Vapear es fumar: la epidemia que va a por tus hijos

Ubaldo Cuadrado, Raquel Fernández Megina

SOCIEDAD

Imagen de archivo de una mujer con la nube de humo que sale al aspirar su vapeador
Imagen de archivo de una mujer con la nube de humo que sale al aspirar su vapeador YURI KOCHETKOV | EFE

27 may 2025 . Actualizado a las 09:19 h.

El vapeo llegó con falsas promesas: primero, ayudar a dejar de fumar; después, fumar más sano. Lo hizo envuelto en un diseño colorido, sabores dulces y bajo la apariencia de inocuidad. Lo que la industria tabaquera nos ha vendido como una herramienta de reducción de daño para fumadores adultos se ha transformado en un caballo de Troya perfectamente diseñado por la industria de la nicotina: una vía de entrada al tabaquismo para menores de edad. Hoy, los datos lo confirman: más del 11 % de los adolescentes entre 14 y 18 años ya vapea a diario, casi el doble que hace un año. Estamos inmersos en una epidemia de nicotina, y las medidas legislativas prometidas por el Gobierno para paliar este grave problema de salud pública no llegan.

Esta escalada no es casual ni espontánea. Seguimos el camino de países como el Reino Unido, donde hay más de un millón de adictos al vaper que jamás han probado un cigarrillo. Esta pandemia ha sido diseñada meticulosamente por la industria del tabaco y la nicotina, un monstruo bifronte que, tras décadas de asedio regulatorio sobre el cigarrillo tradicional ha encontrado en el vapeo y otros productos su tabla de salvación, a costa de los adolescentes y, peor aún, los preadolescentes que se inician en el consumo de cigarrillos electrónicos en edades cada vez más tempranas. ¿Cómo es posible que uno de cada cuatro niños de 12 a 13 años ya haya vapeado y que maestros de secundaria tengan que confiscar estos dispositivos porque los sacan a escondidas en clase?

El Estado está paralizado por los intereses de quienes tienen acceso privilegiado a los centros de poder. Las comunidades autónomas de Canarias y Extremadura muestran un nivel de interferencia y puertas giratorias tan alarmante que resulta bochornoso escuchar a sus servidores públicos defender el argumentario de la industria. Sin restricciones reales en la publicidad, con puntos de venta tan accesibles como cualquier tienda de chucherías, estos dispositivos han burlado todos los controles que décadas de lucha antitabáquica lograron establecer.

El vapeo no solo es nocivo y adictivo, también es una puerta de entrada al consumo de tabaco ya que aquellos que consumen nicotina tienen tres veces más probabilidades de terminar consumiendo tabaco. Así mismo también lleva al consumo dual. Muchos jóvenes vapean y fuman, o acaban haciéndolo con graves consecuencias para la salud, incluido un riesgo aún mayor de cáncer de pulmón que en quienes solo fuman, los estudios sobre sus consecuencias, igual que con el cigarrillo, tardarán décadas, pero ya comienzan a salir a la luz los primeros. Lejos de ayudar a abandonar el tabaco, los cigarrillos electrónicos generan sinergias con él, consolidan la adicción a la nicotina y normalizan su uso. Es el regreso de la cultura del humo, esta vez envuelta en vapor y luces de neón.

Los riesgos para la salud son reales y crecientes. El uso continuado de vapeadores puede provocar daños pulmonares, cardiovasculares y alteraciones en el desarrollo cerebral, especialmente en adolescentes. Se ha observado además un deterioro del rendimiento cognitivo y académico, ansiedad y dependencia severa en menores que, adictos al vapeo en otras circunstancias jamás habrían probado un cigarrillo convencional. Es una nueva generación de adictos muy bien planificada por corporaciones sin escrúpulos, con el alma tan negra como los pulmones que ayudan a destruir. España no quiso aprender la lección del varapalo que se llevó Juul en Estados Unidos. No citaremos aquí por su nombre los dispositivos similares que las tabaqueras comercializan en nuestro país porque podría impedir la publicación de este artículo. Sus tentáculos de influencia —a través de publicidad, contactos y grandes conglomerados— bloquean la acción de la sociedad civil contra unos productos que jamás debieron llegar al mercado.

Necesitamos una respuesta firme, valiente y urgente por parte del Gobierno y de las comunidades autónomas. Como mínimo: prohibir el vapeo en espacios públicos y su publicidad y patrocinio en todos los soportes posibles, especialmente las RR.SS. , regular su venta como el tabaco, eliminar los sabores, endurecer los precios y fiscalizar a quienes trafican con adicción entre los jóvenes. Pero, idealmente, el sector completo —a nuestro entender— debe desaparecer del mercado. El daño que ya ha causado merece la ilegalización inmediata de esta industria.

No podemos permitirnos perder lo que tanto costó ganar en décadas de lucha antitabáquica. No podemos ceder ante una estrategia a largo plazo de corporaciones que siguen lucrándose con la adicción y la muerte de los españoles mientras nosotros pagamos la factura sanitaria.

*Raquel Fernández Megina y Ubaldo Cuadrado son presidenta y vicepresidente de Nofumadores.org