Champi Muros: «Si en los tres primeros segundos del vídeo no hay un chiste no va a tirar»

SOCIEDAD

El autor de «¡Qué pasa gentuza!» ve a mucha presente en las redes sociales
14 abr 2025 . Actualizado a las 12:37 h.Santiago Caamaño Martínez (Muros, 1993) se acerca a los 600.000 seguidores en las redes sociales donde con su personaje, Champi Muros, ha consolidado un estilo de humor que juega con el lenguaje y carga contra todo tipo de disfunciones sociales amplificadas en el mundo digital. Recientemente rechazó una oferta de más de 20.000 euros para anunciar apuestas y ha convertido su propia ludopatía, que le llevó a pensar en el suicidio, en una experiencia que ahora cuenta en los colegios.
—¿Qué dirían ahora sus profesores si viesen que ha hecho de la polisemia un estilo de humor?
—[Risas] Sí, se me da bastante bien. Yo era muy bueno sobre todo en ortografía, después en temas de lengua y tal siempre se me dio bien, pero siempre fui más de ciencias y matemáticas. No fui ni el mejor estudiante ni el peor. Tenía altas capacidades, fui un curso adelantado, pero sí que es verdad que utilicé mucho el mínimo esfuerzo y fui tirando. Quité todo en su año y bien, con notas más o menos aceptables, pero sí que es verdad que se me daba bien estudiar. El tema de la polisemia, el doble sentido y eso yo creo que todo viene también de ahí, desde cuando aprendías el lenguaje.
—Es más un camino al que le ha llevado su creatividad que algo pensado previamente ¿no?
—Correcto, de hecho yo cambio muchísimo de estilos de vídeos. Cuando uno funciona pues lo quemo un poquito más. No sé lo que voy a hacer para la semana que viene. Los vídeos los hago día a día y hoy sé que voy a grabar seguramente dos vídeos y aún no tengo ni idea de que los voy a grabar. Improviso mucho y es verdad que cuando se me ocurre algún chiste con un doble sentido con algo, pues intento hacerlo ya porque no soy de los que apuntan las cosas, entonces muchas veces se me olvida. Pero sí que fue una consecuencia, no fue la idea principal. Yo hacía vídeos y veía lo que me gustaba la gente. Hay vídeos que incluso a mí no me gustan tanto como otros, pero sé que a la gente le va a gustar, entonces hago un poco para mí y un poco para la gente también.
—¿Ve cosas del principio que con lo aprendido ahora no haría?
—Totalmente. Una de las cosas que más aprendí es el tema de la inmediatez. El vídeo cuanto más corto sea, el chiste más directo, más funciona. Antes igual daba muchísimas vueltas, hacía vídeos de un minuto, minuto y medio, y yo noto que ahora aunque quiera volver a ese estilo, ese estilo no funciona, porque el público lo que quiere es ver el vídeo y reírse. Vuelves a subir el vídeo para la semana y se vuelve a reír porque no se acuerda de que lo subiste. Eso me pasa con muchísimos chistes, porque repito muchos chistes y nadie me dice que me he repetido. La gente quiere inmediatez, desconectar de su realidad durante el tiempo que está viendo TikTok o Instagram, y al día siguiente otro de lo mismo.
—El canal también condiciona en cierta medida el formato.
—Yo lo que aprendí —además como autodidacta total, porque yo nunca hablo con otros creadores de lo que funciona o lo que no— es que los tres primeros segundos del vídeo tienen que ser o con un chiste, o impactantes. Si me voy a tirar [al mar], tengo que tirarme ya al principio de todo para que la gente ya se quede enganchada en el vídeo. Como subas un vídeo en el que los cinco primeros segundos no dicen nada ese vídeo no va a tirar ni el 20% de lo que tiraría al revés. Descubrí eso, descubrí que la gente quiere todo más rápido, más instantáneo. A mí el humor que más me gusta igual es un humor mucho más inteligente. Quizás no lo puedo utilizar siempre, porque el público muchas veces no lo valora como yo creo que debería valorarlo. Después haces una reacción —perdón por la palabra— estúpida, y se hace viral. Me da rabia que se valore menos lo que yo creo mejor, pero al final yo no estoy en la cabeza de la gente.
