EDUARDO GALÁN LA RUTA DE LAS ESTRELLAS
25 oct 2001 . Actualizado a las 07:00 h.Resulta imposible abarcar a Brando. Es inmenso, y no pretendemos hacer un chiste fácil sobre su estado físico actual. La talla de un actor nada tiene que ver con la cinta métrica. Hablamos de pura impotencia para los que quieren innovar en la profesión: no hay nada que él no haya probado antes. Brando es hijo del Actor''s Studio de Lee Strasberg. Como De Niro y como Paul Newman, pero él fue el primogénito. De su estirpe salieron muchos rebeldes con causa, aunque «sólo Brando se enfrentó con autenticidad contra el espíritu burgués y el orden social», según palabras de Elia Kazan. Ya se lo decía María Schneider en El último tango en París: «Yo soy Caperucita Roja y tú el Lobo Feroz». Brando vivió cada papel hasta el límite: cuatro meses en una silla de ruedas para Hombres. Desde el punto de vista de la interpretación, uno de los momentos más hermosos de la historia del cine es el plano secuencia de El último tango en París, donde aguanta un soliloquio de ocho minutos en primer plano, pintado por la sombra de María Schneider. Ahí, siguiendo a Stanislavsky, habla de los recuerdos de su infancia infeliz, amargamente alumbrada por una harmónica. Hizo de marino (Rebelión a bordo), militar (El baile de los malditos), espía (Queimada!), gangster (El Padrino, El Novato) y hasta ha sido Napoleón (Desirée), Torquemada (Cristóbal Colón) y padre de Superman. Dio para supermacho (Un tranvía llamado deseo) y para homosexual (Reflejos en un ojo dorado). Fue gurú (Candy), motero (Salvaje) e incluso cantó de oído en un musical (Ellos y ellas). Disfrutó siendo inmolado en tremendas palizas sangrientas: El rostro impenetrable, La ley del silencio y La jauría humana. A sus personajes los envolvió con la piel de serpiente -la del ángel y la del demonio- como al coronel Kurtz de Apocalipsis Now, o al asesino maníaco de Missouri. Bertolucci dixit: «Es un ángel como hombre y un monstruo como actor». No todos piensan lo mismo: «Habla como si tuviera la boca llena de papel higiénico», dijo un crítico. Ahora, como el doctor Moreau al que interpretó, el monstruo angélico sólo sale de su cueva en la isla de Tetiaroa para papeles secundarios pagados a precio de protagonista de lujo. La industria se burla de él y de ese cuerpo deforme que un día fue hermoso y exhibicionista. Odia a la humanidad y a la profesión: «Actuar es una ocupación inútil, un trabajo de neuróticos y para neuróticos». Es igual, nos quedamos con aquella réplica de su boxeador sonado de La ley del silencio: «Pude haber tenido clase». Brando la tuvo, la retiene, y siempre nos ha hecho ofertas que nunca hemos podido, ni querido, rechazar.