislar en la medida de lo posible el resto de variables para determinar cuál es la que produce los cambios. En este caso se trata de distinguir qué efectos son atribuibles a la restricción de los móviles.

«Lo primero que nos preguntaban es qué hace un economista analizando estas cosas, pero es que la economía es eso, la gestión óptima de los recursos y como yo le digo siempre a mis alumnos correlación no es causalidad. La obsesión nuestra es identificar la causalidad», detalla Beneito, que defiende la validez del sistema como método de evaluación de políticas.

El análisis no es tan sencillo como comparar los datos de PISA de una comunidad antes y después del 2015, porque pueden haber cambiado otras cuestiones, como la inversión educativa por ejemplo, que lo distorsiona todo. De hecho, en general los resultados educativos de los alumnos españoles han tendido a empeorar en los últimos años, con lo cuál no habría que buscar una mejora sino que empeorase menos.

Comunidad Frankenstein

Como señala la profesora, lo que hicieron es crear «una especie de comunidad Frankenstein». Es decir, un perfil sintético que copie de la manera más fidedigna posible los condicionantes de Galicia. Por ejemplo, en matemáticas esa Galicia sintética es un 41,2%; Navarra, un 21,6 %; Canarias, un 14,4 %; La Rioja, un 12,8 % y Extremadura y un 10 % Cataluña.

A partir de ahí, lo que compararon los investigadores es la Galicia real con esa versión de laboratorio. Y comprobaron que los datos del modelo sintético seguían la misma línea que venía manteniendo Galicia en los años anteriores. Por contra, los datos reales indicaban una mejora de las notas y una reducción del acoso. Como el único cambio introducido entre una versión y otra era las restricciones a los móviles, cabe inferir que los efectos se deben a eso. Porque, además, cuentan con otro dato que refuerza todavía más esta idea. En el grupo de menores de 12 años —donde tener móvil propio era muy raro en el 2015— no hay prácticamente diferencia entre la Galicia real y la sintética.

Por todo ello, estos científicos de la Universidad de Valencia consideran que «una de las explicaciones plausibles del deterioro académico observado podría ser la intensificación en el uso del teléfono móvil entre los más jóvenes y la distracción que introducen en su tiempo de aprendizaje». Es más, aún con todas las cautelas propias de la limitación de datos con la que trabajaron, entiende que una medida restrictiva en este sentido puede dar réditos educativos importantes.

Francisco Villar, psicólogo experto en conductas suicidas: «Coges el móvil, lo tiras por la ventana y ya se le pasará al niño»

Para el especialista la prueba definitiva es que «los que desarrollan las pantallas a sus hijos no se las dan»

J. V. Lado

El doctor en Psicología Francisco Villar Cabeza atiende a diario en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona a adolescentes que han tratado de quitarse la vida. Conoce de primera mano el impacto que tiene la exposición a las pantallas en estas y en otras conductas lesivas para los menores. Por eso aplaude de manera entusiasta las restricciones gallegas a los móviles en los colegios e institutos. Tanto que, como padre de familia numerosa, dice que la da envidia e incluso bromea con venirse a vivir a Galicia.

—¿Qué le parece la iniciativa de la Xunta para quitar los móviles de los centros educativos?

—La escuela tiene que generar espacios de equidad, de igualdad, porque lo que sucede con esto de las tecnologías es que los chicos que menos supervisión pueden tener de sus padres, con entornos socioculturales más deprimidos, más desfavorecidos, están mucho más expuestos a las pantallas que los que no. Y al final hay unos chicos que no encuentran un espacio en el que puedan estar participando, desarrollándose, interactuando con iguales en una zona libre de interferencias, y otros que sí porque se van a extraescolares o con sus padres a no sé donde porque tienen más tiempo libre y pueden estar con ellos. Todo lo que sea garantizar estos espacios me parece una responsabilidad asumida por parte de la escuela. Hace dos cosas además, porque la escuela no solo se encarga de transmitir conocimientos —que también, es lo fundamental— y de generar un espacio de igualdad y equidad (que también), sino de educar a la ciudadanía. Mis hijos vienen a casa diciéndome que tengo que reciclar. Ya reciclamos, pero me vienen del cole muchas veces con eso. Nos educan a los padres a través de los niños. Entonces, sirve para mandar un mensaje en el sentido de: «Oye, esto que les estáis dando a vuestros hijos es peligroso, todavía no está dominado, tiene muchos más riesgos que beneficios».

