«La agricultura me recarga las pilas», dice la emprendedora Cecilia Portela
16 nov 2024 . Actualizado a las 10:49 h.La principal ventaja de emprender radica en que no hay edad para hacerlo. Cecilia Portela lo lleva haciendo casi toda su vida. Esta vecina de Tomiño empezó estudiando diseño de interiores a los 18 años y ahora, con 46, dos carreras universitarias más, una dilatada experiencia laboral y una hija «que es mi mejor proyecto», se ha puesto al frente de una plantación ecológica de kiwis. La suya es una historia de superación personal que apuesta por abrir nuevos campos en el rural ante la amenaza de la despoblación y la gestión del territorio.
Cecilia se crio entre kiwis porque sus padres fueron de los primeros visionarios de O Baixo Miño que descubrieron el potencial del «fruto del futuro», como se denominó a esta baya peluda de pulpa verde y sabor agridulce cuando, en 1969, el ingeniero agrícola Carlos del Río Del Río y su amigo José Fernández López, fundador de Pescanova, pusieron en marcha en Gondomar la primera plantación de España. «Ellos compraron 47 fincas en la década de los 80 para plantar, para poder sacar la familia adelante porque el sueldo no llegaba», cuenta Cecilia.
Su padre era delineante y ella siguió sus pasos sin saber que dos décadas después también iba a volver por el mismo camino. Trabajó como delineante hasta que la crisis de la construcción la abocó al paro. Aprovechó ese tiempo y ese dinero para volver a estudiar, y lo invirtió en estudiar lo que más deseaba. «Siempre me gustó el urbanismo, así que estudié Arquitectura y acabé la carrera mientras trabajaba como delineante, en el 2016, un año después de que naciera mi hija Vera», apunta.
Encontró su siguiente proyecto mientras hacía la tesis en Oporto. Confiesa que nunca se había planteado que la arquitectura y la agricultura pudieran ser «complementarias», pero, en pleno auge de la agritectura, vocablo y tendencia que resulta de la fusión de ambas disciplinas para crear espacio urbanos productivos y sostenibles, podría decirse que Cecilia es agritecta.
«Soy arquitecta, pero la agricultura me recarga las pilas y creo firmemente que el campo es un recurso de gran potencial en la zona para seguir innovando y generando proyectos y puestos de trabajo», defiende.
Por eso se puso manos a la obra. Su tesis sobre las Ilhas de Oporto, que son las viviendas clandestinas para las clases trabajadoras que surgieron en la segunda mitad del siglo XIX, fruto de la necesidad habitacional de la población rural que buscaba una salida laboral en la emergente industria portuense, le ofreció otra perspectiva. «Valoré más la vida en el rural. Me di cuenta de que las lógicas de vida en el rural son exportables a las ciudades y las mejoran, tanto desde un punto de vista físico como social y que para diseñar espacios las personas han de identificarse y crear vínculos», defiende la profesional.
Sus propias reflexiones la encaminaron a diseñar su espacio sobre la misma parcela de Tomiño que habían cultivado sus padres y que ahora ella ha ampliado, identificándose con el proyecto y retomando los vínculos familiares que siempre mantuvo pero que ahora le permiten un contacto más directo.
Celia Portela ya ha puesto en el mercado su primera producción de kiwi ecológico. «Regresé a a la agricultura por vocación», insiste esta emprendedora que está visiblemente ilusionada con el trabajo. Ahora también hace carrera en el campo con los nuevos proyectos de innovación de los que disfruta la tercera generación de la familia.