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Oia abre la temporada de curros con 300 caballos salvajes saneados en A Valga

alejandro martínez OIA / LA VOZ

GANADERÍA

Los ganaderos contabilizaron el nacimiento de 62 potros este invierno en una fiesta con miles de asistentes

15 may 2024 . Actualizado a las 01:03 h.

Una tradición ancestral volvió a cumplirse este domingo en Oia. Un total de 300 caballos fueron rapados y saneados en el primer curro de la temporada. La gran fiesta esquina se celebró en el monte de A Valga. Miles de personas la han podido disfrutar en un recinto en el que también se han instalado puestos de comida. A las nueve de la mañana salieron los ganaderos a pie y a caballo para buscar a los equinos que pastan libremente por los montes de Oia y de O Rosal. Hacia el mediodía ya los habían conseguido reunir en el cierre grande, momento para hacer un alto y degustar una comida campestre a base de churrasco, pulpo o empanadas.

Este momento de esparcimiento y de compartir se interrumpe a las cinco de la tarde, que es cuando hay que ponerse manos a la obra para iniciar el tradicional rito de la rapa das bestas. Es a esa hora cuando empiezan a meter a los caballos en el recinto pequeño del curro. Cada ganadero se hace cargo de sus animales, les cortan las crines y los desparasitan, antes de volver a ponerlos en libertad. En otro cierre aparte se contabilizan los potros que han nacido durante el invierno, se marcan a fuego y se les coloca un chip para su identificación. Contabilizaron el nacimiento de 62 nuevos ejemplares desde la celebración del último curro en la zona. Así, uno a uno, se irán saneando el resto de los caballos que pastan libremente en los montes de la Serra da Groba y que pasan un invierno duro expuestos a la intemperie con poco pasto. La siguiente cita será en Mougás el primer domingo de junio y en la parroquia de Torroña al siguiente domingo.

Tradición antigua

La de los curros es una de las tradiciones más antiguas de la comarca. La presencia de caballos salvajes y su domesticación aparece documentada ya en tiempos prehistóricos, mediante grabados rupestres en superficies graníticas. Ya en la Edad Media, en el siglo XIII, está documentada la presencia de yeguas y caballos salvajes pertenecientes a los monjes del monasterio de Oia. A partir del siglo XVIII se constata la existencia de los curros a través de un foro dónde se menciona el derecho que tiene el monasterio a «prender y acorralar» a las bestas. El objetivo era abastecerse de la preciada carne de los potros.