El misionero gallego que vive bajo las reglas mormonas en la isla de Man: «Solo puedo usar SMS y no tengo acceso a televisión ni prensa»

SOCIEDAD

El larachés Elías Rey, de 24 años, es uno de los cuatro misioneros gallegos que los mormones tienen repartidos por el mundo. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cumple 50 años en Galicia
22 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Hablar con Elías Rey es como retroceder en el tiempo. Un tiempo en el que no había prensa, radio, televisión y redes sociales. A sus 24 años, este joven de A Laracha es uno de los cuatro misioneros gallegos que la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene repartidos por el mundo. Trabaja 12 horas al día, llamando de puerta en puerta, en la pequeña isla de Man, a más de 2.000 kilómetros de su familia.
Sus padres eran católicos, pero se unieron al mormonismo antes de alcanzar la mayoría de edad, cuando la Iglesia todavía no estaba muy arraigada en Galicia. Uno de A Coruña y otro de Vigo, el amor surgió en un viaje organizado por la Iglesia para ir al templo más cercano, que por aquel entonces estaba en Suiza. Tanto Elías como sus otros cuatro hermanos son mormones desde que tienen uso de razón. Él no lo dudó ni un segundo y, siguiendo los pasos de su padre, ya sabía desde pequeño que quería ser misionero: «Desde muy pequeñito yo ya ahorraba dinero poco a poco para prepararme para la misión».
En marzo de 2023, tras terminar sus estudios de formación profesional en A Coruña, fue cuando se atrevió a dar el paso: «Preparé todo el papeleo y lo envié a la oficina de la Iglesia». Sus amigos, que no son mormones, se quedaron sorprendidos ante tal decisión. «Yo soy el único que pertenece a la Iglesia y aunque ellos ya lo sabían, cuando les conté que iba a ser misionero se quedaron un poco en shock y decían “¿De verdad vas a ir a servir en una misión?”», relata Elías, que añade: «La verdad es que tuvieron muchas preguntas y estaban bastante intrigados sobre lo que iba a hacer». Una vez que la decisión estaba tomada, tuvo que esperar un mes para recibir el «llamamiento». «Me llegó una carta en la que me decían qué lugar me iba a ser asignado, puede ser en cualquier lugar del mundo, pero a mí me tocó Mánchester», dice.
Aunque hablando con Elías cualquiera habría pensado que es nativo británico por su marcado acento, él reconoce que su nivel de inglés era bajo. «Tuve que aprender casi desde cero a hablar», cuenta el joven que tuvo que hacer la maleta y trasladarse desde A Laracha —donde vive con su familia— a Preston, en Reino Unido. Es allí dónde se ubica el Centro de Capacitación Misional, un lugar en el que los misioneros aprenden todo lo necesario para después «servir» y dónde tuvo la oportunidad de aprender el idioma. Tres semanas más tarde, se trasladó al área de Manchester para comenzar una misión que para los élderes —hombres misioneros— dura 2 años y para las hermanas —mujeres misioneras— tiene una duración de 18 meses. Todos los jóvenes de entre 18 y 25 años pueden hacerlo de forma voluntaria. ¿Cómo se financia esa misión? El alquiler y la manutención corre a cargo de la Iglesia, pero buena parte del dinero sale del bolsillo de los misioneros: «Yo tuve que aportar alrededor de 7.000 euros y con eso ya tenemos suficiente para mantenernos durante dos años».
Estrictas normas
Ya en Mánchester, un comité los distribuye de dos en dos en diferentes pisos propiedad de la Iglesia. Ellos son los jóvenes que llaman a la puerta a la hora de la siesta con camisa blanca, traje y una chapita en la solapa. Y como misioneros, deben cumplir estrictas normas. «Aquí intentamos estar alejados del mundo y de las distracciones por lo que solo podemos usar SMS, y no tenemos acceso a televisión, radio o prensa», cuenta Elías que se levanta diariamente a las 6.30 de la mañana y debe estar en el piso a las 22.30 de la noche. De martes a domingo se dedica al «estudio de las escrituras y a hablar con gente para invitarles a conocer más acerca de la Iglesia». Los lunes puede darse un respiro y ponerse al día con la familia: «El lunes es el día en el que preparamos la semana; nos dedicamos a hacer la compra, tenemos tiempo para visitar el área donde estamos sirviendo y nos dan permiso para llamar a la familia».
Pero los misioneros no deben establecerse en un lugar durante mucho tiempo. «Tenemos lo que llamamos transferencias, por lo que cada seis semanas hay novedades sobre el lugar al que debemos trasladarnos, pero siempre dentro del área de la misión». Ahora mismo Elías se encuentra en la isla de Man. ¿Por qué tiene que mudarse cada poco tiempo? «Es para no caer en la rutina de estar en la misma área y poder estar enfocados en el trabajo y conocer más miembros de la Iglesia».
«Vivimos con unos estándares un poco más altos que en la vida habitual porque somos apartados para trabajar en esto 24 horas», explica Elías que, aunque reconoce que al principio se le hizo «duro», asegura que vale la pena: «Si te centras en el trabajo y en el propósito que tenemos como misioneros encuentras un gozo en ello y una paz que es complicada de explicar con tus propias palabras». En apenas cinco meses terminará la misión y su vista está puesta en ir a la universidad. Pero no a una cualquiera: «Me gustaría ir a Estados Unidos a estudiar ciberseguridad en la Being Young University, que es la universidad propia de la Iglesia». Porque para Elías, más que una religión, es un estilo de vida.