—Triunfa más un trompazo que una reflexión súper sesuda.
—Efectivamente, que te lastimes, que te mojes. Al final es lo de tirarme al agua con ropa, que es como uno de mis señas de identidad, que ahora no lo hago tanto. A mí me daba igual. No es que me molestara, pero tampoco disfrutaba. Era como, vale, me tiro, sé que va a funcionar y punto. Pero sí que es verdad que hacía un vídeo de un minuto con siete chistes con doble sentido que le estaba dando a la cabeza todo el día y tenía un 10 % de las reproducciones que tenía el de tirarme al agua.
—Muros y saltar al mar son parte de su humor y de su vida, ¿no?
—Sí, sí. Ya lo hago cada vez menos según vaya funcionando. Las últimas tres veces que me tiré igual no funcionaron tanto como las otras veces y es lo que digo yo: una cosa que funciona la voy quemando hasta que deje de funcionar. Es como el «¡Qué pasa gentuza». Me recriminan que no lo diga. Yo notaba que últimamente cuando lo decía tenía muchísimas menos reproducciones. No sé si lo castigaba el propio Instagram por la palabra gentuza o por lo que fuera y no lo digo. De hecho lo tengo tatuado la piel. Es la frase con la que empecé y seguramente la voy metiendo de vez en cuando y otras veces me voy olvidando, pero antes era en todos los vídeos. Pero es eso, a los chavales que empiezan ahora yo les digo: «Cuando algo funciona, quémalo, porque va a dejar de funcionar en algún momento». Yo empecé en un momento con las chicas de OnlyFans, con vacilarlas, ahora estoy con los gymbrós. Y cuando deje de funcionar, pues iré para otra cosa. En ese sentido no estoy preocupado porque confío en mi creatividad.
—El «¡Qué pasa gentuza» era algo dirigido a colegas y ahora todo eso es una comunidad enorme?
—Claro, claro, es que ahora entre las dos redes sociales hay más de medio millón de personas, que es una barbaridad. Cada vez que lo digo —y lo digo casi a diario— me sigue dando vértigo, ¿sabes? Pero sí que es verdad que fue como algo muy coloquial, de primeras, cuando tenía yo 5.000 seguidores. A día de hoy la gente aún me para por la calle y me saluda diciendo «Qué pasa gentuza!». Eso quedó para la historia de Champi Muros, pero ahora estoy haciendo otro estilo, hago vídeos más de reacciones, pero no es que lo tenga ni olvidado. Está ahí latente y aparecerá cuando vuelva a cambiar el formato.
—¿Cuánta gentuza hay en las redes que supone un peligro?
—Mucho, mucho peligro, porque ahí cada vez entramos más jóvenes. Entran más niños y hay gente que se dedica casi a reclutar. Al final lo de los gymbrós ahora estamos con el cachondeo este y tal, pero nace de algo que yo veo muy grave, que es el tema de Lladós. Lo que te enseña es a vender cursos para que tú vendas cursos a tu gente para valorarte a ti mismo, como marca personal.
—Humo sobre humo.
—Lladós empezó a alquilar las cosas y al final consiguió engañar a tanta gente que ahora sí que el tío está auténticamente forrado. Pero es un rollo piramidal prácticamente. No tiene ningún fondo más que frases de motivación Lo único que quitan el limpio ahí es lo de hacer deporte, que sí que es verdad que se ve que los tíos hacen deporte. Aparte, que lo más peligroso que veo es que ellos están siempre con el dieron en la boca. Una persona que tiene mucho dinero, no tiene que estar seguido diciendo lo que tiene. Yo conozco gente con mucho dinero y no están todo el día: «Mira mi Lambo, no sé qué... Rodéate del círculo que tiene dinero». Al final yo creo que son vidas vacías realmente. Yo ahora cuando llego a Muros, llego a mi pueblo, o cuando estoy aquí con Rodri [su amigo y mánager] es cuando digo: «Joder, soy rico». Me refiero a tener mi círculo de gente me valora, me respeta, me admira. Voy a comer con mis colegas de siempre y sigo siendo el mismo. Ya ves que en mis redes sociales yo no me rodeo de nadie que tenga más seguidores que yo prácticamente, salvo que sea una casualidad, que me cuadre una persona que me caiga bien. Tampoco los evito, pero yo no quedo en Madrid en un piso de cinco influencers para grabar vídeos entre nosotros, para ganar seguidores, porque para mí eso es otra mentira. La gente mide por seguidores y yo lo que quiero es nutrirme de gente que me aporte a nivel personal, no solo a nivel económico.
