Los tres motivos por los que todos los que ven este «Operación Triunfo» se acaban enganchando

TELEVISIÓN

Esta edición del concurso demuestra con un cásting de sobresaliente que no es necesario el morbo para hacer un espectáculo digno de aplauso

04 dic 2017 . Actualizado a las 21:02 h.

Contra todo pronóstico, Operación Triunfo está saliendo más que airoso de su resurreción, 16 años después. Aunque el aguijonazo de la nostalgia resulta difícil de ignorar al rebobinar hasta aquel 2001, los años han sido despiadados con el recuerdo de los primeros triunfitos, todo caspa y ranciedad, por lo que, de entrada, el remember prometía muchas menos alegrías de las que -sorpresa- está dando al espectador. Sin de momento datos de audiencia para hacer mucha fiesta, Operación Triunfo 2017 empieza sin embargo a erigirse como ejemplo a seguir, como programa de cuyo visionado presumir sin miedo al sonrojo, como prueba de que no, no es necesario el morbo ni la sobreactuación, ni el chanchullo ni la polémica, para conseguir un espectáculo digno de aplauso. Y aún hay más: la admiración trasciende al talento musical. La mediática academia, que sí aglutina miles de adeptos en redes sociales y visionados masivos en sus vídeos, ha conseguido reunir a un sobresaliente elenco de aspirantes al premio al que la televisión de hoy en día nos tiene poco acostumbrados: una pequeña muestra de que otra juventud -solidaria, comprometida, tolerante, diversa, entusiasta e inclusiva- es posible. 

Estas son las razones por las que aquellos que todavía no lo han hecho están tardando en engancharse a Operación Triunfo 2017. Olviden, durante un par de minutos, todos sus prejuicios:

La vida en directo es la vida mejor

Mucho han cambiado las cosas desde que Chenoa, Bustamante, Bisbal y compañía se instalaron, pantalla de televisión mediante, en nuestras vidas. No había entonces Twitter, y sin él, tampoco hashtags bajo los que desahogarse. No había historias en vivo de Instagram, ni siquiera vídeos de Youtube para repasar momentazos en bucle, una y otra vez. Tan arcaico era el tema que los seguidores del programa enviaban sus cuestiones, sugerencias y piropos varios a través de SMS -¿SMS? ¿todavía existen?-. Hoy, Internet no solo es una utilísima herramienta con la que el programa compensa sus medianas cifras de audiencia -los contadores de reproducciones, retuiteos y likes son un termómetro preciso del éxito del formato-. Es, además, un atractivo para el espectador, una ventana a la escuela. A través de la emisión 24 horas en Youtube, cualquiera puede seguir la vida en directo sin estar sometido a la edición de vídeos que ejecutan otras cadenas, pero también asistir virtualmente a las clases y asimilar las lecciones que reciben los miembros de la academia.

Al canal le acompaña un chat en directo, en el que todo aquel que lo desee puede comentar lo que está sucediendo, y que se complementa con activos perfiles en el resto de redes sociales: Twitter, Facebook e Instagram. No hay lugar, pues, para la censura con tanto cristal. Operación Triunfo 2017 es, en comparación con otros realities, un concurso blanco, en el que nada se guarda la dirección para emitir en exclusiva en las galas. Llegamos a ellas con los mejores momentos de la semana vistos y revistos, y, sin embargo, volvemos a tragárnoslos, encantados, una vez más. ¿La prueba de ello? La emocionante actuación de Amaia y Alfred: si el primer pase de micros acumuló más 300.000 visitas en Youtube, el vídeo de la gala se acerca al millón. Y subiendo. 