—¿En qué medida le da herramientas a los padres para marcar sus propias pautas?

—Si en la escuela no se puede, será que no es tan bueno. Además, el acicate de la escuela era lo que abría la puerta de las casas, porque los niños venían a la casa diciendo: «En la escuela todo el mundo lo tiene». A partir de aquí los niños ya tendrán que inventarse otra cosa, eso se les acabó. Es un elemento muy importante de ayuda a los padres para mantener ese criterio. A muchos padres les será más fácil lo que se plantea, que es solo pedir un retraso el acceso a ese mundo tan peligroso, para que estén más formados como personas y para que pueden enfrentarlo de una manera más sana. No tiene nada que ver con una prohibición, sino que ya hemos visto que la exposición prematura les ha hecho mucho daño y vamos a intentar protegerlos. Va mucho más allá de los muros de la escuela. Igual que iniciativas que muchas veces escucho yo en el sentido contrario, de: «Yo a mi hijo no le doy el móvil, la presión social no me doblega». Pero ahora el profesor en primero de ESO dice: «Sacad todos los móviles y haced una foto aquí». Por eso lo que se están haciendo en Galicia es lo más sensato que se puede hacer dado el momento actual. Luego ya veremos lo que pasa en el futuro, porque nos intentan decir que nosotros estamos anclados en el pasado. Fíjate en la trampa. Nosotros pasamos de la bicicleta al vehículo y eso fue progreso. Y ahora el progreso es volver a la bicicleta. Por eso decir que corregir un error dado, porque no se reflexionó suficiente, implica anclarse en el pasado; no es más que otra treta de las que ya nos tiene acostumbrada la industria tecnológica y que luego asumen los políticos.

—¿Implica asumir una derrota?

—No. Lo que pasa es que tampoco sabemos por qué los quisimos poner. Se trata de tener una reflexión que no tuvimos. ¿Tú para que le quieres dar algo así a unos niños que están creciendo, que están desarrollándose, que están participando... por qué a unos niños sanos les pones algo? ¿Cuál era el plan? Parece que la tecnología se ha convertido en un fin en sí mismo, cuando el fin siempre ha sido el ser humano. Entonces nos han vendido una película. Nos dijeron que con eso haríamos mejorar la especie, algo que por cierto es antiético porque la especie está bien como está. Pero nos la colaron por ahí. Entonces, los padres, como dotadores de recursos que somos, si te dicen que el mundo va a ser siniestro, inhóspito y que tu hijo quedará fuera de la carrera si no le das eso, tú coges y se lo pones. En el momento el que se lo pones —mientras que los que desarrollan esto no se lo ponen a los suyos—, tampoco te orientan. Tú se lo pones y lo que haces es dejarlo fuera de la carrera, porque entonces pierde capacidad de concentración, de atención, la capacidad lectora... Y entonces viene la hostia que nos hemos pegado en PISA, que no es solo por el móvil, pero desde luego tiene incidencia directa. Entonces, más que reconocer una derrota sería reconocer un error y yo lo haría con una disculpa: «Perdonad chicos nos hemos equivocado». Porque a muchos chavales se le ha regalado su primer móvil sin tan siquiera decirlo. Otra cosa es que se pusieran contentos al recibirlo. Pero es que a algunos no les dieron tiempo ni a pedirlo. Directamente ya lo tenían.

—¿Qué problemas genera?