—¿Eso del «Lambo» y el Rolex es una vida vacía sin nada detrás?
—No hay nada, no hay fondo. No hablan de su familia, que yo creo que es lo más bonito que tiene una persona, ¿no? Al final estamos generando que el objetivo de mucha gente —sobre todo muchos niños que idolatran este tipo de contenidos— se un objetivo sin ningún tipo de fondo. ¿Tienes un Lambo y qué? Vivo en Miami, vale, ¿y qué? ¿Pero qué haces en tu día a día más que criticar a gente? Yo le estoy dando un toque de humor, pero es casi didáctico. Les vacilo, pero prácticamente se vacilan a ellos. Quiero decir: yo simplemente le doy un toque a cada frase, pero no fuerzo la máquina. Digo: «Mira, esto es lo que hay chicos». Y que esos niños vean que eso que idolatran, la gente se está riendo de ello. Es simplemente ponerlo y ya cae por propio peso.
—Habrá quien no lo vea, pero a quien tiene un mínimo de capacidad de reflexión ya le canta, ¿no?
—Claro, porque al final es eso: se rodean de círculos que tienen Rolex, como el otro día un chaval. Vale, te rodeas de un círculo que tiene Rolex y tal. Seguramente lo único que están es hablando de lo material todo el rato. Y al final el chaval con 30 años ¿qué consigue?. De hecho, hay un rapero que se llama Duki, que es muy famoso, que un día estaba dando una rueda de prensa y se puso a llorar porque él decía que ya consiguiera todo lo que se propuso en la vida y que ahora no tenía nada por lo que luchar. Ya consiguió todo el dinero que quería y decía: «Ahora para qué vivo». Yo creo que los chavales al final llegan a ese punto, ¿no? Y lo peor de todo es que seguramente el 95 % o el 99 % están mintiendo. No tienen eso realmente, aún encima. Entonces es un doble vacío, porque realmente estás fingiendo algo que no tienes
—¿Ha pensado en abrirse camino por otras vías en el mundillo del humor?.
—Claro, claro, pero es difícil. El tema es que yo soy muy nuevo. Yo realmente ahora en mi formato, Champi Muros, en castellano, en Instagram va a hacer en junio dos años. Llevo muy poquito. Yo digo que vivo una serie de Netflix y cada día es un capítulo. Mi idea, mi sueño de siempre es ser actor. Que, en parte, estoy siendo actor a mi manera porque tengo mi personaje y tal, pero si me gustaría el mundo del cine, el teatro, eso me gustaría mucho. Y el tema de la televisión... estuve en su momento también en Land Rober, pero al tema del directo le tengo un pánico escénico que desarrollé ahí con 18-19 años. Yo hacía monólogos y me quedé en blanco un día y me quedó ese trauma y tal. Lo estoy trabajando con mi psicóloga y tal, pero me cuesta. Y ya ahora con Rodri hicimos cosas pequeñitas, porque él sabe lo que me pasa. Y bueno, ya subí al escenario un par de veces, aunque fuera para hacer cosas pequeñitas y bueno, sí que es verdad que me cuesta mucho llegar a, pero una vez que estoy arriba, pues ya me estoy más cómodo y estamos trabajando eso. Yo creo que en un futuro sí que me gustaría tener un show en directo o lo que sea, pero también, sobre todo, me gustaría acabar en la industria del cine. Sí que me enamoraría, porque es un mundo que admiro. Obviamente, si me dan la oportunidad, lo trabajaría mucho, porque sé que hay mucho trabajo detrás. No es ponerse delante y contar un chiste. Detrás de una cámara, hay muchas cosas. Y sí que es verdad que tenemos un par de proyectos ahí muy verdes, pero que ya contaron con nosotros, que a ver si salen adelante. Y deseando ver cómo sigue mi vida, porque ya te digo, cada día es un capítulo.
—Y no me apures, déjame disfrutar lo que tengo, ¿no?
