Leopoldo Panero ha abandonado por unos días el psiquiátrico de Las Palmas, como suele hacer cada año por estas fechas, para presentar en Madrid sus últimos trabajos, Papá, dame la mano que tengo miedo y Jardín en vano, y de paso darse un baño de multitudes en la Feria del Libro y decir que no quiere volver a Canarias. «Esta vez quiero quedarme aquí -dice-, yo no quiero volver al manicomio. Es un sitio cruel, un circo romano, donde me maltratan y me echan agua caliente en los ojos para que me despierte. Tienen un orden obsesivo. Estoy pensando en llevarlos a juicio por tortura. Son una pústula infame». Así comienza la conversación Leopoldo Panero (Madrid, 1948), escritor maldito y enfermo. Un gran conocedor del infierno, al que le gustan las multitudes y que no para de escupir citas literarias y filosóficas: Kierkegaard, Nietzsche, Baudelaire, Eliot o Heidegger, el filósofo alemán, que, «aunque fue nazi», le gusta mucho porque estuvo «obsesionado por la verdad». El autor de Así se fundó Carnaby Street, Last River Together o Poemas del manicomio de Mondragón no para de escribir, porque asegura que es lo que le salva la vida. «Yo tengo miedo a morir. Tengo un miedo cerval a la muerte, mucho miedo», reitera. «La única esperanza que me queda en esta vida es la literatura. Escribir y ganar algo de dinero para sobrevivir», explica. Y fruto de esta intensa tarea creativa como salvación son estos dos libros que ahora aparecen, uno en prosa, Papá, dame la mano que tengo miedo, editado por Cahoba, y un poemario escrito a cuatro manos con Félix J. Caballero, Jardín en vano.