—Estamos viendo los daños que produce la pantalla porque ni el cerebro ni el ser humano están adaptados para tal cantidad de estímulos. Porque otra que nos colaron es lo de «generación digital». ¡Es que alucinas!. Pero luego viene la Fundación Visión y Vida y nos dice que la miopía magna se ha multiplicado por seis en la adolescencia. Dice que el 60 % de esos acaban teniendo desprendimiento de retina y piensas: «¡Madre mía!, ¿pero estos niños no eran una generación digital?» Pues no. Los músculos que tienen en los ojos son los mismos que teníamos nosotros. Necesitan ver en profundidad porque si no los dañan. Y lo mismo pasa con el cerebro, con la capacidad de tolerancia a la frustración... Son esas oportunidades que les hemos restado a los niños por meterles la pantallita delante. Por eso yo no diría que es asumir una derrota, sino más bien descubrir un engaño, porque ellos a los suyos no se los ponían y están sentados en los banquillos en Estados Unidos por eso, por hacerle daño a los niños, saberlo y seguir haciéndolo. Descubrir el engaño está muy bien, pero para corregirlo, porque no vale eso de tener conciencia. Si la miopía se ha multiplicado por seis, no vale con poner más gafas. Si los niños no tiene capacidad de comprensión lectora, tampoco sirve disminuir la extensión y la complejidad de los textos, que es lo que hemos estado haciendo. Después vienen todos los problemas de tolerancia a la frustración y la impulsividad. Al final, la vida les es mucho más dura, porque si antes te podías esconder del acosador y acercarte a tus padres o a otro adulto y ya estabas salvado, ahora te están destrozando sentado al lado de tus padres.

—¿Qué beneficios se pueden obtener con la regulación?

—El ciberacoso podríamos erradicarlo de golpe, de un plumazo. En lugar de eso, hacemos programas de adicciones comportamentales. ¿Adicciones a qué? Supuestamente vamos a ayudar a los niños que son adictos a las pantallas. ¿De verdad? Tendremos que ayudar a los chavales que son adictos a los porros, porque los padres ya les han dicho que eso no lo pueden hacer, la policía ha fallado en cuanto a la detección, etcétera. Pero ¿adicción a las pantallas? Pero si es una cosa que le damos nosotros. Coges la pantalla, la tiras por la ventana y ya se le pasará al niño. Hemos hecho unas cosas muy raras y no sabemos por qué. Lo único, que económicamente es muy rentable para algunos. No puede ser. La tecnología ha venido aquí para ayudar al ser humano. En la medida en la que lo ayude, bienvenida sea, porque si tú montas un parque de atracciones superdivertido pero superpeligroso, no te lo abren.

—¿Considera un error la hiperdigitalización de la enseñanza por parte de la Administración?

—Seguramente. Por eso lo están corrigiendo muchos países del norte de Europa. El cole no debería renunciar a esto, pero sí puede hacer un aula de informática con unos ordenadores de torre allí, algo mucho más ecológico. Y esta es la sala de informática y la custodio yo. Además, con la disposición hago que todas las mesas estén contra la pared, así yo al alumno durante toda la clase no le veo la cara, pero veo lo que tiene en la pantalla. Eso es un control parental o de profesores adecuado o efectivo, porque el niño no sabe cuando yo estoy mirando a su pantalla. Entonces, en este tiempo yo le incorporo lo que crea que puede ser necesario en esta digitalización, porque, además, cada vez es más simple. Ya se encargan los diseñadores de que eso sea simple. Tu hijo con tres años ya le quita la contraseña al móvil, porque cada vez es más fácil. Antes era un código numérico, ahora llega con un trazado, algo mucho más sencillo para los niños. Es así porque ellos le piden a los diseñadores que un niño de tres años pueda usarlo. Y es así, los diseñadores son los inteligentes, no tu hijo de tres años. Además, los que te están diciendo esto se han formado con papel y lápiz y ahora están a unos niveles altísimos de digitalización. ¿Pero qué nos están vendiendo? Tú lo que tienes que proteger es el cerebro del niño para estimular esa capacidad de creatividad y de trabajo. Tiene que llegar a los 18-20 años, que es cuando se inicia una carrera, conociendo bien los conceptos matemáticos y sabiendo hacer una lectura en profundidad. No lo que les pasa ahora, que no tienen capacidad de lectura profunda y, por tanto, de hacerse una narrativa de su propia vida. Les estamos robando la capacidad de entender lo que les está pasando y de tener un criterio propio. La gente es que no sabe discernir lo que es cierto de lo que no es cierto y ni siquiera lo que es importante de lo que no. No podemos quitarles esa sensación que nosotros hemos tenido de ver imágenes mientras están leyendo, que no sabes ni por la página que vas, pero que estás viendo eso que lees. Imagínate el trabajo que está haciendo el cerebro con eso. No olvidemos que [Manfred] Spitzer nos habla de demencia digital ya en el 2013. No es que lo estemos descubriendo ahora, es que los que tenían más capacidad visionaria que nosotros —que yo concretamente, que en el 2012 estaba a por uvas en este aspecto— ya nos estaban avisando. Y es un concepto superinteresante. Spitzer nos está diciendo que la tecnología es una herramienta de trabajo brutal y un atentado contra el aprendizaje, porque el aprendizaje no tiene que ver con ponerte las cosas fáciles. Al contrario, porque el cerebro se llena de trabajo, no de estímulos, que te caen como una ducha. Te duchas, te secas y no te penetra nada.

