Cada vez que Candela Peña sale en la tele es un triunfo. Un triunfo para los presentadores que la llevan a sus programas y también para los espectadores que se quedan enganchados a esta actriz que se hace enorme en el directo. Broncano fue el primero en ver esa furia que despertaba cuando hacía La resistencia, aunque ella siempre le fue fiel a Marc Giró, que, en cuanto tuvo espacio propio, le dio un hueco en su Late Xou. Pero, claro, Candela es mucha Candela, y Broncano se la ha ganado para La revuelta como una colaboradora esencial en esta nueva temporada. Porque con diez minutos, Candela te hace un programa y te lo lleva a lo más alto. Es ingenio puro y espontaneidad, algo que la audiencia valora. David Broncano acierta con este fichaje, que además le abre la puerta a un público más amplio, que entiende los códigos de Candela en ese papel exagerado que ejerce sobre el escenario. Una mujer, nacida en Gavá (Barcelona), hija de emigrantes —de Sevilla y Murcia—, que creció en el bar de sus padres, donde aprendió una manera de vivir y de ser. Allí, y en el cine del señor Ramón, que había justo al lado, se imaginó una estrella. Descarada y showwoman como la Sardà, Candela es la hipérbole de la mujer real que sueña a lo grande. Esa misma que te cuenta que le aprieta la faja mientras se bebe un blanco París en un crucero. Eso es muy difícil de igualar.