Una cúpula envolvente para recrear el cielo de cualquier época del pasado

SOCIEDAD

Investigadores del Incipit de Santiago la emplean para descifrar la historia
04 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cómo miraban al cielo los mayas, los antiguos egipcios, los celtas... Cómo lo hacían en general las antiguas civilizaciones. Y, sobre todo, en qué medida esa observación a las estrellas, el Sol o la Luna condicionaba de alguna forma su cultura, su paisaje, su arquitectura o mismo sus ritos funerarios. Responder a estas preguntas permite en cierto modo comprender la historia de los pueblos y ayuda a reconstruir el pasado. Y desvelar este misterio es también la razón de ser de la arqueoastronomía, la disciplina que estudia la relación entre la astronomía y los restos arqueológicos de las antiguas civilizaciones, un área pujante en el Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) de Santiago, que depende del CSIC.
Sus investigadores también cuentan con una poderosa y pionera herramienta para echar la vista atrás en el firmamento: una cúpula de proyección envolvente que permite reconstruir de forma fidedigna el estado del cielo de cualquier época del pasado. Es algo así como un observatorio celeste de la historia y la prehistoria.
«Imagínate que estamos en México al lado de la ciudad maya de Chichén Itza, o en las pirámides de Giza o en China al lado del mausoleo del primer emperador, pues nosotros podemos reproducir tanto el paisaje como el cielo e intentar entender ciertas cosas de lo que veían estas antiguas civilizaciones y hacer nuestras interpretaciones. Podemos recrear las condiciones de tal día o tal hora con bastante buena precisión, lo que nos permite inferir ciertas cosas sobre cómo la gente del pasado veía o incorporaba ese cielo del pasado a su sociedad», explica el arqueoastrónomo del Incipit A. César González-García.
La cúpula envolvente, que se ha incluido en el programa de divulgación del Incipit con estudiantes de colegios e institutos, también posibilita a los investigadores proyectar no solo el cielo del sitio de interés, sino también el paisaje concreto de ese lugar e incluso, con modelos en 3D, «movernos por ese entorno y ver cómo cambia el paisaje».
De esta forma, los arqueoastrónomos tienen la posibilidad de «ver de un vistazo cosas que en el terreno son difíciles de apreciar, por lo que complementa de forma fantástica el trabajo que hacemos en el campo».
Un ejemplo es el trabajo que los integrantes del Incipit llevaron a cabo en el dolmen de Menga, en Antequera (Málaga). En la exploración de campo se les pasó por alto un aspecto que luego sí advirtieron en la recreación en la cúpula envolvente. «Vimos in situ que la salida del sol ocurría en una zona muy concreta. Entonces tomamos las medidas de acuerdo con lo que solemos hacer y construimos un modelo del horizonte. Cuando lo incorporamos a la cúpula nos dimos cuenta de que había ciertas relaciones con otros sitios del paisaje que habíamos pasado por alto durante la exploración en el monumento megalítico», apunta al arqueoastrónomo, doctor en Astrofísica por la Universidad de Groningen.
El planetario del pasado también se utilizó en un proyecto para estudiar el cielo de los Nabateos, los constructores de la ciudad de Petra (Jordania), lo que contribuyó a descubrir en una de las tumbas «fenómenos muy interesantes» que no se detectaron sobre el terreno. E igualmente se empleó para el estudio de unas torres funerarias en el altiplano de Bolivia o para comprender fenómenos de iluminación en algunas iglesias del Camino de Santiago.
«Es una herramienta bastante poderosa para nosotros», subraya César González-García, quien destaca que en los centros de investigación españoles no hay nada parecido.