Los Gómez Rodríguez, paradigma de la comarca agrícola más importante
17 jun 2013 . Actualizado a las 22:39 h.Pocos ejemplos puede haber más paradigmáticos que el de la familia Gómez Rodríguez para comprender cómo es A Limia. La comarca agroganadera más importante de Galicia sigue viva pese a la crisis y otras presiones externas gracias a la tozudez y el esfuerzo de personajes como Celso Gómez Valencia. Esa pasión por su tierra -a la vez origen y sustento de quienes la habitan- la ha transmitido a la perfección a sus cuatro hijos, todos implicados en trabajos relacionados con el campo.
El cabeza de familia abrió camino en los años ochenta, cuando contaba con poco más de 25 años. Fue cofundador de la cooperativa de vacas Antelana y, prácticamente al mismo tiempo, creó su propia explotación de cerdos, bautizada como A Curuxeira. Comenzó con 80 madres en ciclo completo y con muy pocos medios. «Agora témolo todo informatizado, pero entón empecei sen luz nin medios técnicos ningúns», cuenta Celso, que pese a todo logró que el negocio creciese y creciese. En 1986 ya tenía 150 madres, en 1990 alcanzó las 250, en 1996 las 500 y, finalmente, en el 2007 llegó a las 800. Para hacerse una idea, su granja consume cada día 17.000 kilos de pienso, tiene siete empleados y produce 18.000 cerdos al año.
Sus hijos convivieron con esta actividad desde que nacieron y siempre echaron una mano. Celso (el tercero) lo explica muy bien: «Axudabamos no verán e as fins de semana. Fomos educados nunha disciplina de traballo e aínda que sairamos o sábado, o domingo as oito da mañá estabamos aquí para traballar». Así las cosas, cuando Álvaro (el mayor) acabó el bachillerato, no tardó mucho en comenzar a trabajar a tiempo completo en la granja. Carlos (el segundo) estudió electrónica y se incorporó a la explotación cuando esta vivió su última ampliación. Celso ayuda cuando puede pero no se ha despegado de la profesión. Más bien al contrario. Es visitador de Coren. Para entendernos, es quien selecciona a los cerdos en función de su peso. Es capaz de saber, con escaso margen de error, cuántos kilos tiene un animal de un solo vistazo.
Finalmente, Marta (la menor) es ya ingeniero técnico agrícola, pero seguirá formándose. Ello no significa que se vaya a alejar del negocio familiar: «No futuro non descarto que poida vir aquí. Pode ser o futuro dos nosos fillos e hai que defendelo o máximo posible». De hecho, el hijo de Álvaro, de cinco años, ya dice que de mayor quiere ser el jefe de la explotación.
Y el abuelo, encantado. A Limia es una comarca agroganadera y sigue siendo un buen negocio, asegura, aunque inmediatamente matiza que, si es así, es gracias a Coren. Gracias a ella, solo se tiene que preocupar de producir cerdos. La genética y la investigación les facilita mucho el trabajo y en solitario sería imposible que los productores pudieran hacer frente a ese tipo de gastos, relata.
Celso Gómez Valencia está satisfecho con el trabajo hecho y quiere dejar el testigo a los hijos. «Agora son eles os que teñen que levar o tema», dice, mientras los dos más implicados en el día a día (Álvaro y Carlos) asienten con la cabeza. «Aquí non hai traballo. Estamos vendo que moita xente da nosa idade ten que marchar e nós temos a sorte de poder traballar nisto», dice Carlos. Su hermano Celso completa el argumento, pero en dirección opuesta: «Eu vexo moitas granxas e non todos teñen a sorte de ter aos fillos traballando no negocio».
Todos los hermanos y el padre destacan lo mismo: la unidad que existe en la familia tanto dentro como fuera de la explotación ganadera. «Iso si que é unha sorte», dice Celso Gómez Valencia. Y no le falta razón.