—Sí, no, a ver, todo el mundo piensa lo mismo pero yo es que trato mucho la cabeza. Voy a la psicóloga cada dos o tres semanas. Es lo que me ayuda a estar como estoy y a llevar todos los cambios que yo llevo en mi vida. A llevarlos bien entre comillas, bueno, dentro de lo que se pueda llevar. Como hago vídeos todos los días, pues la gente piensa que llevo ahí toda la vida. Yo tuve otras cositas más pequeñitas, pero lo máximo que tuve fue 10.000 seguidores con Dúo Minúsculo. Entonces ahora, tener 560.000 creo que tengo en redes sociales, o más ya, es una auténtica burrada. Y por la calle, que la gente te conozca de todos los lados, que vayas al centro comercial, que vayas con tu hijo por ahí y te paren para pedirte fotos se me hace raro. Pero lo estoy disfrutando más de lo que lo estoy sufriendo.
—¿También es una responsabilidad creciente y que la ejerce como cuando lo de Dabiz Muñoz y las hamburguesas?
—No, yo ahí lo de Dabiz Muñoz, más que por el hecho de la hamburguesa en sí, fue por el tema de lo que predicas y lo que haces. Sí que es verdad que ahora, aunque no lo quiera, tengo una responsabilidad sobre la gente, sobre mis seguidores. Y eso no lo buscas tener tú, pero lo tienes que asumir. Sería un ejemplo como si yo ahora hago un anuncio de casa de apuestas. Después de todo lo que yo estoy vendiendo, todo lo que estoy trabajando de todo esto, digo lo importante que es no hacer esto, y de repente yo mañana hago uno de casa de apuestas, aunque me paguen 10 millones de euros. Perdí mis valores, mi esencia, mi persona, y perdí todo. Y mi vida vale más de 10 millones de euros. Porque todo el mundo dice: ¿Quieres 10 millones de euros? Sí. Pero si te mueres mañana, ¿los quieres igual? No. Entonces, pues es lo mismo. Lo que hizo David Muñoz yo creo que es un poco jugar con la hipocresía que hay hoy en día en las redes sociales. Delante de la entrevista de turno en El Hormiguero, digo que lo importante que es la comida sana, pero me pagan unos millones en Burger King y lo hago. Entonces es un poco incoherente. Yo lo que critiqué fue esa incoherencia. A ver, ¿qué voy a hablar yo de hamburguesas si no he parado de anunciar hamburguesas? Pero es que yo... mira mi físico. Sí que es verdad que a mí me gustaría cuidarme más, pero yo no predico con la vida sana. Entonces yo voy un poco coherente con mi contenido. El día que diga que voy a ser vegano, me hago vegano, no voy a anunciar hamburguesas porque sería incoherente.
—Pero a veces hay que cabalgar ciertas contradicciones
—Al final hay una frase que dijo un político que se hizo mucho humor sobre ella, pero que realmente tiene parte de verdad. «No me contradije, cambié de opinión, ¿sabes? Yo no pienso igual como cuando tenía 20 años. Igual dentro de diez años actúo de otra forma de todo lo que actúo ahora, es decir... Y la hemeroteca siempre sale, pero realmente igual no es que yo me esté contradiciendo, sino que realmente ahora opino y en su momento pensaba también lo contrario. Es como el tema del dinero, a mí no me puede el dinero. Y yo soy una persona que el dinero me gusta para cubrir necesidades. Ojalá que el día de mañana tenga mi casita pagada y tampoco es como, ¡guau, pasta, vamos! Elegimos mucho, sobre todo ahora que podemos permitirnos elegir. Al principio pues no me quedaba otra. Yo empecé a cobrar de las redes haciendo batallas de TikTok y me di cuenta de que era una traga perras. Dije: «La gente está dándome a mi dinero de su bolsillo para verme a mí reaccionar». Me daban regalos hasta que hubo un momento que dije: «Hostia, tío, a ver si soy yo el que traga perras ahora». Y efectivamente vi que había problemas porque había gente que me daba pasta el día 1 hasta el día 5 y me decía «Hasta el mes siguiente no te puedo dar más». Estaba ganando ahí 3 o 4 mil euros al mes, que era lo que ganaba cogí y le dije a Rodri: «Voy a cortar de aquí tío, vamos a volver a empezar. Y estuve los 6 meses siguientes ganando 600 euros, 700, con cosas pequeñitas, pero yo moralmente me sentía más cómodo. Lo que vea que no va con mis valores no lo voy a fomentar ni a publicitar por mucho dinero que me den.
