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«Entre la velutina y el jabalí llegamos a perder el 80 % de la cosecha de uva»

Candela Montero Río
Candela Montero Río BETANZOS / LA VOZ

AGRICULTURA

Un vinicultor relata los problemas a los que se enfrenta para producir vino

26 feb 2024 . Actualizado a las 12:33 h.

Diez años lleva Jose Bouzón produciendo su propio vino. Pero, en los últimos tres, esta tarea se ha convertido en una lucha constante por salvar su cosecha: «El jabalí destroza el suelo y, junto con la velutina, se come las uvas cuando están maduras», lamenta.

Aunque reconoce que este año ha detectado un incremento en la presencia de estos animales e incluso habla de «masificación», señala que no se trata de un problema nuevo y que el jabalí tiende a cebarse especialmente con una de sus siete parcelas: «Nos afecta sobre todo en una finca que tenemos en el concello de Betanzos, ya que se trata de una zona en la que no hay caza». La ubicación es, precisamente, el gran problema de este terreno: «Los jabalíes viven en la finca que está justo al lado, que es enorme y está llena de maleza. Vemos perfectamente por dónde entran y todo el recorrido que siguen por el medio de las viñas», relata Jose.

Las pérdidas, explica este vinicultor, son difíciles de calcular: «Se comen lo mejor, lo más maduro, antes de que puedas cosecharlo, y te dejan lo peor, por lo que el perjuicio es muy grande» argumenta. Haciendo una aproximación, calcula que solo el jabalí puede dejarlos sin «la mitad de la producción» y, si se suman las avispas, el resultado es devastador: «Entre la velutina y el jabalí, algunos años hemos llegado a perder hasta el 80 % de la cosecha».

A los destrozos materiales hay que sumar los daños morales: «Es algo en lo que trabajas durante todo el año para conseguir una buena cosecha. Implica perder el esfuerzo y la inversión de todos estos meses. Además pierdes calidad, porque al comerse las uvas maduras solo te quedan las verdes», cuenta. «Supone ver que al final del proceso y después de todo lo que has dedicado a las viñas, no tienes nada. Es muy frustrante», añade.

Además, Jose elabora vino empleando única y exclusivamente su propia cosecha, lo que agrava todavía más la situación: «No queremos comprar uva porque buscamos hacer un vino de calidad y solo con nuestro propio producto. Así que el rendimiento, ya de por sí es bajo, porque necesitamos buenas maduraciones», relata.

Para combatirlo, han probado varias técnicas. La que aparentemente resultaba más efectiva para las velutinas, termina por destrozarla su otro gran enemigo: «Pusimos redes antigranizo. Están permitidas y son muy tupidas, por lo que impiden el paso de las avispas. Pero viene el jabalí y las rompe», lamenta. El pastor eléctrico fue otra de sus opciones: «Lo probamos para luchar contra el jabalí, pero tienen que ser pastores solares, porque allí no tenemos corriente eléctrica, así que no eran lo suficientemente efectivos y terminaba entrando». Así, las opciones que le quedan le suponen un desembolso difícil de afrontar: «Una posibilidad es cerrar la finca, pero implica un coste enorme», cuenta Jose. Lo mismo sucede con el trampeo y la caza: «Poner trampas para capturarlos vivos está permitido, pero tienes que correr tú con ese gasto, igual que con las batidas, que además es obligatorio que hacerlas en una zona delimitada», argumenta.

Ayudas por los daños

Jose explica que los vinicultores como él cuentan con la posibilidad de solicitar ayudas por los daños que les ocasionan estos animales, pero asegura que «no compensa». «Nosotros trabajamos y cuidamos la uva con el objetivo final de hacer nuestro vino, no buscando una ayuda por los perjuicios», añade. Una cuantía que, además, no cubre los destrozos que este agricultor sufre en sus dos hectáreas de cultivo: «Lo máximo que te dan son aproximadamente mil euros, da igual que tengas una pérdida del 10 % o del 100 %, en una hectárea o en 15», explica. «Es casi una risa», reclama.

La solución, para Jose, pasa por atajar la que él considera la raíz del problema: «Las fincas colindantes están todas abandonadas y llenas de maleza ahí es donde la administración tendría que trabajar. Es obligatorio tener las fincas limpias, pero muchas veces no se cumple», clama. «Yo quiero trabajar en el rural y vivir de ello, pero está muy complicado», concluye.