—¿Cómo afecta esta hiperestimulación a la configuración del cerebro?

—Las amenazas son dos: la exposición a contenidos a los que no pueden acceder ni les toca y la competición que hace con la vida. En la vida tenemos tiempos limitados y además los niños tienen poco tiempo de vigilia. Esta vigilia la pueden utilizar para una cosa o para la otra. Entonces, si el niño está en el parque jugando con la pelota, está haciendo motricidad, integración de diferentes estímulos, visión del espacio... y, además, está viendo como jode perder o aprendiendo a saber ganar, porque si te pasas de celebración el otro se cabrea. Con una pantalla está fuera de todo aquello. Si llegas a tu casa y tienes a tu hijo con su pantalla y tú con la tuya, perdona, pero no estáis interactuando. Por no hablar de la negatividad como elemento de impulso y de creación, porque si un chaval no se puede aburrir porque tiene una pantalla delante, no podrá crear, ni imaginar. Se pondrá ante la vida de una forma pasiva y eso es un atentado. Cuando hablo con los de atención temprana me dice: «Es que Pocoyó no es agresivo». Claro, Pocoyó no le corta la trompa al elefante ni nada, pero mientras el niño está en Pocoyó no está en la cara del padre. Piensa que un bebé se vuelve loco, se pasa un ratazo, mirando sus propias manos. Imagínate el estímulo que necesita un bebé. Muy poquito porque es lo que puede procesar. Solo con taparte la cara con las manos y destaparla con cara de risa se monta una fiesta monumental. Miras para otro lado y lo vuelves a mirar de forma rápida y se troncha. Es una cosa loquísima para ellos. Imagina para lo que está preparado su cerebro y su musculatura. Por eso los peligros tienen que ver con las dos cosas. ¿Con la exposición a contenidos violentos? Sí. Pero también con el acoso directo y con la competencia que le hacen las pantallas a la propia vida. Insisto en que la infancia y la adolescencia tiene que ver con generar oportunidades para que los futuros adultos desarrollen sus propios recursos. No para que los dejes ahí hipnotizados. «¡Es que está más tranquilo!». Bueno, pues sédalo. Dale benzodiacepinas que para eso las tenemos. Si lo quieres drogado, sédalo directamente y así por lo menos le conservarás la visión. Yo creo que hay que trasladar que el movimiento es vida y que la paternidad es difícil, porque cuando tu niño se pone tozudo y estás ahí negociando si te hace caso o no te hace caso está aprendiendo, está entrenando regulación emocional, está midiéndose contigo para ver que puede hacer y que no. Es una pasada. Y el niño que está comiendo, está comiendo. Sabe que hay una narrativa, una cosita que empieza, que tienen un desarrollo y un final. Si tengo ahí al niño con la pantalla en la cara no sabe ni que está comiendo, le fallan las alertas de saciedad... está, pues eso, hipnotizado. Un día en una charla viene un abuelo y me dice: «Mi hija me deja a mi nieta, yo le ayudo con el cuidado. Viene a las cinco de la tarde, se planta los auriculares, se pone la tablet y se queda en una esquina. Luego viene el padre a las ocho de la noche y la recoge, sin más». Y me dice: «¡Hostia!, es que yo quiero estar con mi nieta [ocho añitos] y no he estado con ella, es que ni siquiera sé lo que estoy haciendo. Simplemente que hay un adulto por allí». Es muy importante que se tenga en cuenta esto porque son momentos de oportunidad. El CEO de Netflix dice que su gran enemigo es el sueño, porque si el ser humano no necesitase dormir ocho horas, él ganaría más pasta. Esto es una barbaridad, porque si su enemigo es el sueño quiere decir que la vigilia la tiene completa y eso no puede ser. La tecnología ha venido aquí a liberarle horas al ser humano. Como la lavadora, que en lugar de pasar horas en el río ahora dispongo de un tiempo que dedico a lo humano. Lo que no puede ser es que por un lado nos liberemos de carga laboral y que, por otro, nos lo consuma todo una pantallita. Y con los adultos que hagan lo que quieran, pero los niños que no los toquen.

