Un implante cerebral capaz de controlar la epilepsia y el TOC

r. r. garcía REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Amber Pearson ha recuperado su vida con el dispositivo

05 feb 2024 . Actualizado a las 05:10 h.

Amber Pearson tiene un implante en el cerebro. No fue la primera persona a la que le colocaron un dispositivo en su cabeza para controlar los impulsos de determinadas funciones neuronales ni tampoco fue la elegida por Neurolink, la empresa de Elon Musk, para insertarle un chip capaz de controlar los movimientos con su mente. Su caso es bien distinto, pero sí es la primera persona en el mundo a la que le implantaron quirúrgicamente un dispositivo que envía impulsos eléctricos a una región específica del cerebro que le permite controlar a la vez su Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), que sufre desde niña, y su epilepsia, que le diagnosticaron a los veinte años.

La intervención se llevó a cabo en la Oregon Health & Science University de Estados Unidos en el 2019 y, desde entonces, su vida ha cambiado. Su caso, con la evolución experimentada a lo largo de estos años, se ha dado a conocer en la revista científica Neuron.

 El trastorno había arruinado desde pequeña la vida de esta mujer. Se lavaba las manos con tanto empeño que le acaban sangrando. Comía poco porque tenía miedo a que su comida se contaminara con la de otra persona, y su obsesión la llevaba a cerrar cientos de veces las puertas y ventanas de su casa. La misma mecánica que seguía con cualquier operación rutinaria, como apagar la luz. La ansiedad la carcomía. Cualquier preocupación era una tragedia.

La situación empeoró cuando a los 20 años le diagnosticaron epilepsia. Todo fue a peor hasta que un ataque epiléptico que la dejó inconsciente le cambió la perspectiva. Fue el clik para ella y los médicos, que le aconsejaron someterse a un procedimiento poco común: una estimulación cerebral profunda (ECP).

La idea era que un electrodo de 32 milímetros de largo implantado en una zona del cerebro conocida como núcleo accumbens —el área asociada con la motivación y la acción, incluidos los impulsos compulsivos— ayudase a controlar su trastorno. Y así lo hizo. También es «el único dispositivo del mundo que trata dos enfermedades», explica el neurocirujano que atendió a la paciente, Ahmed Raslan.

El dispositivo, además, se programa de forma diferente, por lo que la acción que se ejerce para tratar el TOC es diferente a la que se emplea para la epilepsia.

Amber Pearson, que ahora tiene 34 años, es otra persona. «El TOC es peor que tener convulsiones. Si bien la epilepsia trae limitaciones a mi vida, el TOC me controló la vida», dijo.

El impacto del tratamiento no fue instantáneo. «Tardé —explica la joven— unos meses en notar los cambios. Empecé a percibir poco a poco que desaparecían ciertas acciones de mi rutina. Y luego se iban otras más». Una gran transformación fue cuando dejó de lavarse las manos de forma compulsiva: «Antes de comenzar el tratamiento —señala— me lavaba las manos hasta que me sangraban. Las tenía tan resecas que al doblar los dedos se me agrietaba la piel de los nudillos». Ahora vive con un implante en el cerebro, pero su vida ha cambiado.