Más allá de la polilla de Cristiano Ronaldo, mucho más allá del gol de Éder, más allá de la euforia portuguesa, este fin de semana dio un momentazo televisivo como hacía años que no veíamos los espectadores. Estoy por hacer un polígrafo ahora mismo para saber quién me sigue en este culebrón, así que si al nombrar a Olvido Hormigos saben de qué estoy hablando, entonces es que han entrado ya en el tema profundo. No se habla de otra cosa, y eso que no ha habido pronunciamiento todavía del afectado desde que en directo, en la madrugada del sábado, se mencionó su nombre. Qué sofocón, qué corte, qué vergüenza y qué gran shock para los espectadores.
Pasa cuando se juega con fuego tan apasionadamente. Días y días dándole vueltas, horas y horas interminables de televisión hablando del runrún, mojándose sin mojar, abriendo la puerta de esa habitación, hasta que llegó el desliz de María Patiño, que dará para otro mes seguido en Telecinco. Es la prueba evidente de que en Sálvame no guionizan nada y que la bomba te puede explotar en la cara, como le pasó a ella, cuando menos te lo esperas. Sin premeditación, sin ganas de reventar su programa y mucho menos su amistad con el susodicho, la periodista María Patiño le contó a toda España -por despiste- lo que el polígrafo de Conchita no acababa de desvelar.
Hoy no quiero tampoco dar su nombre; porque a estas alturas de programa, él, usted y yo ya sabemos quién fue el amante de Olvido Hormigos.