—¿Cómo influye en esto su adicción al juego que le llevó incluso a preguntarse que hacía aquí?
—Sí, sí, sí. Siempre lo digo. Es una frase dura, pero es totalmente real. Yo llegué a pensar que quitarme de medio igual era lo mejor. Solucionaba ya todo. Sobre todo cuando fue el tema de las recaídas. Yo empecé a jugar con 14 años y hasta los 22 estuve jugando sin parar. A los 22 pedí ayuda. Empecé con rehabilitación en un centro de una asociación que se dedicaba a ayudar a la gente con problemas como el juego. En la primera recaída es cuando empiezo a huir. Y tuve como cuatro seguidas, muy seguidas. A la cuarta recaída es como, ¡Buah, no soy capaz! Te acojonas, porque realmente yo me acuerdo de un día que me decía a mí mismo llorando: «No vayas, por favor, piensa tú, no vayas a jugar. Como el ángel y el demonio de las películas.
—Le iban los pies solos.
—Me iban los pies solos. Y claro, llegué al psicólogo, al psicólogo, que no era la de ahora, y le dije: «Yo no soy ludópata, yo estoy loco. Me volví loco». Hablé conmigo mismo y no me hice caso, se me perdía la cabeza. Entonces es como, ¡buah! Y esto va a ser para siempre. Piensas: mi vida va a ser así. Entonces hubo una frase del psicólogo que me hizo cambiar. «Ahora sí que quieres, sabes, ahora tu mirada quiere, antes no querías. Antes estabas aquí por tapar un poco la deuda que tenías. Me contabas que querías, pero en realidad no querías. Querías que tu familia te ayudara y a tomar por saco». Desde ahí tuve una recaída, que fue como tres años después, que hizo ahora cuatro años y fue la recaída más positiva de mi vida, porque fue una hostia tan grande...
—¿Ya no contaba con ella?
—Claro, ya iba desolado. Ahí fue cuando me di cuenta de que esto es para siempre, así que no vayas de sobradito, no vayas de fenómeno y ten cautela. Y desde aquella —toca madera— en este sentido creo que estoy mejor que nunca.
—¿Las casas de apuestas crean un ecosistema que favorece estos problemas?
—Las apuestas deportivas son una forma como de normalizar la apuestas. Yo, de hecho, tenía unas letras de un medio rap que hice, que era, «no puede ser tan malo si le anuncian jugadores». Y eso es lo que piensa un niño. Sus padres le dicen que eso es malísimo que le puede joder la vida. Y un niño de 12 años dice: «¿Cómo va a ser malo si le anuncia Ronaldo? Lo de las apuestas deportivas multiplicó de forma exponencial el peligro, porque puedes jugar las 24 horas. Yo dormía con las apuestas hechas. Y me levantaba después de dos hora para ver cómo iba la NBA, por ejemplo. Entonces, lo que hace eso es que incluso los padres que no estén muy concienciados con el tema ven a su hijo de 12 años apostar que gana el Madrid y el Barça y lo ven como una especie de quiniela. Antes le dejabas al niño hacer la quiniela y no lo ves tan grave. Y es un tema muy peligroso porque es lo que une la apuesta con la juventud.
—¿Es más grave porque solo hace falta un ordenador para jugar las 24 horas?
—Ya ni un ordenador, porque antes era un ordenador, pero yo ya lo veía con el teléfono. El perfil del ludópata ha cambiado. Del señor con el pitillo y el cubata a la mano de los 90, en las tragaperras, metiendo de billete en billete —pequeños, porque antes no cogía ni billetes granes— ahora el ludópata es un chaval de 20 años en su habitación con el móvil. Cambió mucho y eso es muy peligroso.
—¿Cómo decidió llevar su ejemplo a los colegios?