—¿Están las propias aplicaciones diseñadas para robar tiempo?

—Es que tienen que competir por conseguir el tiempo de las personas, y no se inhiben, utilizaran todas las estratagemas que tengan a su alcance. Y sí, los podemos sentar en los tribunales, pero mientras están allí sentados nuestros hijos siguen recibiendo el daño. Con lo que sabemos ahora deberíamos decir: «Vamos a darnos una especie de parón». Si esto fuese un ensayo clínico ya lo hubiésemos parado hace tiempo porque tenemos suficientes indicios para pensar que está haciendo daño. Y no les pasa nada porque digamos que ahora los móviles están prohibidos. La vida brota, se ponen a participar entre ellos, piden juegos de ajedrez y otras actividades para poder entretenerse y no les pasa nada. Los chavales entienden muy bien una cosa como «¡Oye chicos!, lo siento, me he equivocado, vamos a rectificar». Es que yo no entiendo que le da una pantalla a un niño hasta los ocho años. No le da nada desde mi punto de vista. Es más, hablando del cyberbulling. Es que hoy prohibimos todos los teléfonos móviles en menores de 16 años y mañana se despiertan aliviados miles de chavales, miles. ¿Por qué no lo hacemos? Dicen que hay que estudiarlo, pero ¿qué más necesitamos estudiar?

—¿Se ha caído la excusa de la falta de evidencia científica?.

—Primero que se ha caído y segundo que es también una trampa. A cualquiera que me acompañe a mi una semana en mi trabajo se le cae esto, porque se le tiene que cambiar la cara. Es imposible que tú sigas igual cuando en vez de ver números vez el sufrimiento de las personas en primera línea. Entonces, tú lo que no puedes hacer es un planteamiento científico de decir: «Mira, voy a coger a 500 chavales aleatorizados al azar y los voy a poner a cinco horas de pantallas, a estos otros 500 los voy a poner a tres horas y a otros 500 les voy a dar cariño, abrazos, participación con los amigos y juego de calle». Tú no puedes hacer este estudio porque, con todo sentido lógico, ningún comité de ética te permite eso, porque ya entiendes que te vas a cargar a 500 chavales. No puedes exponerlos. Nosotros no sabemos cuáles son los efectos de la exposición a la heroína de los niños entre seis meses y 13 años porque nunca hemos hecho una cosa así, porque es una aberración absoluta. Lo que tenemos son estudios correlacionales. Si en los últimos cinco años la visión ha empeorado de tal manera y los niños lo que han estado es expuestos a las pantallas, pues será esto o será el cambio climático, pero parece que puede ser esto. Y además lo vemos en la práctica clínica, porque yo sí que tengo la causalidad. Atiendo intentos de suicidio, trato de ver cuáles son las causas y sale continuamente la exposición a las pantallas, tanto por la pérdida de fundamentos de la vida, como cada vez que acaban no durmiendo o estando ahí hasta las tres de la mañana y pierden sueño, pierden el ánimo, pierden la capacidad de concentración y aprendizaje... Todo son como dificultades acumuladas en cascada precisamente por eso. Los tímidos ya no enfrentan la timidez. Antes si eras tímido tenías que hacerlo porque salías a la calle. Ahora te puedes quedar en tu casa hipnotizado diez años si hace falta. Luego vienen con la chorrada esta que no sé quien la dijo de que si le quitamos los teléfonos a los chavales tendrán un pico de ansiedad. Ese es el factor directo y determinante de que se lo tienes que quitar. Si lo estás haciendo dependiente de una cosa que le pones tú en la mano es que se lo tienes que quitar.