YA DOÑA desde su primera bocanada de aire, el bebé Leonor provocará riadas de tinta, horas y más horas de palabrería y miles de imágenes durante estos días, como anticipo a la presión mediática que la acompañará durante su ciclo vital. Futura reina de España, la infanta Leonor no podrá evitar su inmersión en la desmesura mediática que caracteriza al mundo del corazón. Aunque hasta ahora la familia real española logró mantenerse al margen, el alumbramiento de la princesa Letizia provocará que les sea más complicado en adelante. Eso de la protección al menor, etcétera, es excepción con la realeza. Pobre criatura. Como país muy dado a excesos (informativos, también), el nacimiento fue manjar de lunes y martes, y lo será al máximo nivel hasta que doña Leonor aparezca en sociedad junto a sus gozosos padres. Lo que encaja mal, de ahí la indelicadeza mediática, es la desconsideración hacia esos millones de ciudadanos, cuyas convicciones políticas están al margen de la monarquía, republicanos militantes. Seguramente solidarios con la felicidad de Felipe y Letizia, y respetuosos con el modelo político que este país se dio al finalizar la dictadura, encontrarán rechazable tamaño bombardeo ante un hecho tan natural como el nacimiento de un bebé. Tampoco deberían extrañarse, hace tiempo que la tele (las teles) perdió su brújula.