—Claro, va a sonar muy a frase de película, pero creo que se lo debo a la vida, ¿sabes? Es como que algo.... Yo no es que crea muchas cosas de destino y tal, pero sí que es verdad que noto que estuve tan mal y ahora me veo tan bien que es como que me han dado algo y yo ahora intento ayudar a la gente. De forma testimonial, claro, porque yo no soy un profesional de esto. Yo cuento mi testimonio y a la gente que me pide ayuda, le digo que recurra a un profesional, porque me dicen: «¿Me puedes ayudar con esto?» No te puedo ayudar, yo te puedo dar mi testimonio que está ahí. Y eso lo aprendí cuando tuve la última recaída porque yo me creía que era el Robin Hood moderno, el que ayudaba a toda la peña y jodía las casas de apuestas y no: al final cada uno tiene un lugar para ocupar la sociedad. Yo tengo una parte ahora importante por el tamaño del altavoz que tengo. Pues aprovecho mi voz para contar mi caso y que mi caso ayude a la gente que me sigue, sin ir más allá de cómo tienes que hacer una terapia. Yo llegué aquí con mis valores y no me va a cambiar un millón de seguidores. Si las casas de apuestas me parece que son una ruina para mucha gente, pues cuando tenga seis millones de seguidores —ojalá un día los tenga— van a ser una ruina para mucha gente igual. Y es muy difícil enfrentarse a gente tan poderosa porque son lobbies que tienen miles de millones de euros que manejan a diario. Entonces, es como para ellos dirán: «¿A dónde vas?» Pero luego se molestan. Yo ya recibí amenazas de este sector —no voy a decir si es de arriba o de abajo—, con llamadas ocultas amenazando a mi familia, a mi hermano. Y, joder, son muchos poderes. A mí el día que me amenacen de verdad, pues igual sí que me acojonan, no te voy a mentir.
—Tampoco ha expuesto a nadie personalmente, sino el fenómeno.
—No, no, además yo le doy a Loterías y Apuestas del Estado también. Le doy al juego público, le doy a la ONCE y le doy a todos. El juego privado es más agresivo, pero en el juego público los sorteos los hacen niños. Le doy a la ONCE porque los rascas son tan peligroso como una apuesta. Sí tiene fines sociales, obviamente, pero el fin no justifica los medios. Estás ayudando a gente con discapacidad pero probablemente estás jodiendo a otro. Yo en rehabilitación estuve con tres vendedores de la ONCE enganchados a los rascas. Por lo que leí y escuché a gente que me escribe, es algo bastante habitual por el territorio nacional.
—¿Cómo es el panorama de la creatividad audiovisual en Galicia?
—Yo veo talento, veo mucho talento. Soy de los que mira gente con pocos seguidores cuando la mayoría, incluso el público, se guía por el número de seguidores. ¿Qué pasa? El error que veo en los chavales es que quieren llegar a los números mañana. Yo tuve la suerte de que fui subiendo bastante rápido. Y siempre digo la palabra suerte porque talento hay que tener pero suerte también. La única clave de mi éxito ahora mismo al 100 % es la constancia. Subo cuatro vídeos al día y, obviamente, hay unos mejores que otros porque si son todos fuesen buenísimos tendría 18 millones de seguidores. Pero me refiero a que la gente quiere empezar y tener 100.000 seguidores. Si tu crees en tu talento, llegas y yo veo talento, veo gente que es muy innovadora, gente que tiene estilos nuevos. Algunos pecan en copiar la idea de otro. Yo si tengo 800 y pico publicaciones creo que ideas copié dos y sintiéndome como el culo. Además, en las que copié puse de quien era la idea original de él porque a mí me gusta mucho eso de robar un contenido y de repente que aparezca y es mío entonces me siento mal pero si que es verdad que hay cuentas que funcionan exclusivamente así cuentas con millones de seguidores que viven de robar contenido. Yo veo talento en Galicia, veo chavales que van creciendo en gallego. Mucha gente que hace contenido en gallego y lo hace bien. Yo no lo hago por el hecho de que yo hablo castellano y gallego indiferentemente en mi vida. Probé en gallego y probé en castellano y me va mejor en castellano. Las criticas por la lengua siempre van a estar ahí. Cuando lo hacía en gallego me criticaban por qué lo haces en gallego hazlo en español que es tu lengua. Ahora lo hago en castellano y me dicen tienes que hacerlo en gallego. Las criticas son lo mismo de un lado que del otro. La lengua es para comunicarse y en castellano se me da mejor y funciona más, llega a más gente. Pero hay contenido en gallego que yo lo consumo y me parece buenísimo.
