La Seminci concluye sin un favorito claro para ganar la Espiga de Oro
TELEVISIÓN
Suele ocurrir en la Seminci, que en la recta final de la sección a concurso asoman las películas con olor a Espiga de Oro. Aunque para la prensa cerró la muy académica polaca Mi Nikifor , tan correcta que sabía a cine antiguo, un exitazo de público e crítica en su país, el cine de altura correspondió al danés Lars Von Trier y Manderlay , la segunda de una trilogía iniciada con Dogville y que culminará con Wasington . Krzysztof Krauze recrea en Mi Nikifor los últimos años en la vida del peculiar pintor naïf Nikifor (1895-1968), idónea con fines didácticos pero absolutamente inocua como propuesta cinematográfica. Idónea para fines didácticos, eso si, aunque quizá nunca llegue a estrenarse en las pantallas españolas. Recurriendo al mismo estilo visual y a la misma estructura de Dogville , con marcas en el piso del plató en lugar de decorados tridimensionales, excepto algunas estructuras aisladas, Von Trier (que padece aerofobia y nunca visitó Estados Unidos) continúa su trilogía sobre Norteamérica, en esta ocasión en un pueblo de Lousiana. Casi dos horas y media de metraje, reparto multinacional (que incluye a Danny Glover, Willem Dafoe o Lauren Bacall) y una contundente andanada al tema del esclavismo que lleva a decir al propio Trier que «esta será una de las escasas ocasiones en las que los Panteras Negras y el Ku Klux Klan estarán de acuerdo, odiarán la película». De paso arremete con una peculiar manera de entender la democracia, y no hay que ser un lince para seguir los tiros. La opinión entre la crítica es que hubo escaso margen para el entusiasmo entre los filmes aspirantes a la Espiga de Oro, con ser notable su calidad general. Ocurre que brillaron en particular los filmes presentados fuera de concurso, en algún caso con la vitola de ganadores en Cannes o Venecia. Es la razón por la que nadie entre la crítica se atreve a adelantar un veredicto, aunque en buena lógica el ganador debería estar entre Escondido , de Michael Haneke, Factótum de Bent Hamer o Manderlay de Lars Von Trier. Aventurarse a un veredicto en un certamen con el rigor de la Seminci, equivale al tópico de buscar una aguja en un pajar. Hay además otras categorías, al margen de mejor película, particularmente complicadas porque el nivel técnico artístico en apartados como guión, fotografía, actores o actrices, suele ser óptimo. En este caso, suena Grandinetti como mejor actor por Segundo asalto . Por último, hay una incógnita complicada de resolver, y es el papel jugado por el cine español o coproducido con España, este año presente en filmes dignos aunque de entusiasmo limitado como Hermanas, Elsa y Fred y Vida y color .