«Torrente», «The Boys» y las otras veces que la extrema derecha no pilló la indirecta
SOCIEDAD

Varias ficciones recientes han destapado de forma crítica o paródica el ascenso y la difusión de las ideas reaccionarias en las sociedades modernas, pero algunos fans han tardado en captar a quién iba diririda la sátira
14 ago 2025 . Actualizado a las 17:52 h.«Espera, ¿pero esta obra va de nosotras?». La frase viral que pronunció el personaje de Maddy Perez en Euphoria al ver su vida representada sobre el escenario del salón de actos de su instituto es seguramente muy parecida a la que estos últimos días han dicho muchos fans de Torrente. Se han sorprendido al ver que, en su próxima incursión en la gran pantalla, el personaje de Santiago Segura —con dejes explícitamente machistas, racistas y homófobos— se presentará como representante y valedor de un partido —Nox— que, sin lugar a dudas, trasladará de forma paródica los ideales de Vox.
Las imágenes filtradas, en las que se ve a Torrente desde un balcón consistorial tras una gran pancarta del partido en cuestión, y con su apoyo explícito al candidato nacional Jacobo Carrascal —un muy evidente alter ego de Santiago Abascal— han levantado ampollas entre muchos de los fans de Santiago Segura y del personaje que representa, un expolicía corrupto de pensamiento abiertamente retrógrado. Las críticas vienen, por supuesto, por sus seguidores de extrema derecha, que de algún modo han caído, en pleno 2025, que ese «brazo tonto de la ley» creado por Segura en 1998 lleva ya décadas representando valores que se acercan a la España más reaccionaria.
Y, aunque parezca mentira, este autoengaño; este estar delulu, como se diría hoy en día, no es, en ningún caso, característica exclusiva de la derecha española. También esa alt-right trumpista lo vivió hace relativamente poco con algunas series que han puesto negro sobre blanco de forma crítica las formas en las que el pensamiento reaccionario se instala y se expande por las sociedades modernas. Ha sido, especialmente, en dos producciones que, como sucede ahora con Torrente, han tardado bastante tiempo en interpretar como sus autores lo habían ideado originalmente. Hablamos de The Boys y Watchmen.
The Boys es, sin duda, el caso más paradigmático. Cuatro temporadas les hizo falta a algunos fans de la serie interpretar que la historia de esos todopoderosos superhéroes gestionados por una influyente multinacional despiadada era una crítica al capitalismo voraz y al ascenso de la extrema derecha en Estados Unidos. Y es curioso, porque si algo se puede decir de The Boys —tanto de la serie de Amazon Prime como del cómic de Garth Ennis en el que se basa— es que no puede ser más obvia en su sátira. No se anda con medias tintas ni con metáforas abstractas. Desde su inicio, quedó claro que Patriota (Homelander) y compañía eran los verdaderos villanos de la serie. La serie era hábil en mostrar a través de ellos todas las facetas de los abusos de los poderosos en Estados Unidos: el peligro del autoritarismo, el fanatismo político, la penetración de ideas nazis en las grandes corporaciones o el giro del país hacia el fascismo. Y estaban siempre al día, refiriéndose constantemente a sucesos reales, como el ascenso de MAGA o al colectivo QAnon.
Eso estaba ahí de la forma más explícita posible. En la segunda temporada de la serie, se unía al grupo de superhéroes Stormfront, una carismática integrante que, tras unos certeros discursos populistas que conseguían convencer a las masas, escondía una ideología abiertamente nazi. Y con nazi nos referimos a nazi en su definición más amplia, no solo fascista. Porque en un momento dado se descubría que era en realidad una mujer centenaria que había formado parte del partido de Adolf Hitler en los años de la Segunda Guerra Mundial. «¡A la gente le encanta lo que yo digo! ¡Creen en ello! Lo único que no les gusta es la palabra "nazi"», defendía en un momento dado. También se descubría ahí que la empresa a la que pertenecen los súpers había sido creada por un antiguo nazi. Pero ni con esas.
Cuando llegó la cuarta temporada, y con todo el mundo mucho más exaltado por la derrota de Trump, el asalto al Capitolio, los juicios derivados de él y esas cosas, de repente cayeron en la cuenta de que Homelander era también una crítica a la extrema derecha —y no solo un representante de esos ideales—. Los fans más exaltados empezaron a hacer review bombing a la serie —es decir, votarla en masa con la mínima puntuación para bajar su valoración—, a la que de golpe tildaban de woke. Y el propio actor de Homelander, Anthony Starr, no salía en sí de su asombro. Justo estos días se ha despedido del papel, tras finalizar el rodaje de la última temporada. Ha vuelto a ser claro: «Hemos creado un monstruo, pero lo echaré de menos».
Con la serie de Watchmen la cosa fue diferente. También basada en un cómic, la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons, presentaba a varios superhéroes crepusculares, en horas bajas. Uno de ellos era Rorschach, un personaje reaccionario, sádico e ideología randiana extrema. El guionista británico nunca lo pensó como héroe, sino que lo mostró siempre como una persona con problemas mentales y traumas infantiles que le hacían, en el presente, tener obsesiones malsanas y conspiranoicas.
La traslación del cómic a una película de Zack Snyder en el 2009, desgraciadamente, le quitó a Rorschach buena parte de su sentido. El director de 300 hizo que a ese antihéroe mucho más carismático. Hizo que molase. Así que, cuando diez años después Damon Lindelof llevó la idea y el universo de Watchmen a una serie de la HBO, a los espectadores de extrema derecha les sorprendió la —muy acertada— interpretación que se hizo de la filosofía que se escondía tras la figura de Rorschach.
En la aclamada ficción de HBO, Lindelof presenta a un grupo en el que sus miembros se esconden tras las emblemáticas máscaras de Rorschach. Se llaman Séptima Kaballería sus militantes son supremacistas blancos con todas las letras. Una nueva venida del Ku Klux Klan basados en los ideales del que, para muchos, había sido el héroe más molón de la película. ¿Cómo podía haber sucedido? Los fanáticos, por supuesto, también empezaron una campaña contra la serie, a la que acusaban de pervertir la idea del personaje. Aunque nada más lejos de la realidad. Lindelof había recuperado la idea que subyacía en la obra original de Moore y Gibbons: con su individualismo extremo y su repugnancia hacia cualquier avance en materia social, Rorschach era un muy adecuado germen para la expansión de las ideas más retrógradas.