La tolerancia al estrés, una de las claves para llegar a la vejez con buena salud

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Xoán A. Soler

Myriam Gorospe y Manuel Collado cerraron el congreso Senescel con un diálogo en el que repasaron los mecanismos biológicos del envejecimiento

09 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez que se hace ejercicio, el músculo se rompe un poco, pero el cuerpo tiene capacidad de regenerar y reparar ese daño. Una capacidad que va disminuyendo a medida que pasan los años. Con un ejemplo tan ilustrativo definía Myriam Gorospe en qué consiste el proceso de envejecimiento, lo que estudia en el Instituto Nacional sobre Envejecimiento de Estados Unidos, que como colofón final al congreso Senescel y dentro del ciclo de conferencias de Afundación Diálogos sobre lonxevidade e envellecemento conversó con Manuel Collado, investigador del CSIC.

«Todos experimentamos el envejecimiento», recordaba Collado al inicio de la charla y quizá por eso es fundamental la investigación de los mecanismos que hacen que lo que primero son achaques físicos acaben evolucionando hacia enfermedades. Los mecanismos de la senectud. «La clave es entender los procesos biológicos, ver lo que falla cuando están mal y buscar soluciones».

A eso se dedica el instituto en el que ejerce su labor Gorospe, que admitía que, sí que hay un componente en la longevidad, el genético, que viene dado, pero que el ambiental tiene mucho peso: los genes están ahí, pero el entorno y los hábitos de vida modulan cómo se expresan esos genes.

«El hecho de que sobrevivamos a la edad posreproductiva no estaba muy previsto en la evolución», reconocía Manuel Collado. Se da una paradoja, que es que los genes que en la juventud activan una buena respuesta inmune, son los mismos que en la senectud generan enfermedades autoinmunes. De hecho, «el mayor factor de riesgo para casi todas las enfermedades es el envejecimiento», recordaba Collado, que recordaba la bofetada de realidad con respecto a las enfermedades infecciosas que dio el covid y cómo la edad era un factor de riesgo. Pero también lo es para las enfermedades neurodegenerativas, las que «nos dejan en una situación más vulnerable y de mayor dependencia».

Por ahora solo hay tratamientos «para algunas enfermedades, como esclerosis o párkinson) pero para el alzhéimer no hay una terapia que cure. Van saliendo terapias que prolongan la capacidad de memoria e intelectual, pero realmente no hay curas. También os digo que hay miles de investigadores trabajando en ello», respondía Myriam Gorospe, que destacaba como prometedora la investigación en los conocidos como senolíticos, moléculas capaces de permitir que el organismo se deshaga de las conocidas como células senescentes, las que a causa de un daño dejan de tener identidad y pueden generar inflamación en el organismo.

Por el momento, hay resultados interesantes en modelos de ratón y en males como el alzhéimer. Los senolíticos mejoraban los síntomas en los animales en los que se testaron. Y esos senolíticos, además, no son solo moléculas sintetizadas en laboratorios, sino que están presentes en frutas y verduras, como puede ser por ejemplo el jengibre.

«En sitios como en Cerdeña, donde hay muchos centenarios, lo que se ve es gente activa físicamente, mentalmente y socialmente», subrayaba la bióloga sobre el estudio de su instituto en esta región italiana. Y algo muy importante: «La gente que llega con buena salud a la edad mayor tiene alta capacidad de tolerar el estrés». Estrés de todo tipo, como puede ser el físico (condiciones de frío o calor) o el emocional, el enfrentarse a crisis, a pérdidas. Para este segundo es clave la red social, y no la que se ve en la pantalla de un smartphone, sino la que conforman los vínculos familiares, de amistad, amorosos.