—¿La clave está en disfrutar el camino, en crecer a partir de lo que son chistes con los colegas?
—No pensar en que la obligación que tengo es hacer esto. Es una mínima parte de gente a la que al final le sale. A los que empiezan le digo no lo hagas con la idea de vivir de esto porque lo más probable es que no vayas a vivir de esto. Es casi imposible. Yo soy un afortunado pero afortunadísimo. De hecho ahora vivo en Noia y cuando voy a Muros me digo: ¿Cuánta gente conozco que vive de las redes sociales? pues solo yo ¿Pero es como cuánta gente conozco que viva del fútbol? Pues mi vecino el de Esteiro que está jugando en el Dépor y ya está. Al final es lo mismo, tú no puedes poner a jugar en un equipo de alevines a tu hijo para que llegue a jugar en el Madrid, porque aparte de que lo vas a frustrar no lo va a disfrutar él tampoco. Yo estoy viviendo de esto gracias a Dios pero es casi imposible vivir de esto. Aparte siempre digo la palabra suerte. Constancia sí, talento también, pero la suerte es una parte importante porque hay gente con más talento que yo que lleva toda la vida en esto y no le sale. Y hay gente con menos talento que yo que sí. Pero no voy a decirle a chavales: «Poneros a hacer vídeos que de esto se vive de maravilla. Yo cuando empezaba pensaba: «A ver si algún día me va bien y vivo del cuento». Pues nunca trabajé tanto en mi vida la cabeza trabaja por treinta. El año pasado hice 45.000 kilómetros en coche de aquí para allá. Se lo puedes preguntar a Rodri [el mánager] que vino conmigo y que me sufrió. Le está saliendo una calva en la parte de atrás de la cabeza a la que le llamamos Champi Muros. Quiero decir que no todo es tan fácil como parece. Obviamente, si me das a elegir entre los trabajos que tuve elijo este. Tampoco hay que ser hipócrita. Estoy contento, estoy cómodo, lo disfruto, pero no todo es tan fácil como parece y sobre todo que una persona que empieza a hacer esto que lo haga por hobby como lo hice yo y sonó la flauta.
¿Hay que buscar buenos aliados para poder negociar?
—Llega un momento en el que ya necesitas una infraestructura para darle forma de trabajo y ganar dinero. Al principio le decía a mi madre: «Me mandan dos camisetas gratis». Y mi madre: «Bueno, bueno...» Y yo: «Mamá, pero gratis, no me cobran las camisetas». Después hubo un momento en el que le dije a Rodri que me echara una mano, porque yo no tengo ni idea de esto. Y me acuerdo que ya cuando mandaron ya como 40 camisetas me habló una marca. Se lo mandé a Rodri y le dice Rodri. «Champi no come camisetas». Y esa frase me quedó marcada. Ahora él es el 100 % de esa parte. Bueno, 100 % no porque al final nos llevamos como treinta veces al día porque no quiere hacer nada sin mí ni yo quiero hacer nada sin él. Los dos hicimos yo creo que un tándem perfecto. Él es nuevo en esto, yo soy nuevo en esto y estamos descubriendo un mundo. Un mundo que ya está más que inventado y lo estamos reinventando a nuestra manera. Le damos los números a gente que está en agencias y todo. A veces les decimos lo que cobramos lo que estamos facturando porque ya hay confianza y tal y no se lo creen. «¿Qué dices? es imposible. Yo estoy en una agencia y cobro la mitad pensando que estoy comiéndome el mundo». Y eso te hace sentirte orgulloso también de lo que estamos haciendo. Todos me decían lo mismo: «No, no. Es que las marcas de verdad solo trabajan con los agentes. A mí me estaban llamando marcas de todos lados. Nos llamaron marcas grandes gallegas y después salen o no salen, pero ya saben que estás ahí. Al final no es una agencia, es hacer bien el trabajo. Nosotros trabajamos con mucha humanidad. Si tenemos que ayudar a descargar el camión lo ayudamos. Gestos que a nosotros nos parecen normales, pues la gente flipa.