El desgarrador destino de dos hermanos gallegos que murieron en un campo de exterminio nazi y un gulag soviético
SOCIEDAD
Ramón y José Diz, republicanos de Vilaxoán, fueron víctimas del totalitarismo asesino de Hitler y la brutal maquinaria estalinista
08 nov 2024 . Actualizado a las 09:41 h.Afortunadamente todavía queda gente que puede contar una historia como esta. Sobre todo ahora, cuando una ola de suicida desmemoria se abate sobre Europa. Dos hermanos, nacidos a orillas del mar de Arousa en el despertar del siglo XX, corrieron una suerte paralela, cruzada de un desolador infortunio. Ambos, que abrazaron el ideario republicano y respaldaron al bando legítimo durante la Guerra Civil, murieron con siete años de diferencia en lados opuestos de la trinchera totalitaria que escindió el continente con la Segunda Guerra Mundial como eje. Ramón Diz Rivas perdió la vida en 1941 en el campo de Gusen, un satélite de la pesadilla nazi de Mauthausen. José Diz Rivas falleció en 1948 en Odesa, en uno de los gulags en los que Stalin esclavizó a su propio pueblo y a quien cayese bajo su esquizofrénica trituradora.
«O meu pai non falaba do que lles pasara ao seu pai nin ao seu tío. Pero pouco a pouco fomos coñecendo datos. Á miña avoa visitouna moitos anos despois un supervivente, creo que era de Catoira, e contoulle como morrera o seu home», explica Marcela Diz, nieta de José, al hilo de la iniciativa que el Concello de Vilagarcía acaba de poner en marcha para honrar la memoria de cinco víctimas de los campos de exterminio del nazismo. Páginas web como deportados.es y el trabajo de la historiadora Luiza Iordache permitieron a su familia reconstruir la mala fortuna de un grupo de hombres a quienes el triunfo del golpe franquista arrojó a los mataderos de la Historia.
Ramón y José nacieron en Sobrán (entonces concello de Vilaxoán, hoy integrado en Vilagarcía), hijos del cantero José Diz y de Manuela Rivas. Ramón lo hizo en 1897. Marinero fogonero, con 24 años emigró a Erandio (Vizcaya) en busca de una vida mejor. De su matrimonio con Concepción Eizaguirre nacerían dos niños, José Ramón y Luis. «Atopamos rastro deles en Erandio, pero a xente que os coñecía díxonos que ningún deles tivo familia e aí perdeuse o seu legado», explica Marcela.
La insurrección franquista pronto empezó a pasarles factura a los Diz. Su tío paterno, Manuel Diz Rubianes, presidía el Sindicato del Transporte Marítimo de la CNT en Vilagarcía. Fue ejecutado por los fascistas el 15 de agosto de 1936. En mayo de 1937, Ramón es evacuado desde Bilbao a Francia. Pudo cruzar la frontera de nuevo para combatir del lado de la República o permanecer refugiado más allá de los Pirineos. Son años y meses de sombra. Su nombre reaparece en 1939. Confinado en Saint Cyprien, fue trasladado junto al colectivo vasco al campo de Argelés, conocido como Gernika Berri, y poco después a Gurs, de donde es desalojado junto a otros 1.379 españoles por orden del Gobierno francés. Detenido por el Ejército alemán, fue encerrado en el campo de Angulema. En agosto de 1940, los nazis suben a todos los teóricos refugiados, tratados siempre como presos, a un tren de ganado que, cuatro días más tarde, los vomita en Mauthausen.
Transcurridos cinco meses, el de Vilaxoán se encuentra muy debilitado, probablemente a raíz de las pésimas condiciones en las que los prisioneros malvivían y al régimen de trabajos extenuantes al que eran sometidos. El 21 de enero de 1941 sufre su último traslado. Lo destinan a Gusen, un espacio accesorio de la máquina de matar que fue Mauthausen. Seis días después, Ramón Diz exhala su último aliento a los 43 años. La causa oficial que se dio a su muerte fue una pleuritis.
De navegar con armas para la República desde el Mar Negro a terminar encerrado en Odesa
José Diz Rivas nació siete años más tarde que su hermano Ramón, en 1904, también en Vilaxoán. Marino mercante de profesión, navegaba en el buque Cabo San Agustín, de la naviera andaluza Ybarra y Cía, cuando el estallido de la Guerra Civil sorprende al barco y a su tripulación en Barcelona. Requisado por la República, el navío sirve como cárcel flotante en los compases iniciales de la contienda, pero pronto es destinado a labores plenamente incardinadas en la dinámica bélica. Armado con artillería y metralletas en Sebastopol, el Cabo San Agustín estableció una línea de constante intercambio con puertos soviéticos del Mar Negro, donde el Gobierno legítimo de España encontraba un imprescindible abastecimiento. De material de guerra, sobre todo.
Los viajes de regreso debieron de constituir pequeñas epopeyas marítimas. Camuflado bajo un nombre soviético, el buque, que en cuanto se reabastecía de combustible zarpaba de nuevo, sin dar apenas descanso a sus tripulantes, navegaba a lo largo de la costa africana del Mediterráneo y acostumbraba a refugiarse en Orán hasta que la flota republicana podía escoltarlo de vuelta al puerto de Cartagena.
Sus aventuras concluyen en 1938, cuando el Kremlin decide incautar el barco y destinarlo a sus propios fines. «Ao principio, a tripulación, atrapada na Unión Soviética, tivo un bo trato. Polo visto, déronlles vivendas de acollida e mesmo unha paga, pero todo mudou en 1941», subraya Marcela, la nieta de José.
Aquel año, Hitler desata la operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética, y la paranoia de Stalin se dispara. El Kremlin desata una despiadada oleada de purgas que afectan a los marinos españoles. «A maioría deles querían volver a España, malia Franco gañar a Guerra Civil, e os soviéticos ofrecéronlles a posibilidade de asumir a súa nacionalidade. Os que non o fixeron foron confinados en gulags».
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Durante siete largos años, José malvive en el campo de trabajo de Odesa hasta que sus fuerzas fallan. Muere el 22 de agosto de 1948, dejando una carta en la que solicita regresar a España para ayudar a su mujer y a sus tres hijos. Tenía 44 años. De las investigaciones de la historiadora Luiza Iordache se desprende que ni siquiera los líderes del PCE, refugiados entonces en la URSS, hicieron mucho por este puñado de republicanos represaliados por Stalin. Probablemente para no enturbiar el prestigio soviético entre el proletariado occidental. Los supervivientes fueron repatriados en 1954 junto a los últimos prisioneros de la División Azul. Otra cruel paradoja.