
El vivero de castaños que impulsó este ingeniero, que destacó en fitopatología y cuyos clones llegaron a toda Galicia, conforma el Bosque dos Veciños
23 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Quien pasee por el Bosque dos Veciños, un parque municipal de 400.000 metros cuadrados entre Bastiagueiro y Liáns, puede encontrarse castaños que integraron el vivero que dirigió allí el ingeniero Pedro Urquijo Landaluze (Madrid, 1901-1992), ligado sentimentalmente a Llodio por vía familiar y a Galicia por su labor profesional, especialmente a A Coruña y Oleiros, desde donde desarrolló sus investigaciones y vivió hasta su muerte, que le sobrevino en la capital madrileña cuando visitaba a una hija.
Tuvo una carrera que abarcó múltiples campos, pero sus temas preferidos fueron los trabajos sobre la tinta, una enfermedad que diezmó brutalmente los castaños europeos; la lucha biológica y los experimentos para el control de enfermedades de los cultivos por medios químicos, según reconoce su nieto Jesús Collar Urquijo. Este fue quien realizó una publicación sobre su figura para la revista Investigación Agraria, del ministerio, en donde se recoge una sucinta biografía de un científico prolífico que participó en 62 publicaciones, en las que no solo se centró en sus investigaciones, sino en analizar, entre otras cuestiones, cómo deberían ser las construcciones rurales en Galicia. En ese documento se resumía el trabajo de un ingeniero agrónomo que, entre 1933 y 1971 y después de haber hecho prácticas allí, asumió la dirección de la Estación de Fitopatología Agrícola de A Coruña, que era lo que antiguamente se conocía como la Granja de Monelos. Posteriormente se trasladó a Guísamo y está en los orígenes del actual Centro de Investigacións Agrarias de Mabegondo (CIAM).
Representante en la FAO
En su carrera asumió la dirección del Centro de Galicia (que englobaba la Estación de Praticultura y Cultivos de Vega y la Estación de Fitopatología Agrícola Coruñesa), la del Servicio de Fomento del Lúpulo y la de la Escuela de Capataces Agrícolas de Bastiagueiro hasta 1969. Además, como destaca su nieto Luis Urquijo Zamora, en 1961 fue nombrado representante permanente de España en la Comisión Internacional de Castaño de la FAO y en la Comisión Internacional de Lucha Biológica.

Marcó impronta en la familia, ya que un hijo y cuatro nietos siguieron sus pasos. Collar Urquijo, ligado al Laboratorio Agrario y Fitopatológico, explica que su abuelo «desarrolló el método Urquijo, que se aplicó en la provincia de Ourense, en el sur de Lugo y muchísimo en Portugal, que fue una forma de proteger a los castaños de la tinta. Tuvo mucha fama en su momento, en los 40 y principios de los 50». La tinta es un hongo, muy difícil de tratar, que ataca a las raíces del árbol y lo acaba necrosando.
Urquijo Zamora, que trabaja en el CIAM, explica que se ocupó también de investigar hormonas que favorecían el enraizamiento de las varas de castaño y la obtención de híbridos que fueran resistentes. Su labor fue recompensada por el ministerio con la creación del Servicio de Castaños Resistentes, en terrenos de la Diputación coruñesa en Bastiagueiro, donde hizo un gran vivero. Años más tarde se cerró y parte de aquellas plantas las llevó la Xunta a la finca de la Falmega en Oroso, donde se replicó esa experiencia.

En las inmediaciones de aquel vivero de Bastiagueiro, Pedro Urquijo Landaluze compró fincas para realizar una residencia y su propia zona de plantación. Aunque se jubiló en 1971, continuó allí de forma privada sus ensayos hasta 1992. Parte de esos terrenos mantienen esa función todavía bajo la empresa familiar Castaños Urquijo.
«En 1943 comenzó en la Estación de Fitopatología otra línea de investigación, un plan de hibridaciones controladas de castaños y hasta 1957 lograron más de 3.000 híbridos, seleccionaron 240 por sus cualidades y parte de esa colección se encuentra hoy en el Centro de Investigación Forestal de Lourizán. Todos los viveros que hay en Galicia se abastecieron en parte de plantas que salieron de los clones del abuelo», comenta Urquijo Zamora y apostilla que la fórmula hormonal adecuada al castaño se sigue utilizando prácticamente igual a como él la desarrolló.

«Era un gran amante de la agricultura, de la naturaleza. No conocí a nadie que le gustase tanto la agricultura, siempre con las botas puestas, la zamarra y la boina, porque su origen vasco no lo perdió nunca», explica Collar Urquijo, que recuerda que jugaba a la pelota vasca, y que dice entre risas que siempre aseguraba que el clima de Galicia era fantástico. «Aunque lloviese estaba contento con salir al campo», rememora.
Aunque se le conoce más por sus investigaciones ligadas al castaño, Urquijo Landaluze trabajó en otros cultivos y destacó en sus trabajos en lucha biológica. «Se tomó como una meta acabar con una plaga de los manzanos y estuvo criando y repartiendo colonias por toda Galicia del parásito que se cargaba al pulgón lanígero, logró que casi desapareciera o que dejara de ser importante. Se mandaba en unas cajitas unas colonias a la gente que no tenía», comenta Collar Urquijo, que destaca el empeño de su abuelo por resolver directamente los problemas que le transmitían los agricultores.
Participó en una cátedra ambulante que iba por los pueblos dando clases sobre cómo atacar hongos de las vides o cómo podar los frutales, y mantuvo un servicio de consultas fitopatológicas, pese al criterio de la presidencia del Instituto de Investigaciones Agrarias, que prefería que se centrase en la investigación. Aceptaba muestras de cultivos de otras provincias, que aún se conservan.
Entre su legado también están tratados de fitopatología para nuevos investigadores, una figura que defendió que se debía impulsar.