
Una «nariz electrónica» olfatea nueve cuerpos del antiguo Egipto para descubrir los secreto de la técnica de embalsamar; a pesar del paso del tiempo, permanecen olores como los de la madera o las especias
14 feb 2025 . Actualizado a las 16:28 h.El paso de los años no elimina ciertos aromas. Aunque se trate de miles de años. Los que se ocupan de abrir las sepulturas en los valles de Egipto y luego desvelan los cuerpos momificados han recibido el impacto de los olores que salen de los sarcófagos. Pero esos efluvios no habían sido estudiados todavía para definir su aroma, como se hace con los vinos. Hasta ahora. Unos investigadores del University College London (UCL) y el Museo Egipcio de El Cairo han sometido nueve momias a una «nariz electrónica» y a humanos «olfateadores» para indagar en el proceso químico de la técnica de embalsamar de los egipcios.
Para captar los olores, los investigadores emplearon un «cromatógrafo de gases acoplado a un espectrómetro de masas para medir y cuantificar» las «moléculas químicas suspendidas en el aire» del Museo Egipcio de El Cairo, donde son custodiadas. La sustancia que emiten esas moléculas también pasaron por el tamiz de «humanos entrenados», para describir la «calidad, intensidad y agrado».
«Para los antiguos egipcios, la momificación era una práctica mortuoria importante destinada a preservar el cuerpo y el alma para la otra vida», explicó Ali Abdelhalim, director del Museo Egipcio de El Cairo y coautor del estudio.
Diferentes técnicas
«Con un ritual detallado de embalsamamiento del difunto, utilizaban aceites, ceras y bálsamos, en una práctica que evolucionó con el tiempo. La identificación de las diferentes técnicas y materiales utilizados ofrece información sobre la época, la ubicación y el estatus socioeconómico del individuo que se momificaba», comenta. El resultado se describe en tres palabras: las momias huelen a «madera, especias y dulce», según el artículo publicado en el Journal of the American Chemical Society. Esos olores vienen de los ingredientes utilizados para la momificación, entremezclados con lo que los museos usaron para conservar las reliquias.
En la mezcla odorífera se aprecian varios elementos distintos. Hay un aroma primigenio expelido por el «artículo arqueológico», es decir, la momia, incluyendo todo aquello que fue usado para mantener los restos hace miles de años. Luego están los conservantes y pesticidas añadidos en la era moderna para evitar su deterioro. Y por último interviene la presencia de moho, bacterias y otros microorganismos.
Los olores agradables, logrados a partir de la combinación de ceras, aceites de coníferas (especialmente pino, cedro y enebro) y resinas gomosas (mirra e incienso), se asociaban con los cuerpos de las deidades. Era la pureza. Lo contrario, el hedor, era corrupción. Todavía en nuestros días, «unos 5.000 años después las momia tienen olores agradables o desagradables», mantiene Matija Strlic, autor principal de este estudio científico e investigador de la UCL.
El objetivo de la investigación, más allá de la curiosidad de quienes solamente pueden ver estos restos en fotos o tras las vitrinas, es preservar su «herencia olfativa» y proteger tanto a los conservadores como a los difuntos.