No hay Risto, ni falta que hace

No hay Risto en Operación Triunfo 2017, pero hay uno que se le parece. Sin embargo, y a pesar de mantener un criterio severo para valorar las actuaciones, no es este un jurado con el colmillo demasiado afilado, lo que, sinceramente, acaba agradeciéndose. Las valoraciones de las primeras ediciones del concurso acabaron convirtiéndose en un considerable mal trago para los chavales, que las encaraban encogidos, presos del miedo a la humillación. A riesgo de encontrarnos con algún toque de atención que eche por tierra este argumento, los jueces son esta vez rígidos, pero respetuosos, enemigos de ganar seguidores a fuerza de hundir al que lo ha hecho mal. Y aunque la actual promoción no está libre de altercados -ya en la primera gala, la directora de la academia Noemí Galera llamó la atención a Mónica Naranjo por sus formas y su afán de protagonismo-, predominan de momento las críticas constructivas, los consejos profesionales e incluso algún que otro gesto de complicidad.

Pero si hay algo en los mandos de la academia que este Operación Triunfo haya sido un acierto es la elección de los profesores, con los Javis como fichajes estrella. Javier Calvo (Física y Química) y Javier Ambrossi no solo son el cerebro y la brújula de proyectos tan ambiciosos y aclamados como La llamada -que primero fue un musical y después, película- o la webserie Paquita Salas, sino que además encarnan el éxito temprano. Destilan talento y pasión por lo que hacen, son optimistas, divertidos y comprometidos, y consiguen que buena parte de la juventud actual se sienta identificada con ellos y con sus valores. 

El equipo se completa con el productor Guille Milkyway -líder de la banda Casa Azul, compositor de aquella pegadiza Amo a Laura, productor de Fangoria y ahora instructor en cultura musical-, la entrenadora Magali Dalix -creadora del revolucionario método Magali-, la experimentada bailarina Vicky Gómez y la profesora de yoga Xuan Lan -también con método propio, Yogalan-.

Otra juventud es posible

Chicos y chicas normales. Ahí está la clave del éxito. No hay artificio en este cásting, no hay personaje alguno en el grupo ni cargante exageración que despierte en el espectador las ganas de aferrarse al mando y cambiar de canal. En el polo opuesto a los protagonistas de formatos como Mujeres y Hombres y ViceversaGandía Shore -y sus múltiples versiones: Jersey Shore, Acapulco Shore, Super Shore...-, los alumnos de Operación Triunfo 2017 nos han hecho recuperar la confianza en que otra juventud es posible. Identificarse con ellos, con sus emociones y con sus frustraciones, resulta sorprendentemente sencillo. Entusiasmarse con sus sentimientos, en sus fases más embrionarias. Seguir sus progresos. Confiar, fuerte, en que nazca entre alguno de ellos algo más que una amistad. Ponerse nervioso cuando el lunes se encaraman, temblando, al escenario de TVE.

Pero es que además resulta que este grupo, tan diestramente escogido -todos, con sus evidentes diferencias entre unos y otros, poseen un indiscutible talento-, está dándo una lección a todos aquellos que tachan de telebasura los realities, a los que han perdido la fe en que lo bueno, sin morbo, es incapaz de vender, y, sobre todo, a los que, con esa mala costumbre de generalizar, tachan a los millennials de vagos, irrespetuosos, pasotas e incultos

No una ni dos veces los concursantes de Operación Triunfo 2017 nos han cerrado ya la boca. Conversan con naturalidad sobre política, actualidad y temas que en demasiadas ocasiones han sido tabú en la televisión pública, como feminismo o transexualidad. Lo hacen, además, con un enfoque radicalmente distinto al que se suelen tratar estos temas, por ejemplo, en El Hormiguero -nido de controversias- o en Gran Hermano, donde hace poco se abordó la identidad de género en unos términos cuando menos ofensivos. Y brotan especialmente, de manera espontánea, reacciones que no están programadas y que merecen, la mayoría, un sonoro aplauso. ¿Ejemplos?

1. Durante un ensayo con Alfred, Mimi, la primera concursante expulsada, hizo un desafortunado comentario: «Has gritado como una nenaza». Enseguida él consideró que su apunte había sido «un poco sexista». «Eso es muy sexista. Lo siento», admitió ella con sinceridad, una reacción que resultó apabullantemente aplaudida en las redes.

2. Durante una conversación, antes de empezar una de las clases, Marina le confesó a Ambrossi que su pareja era transexual: «Empezó a indagar en los géneros no binarios, se definió como genderfluid, empecé a tratarle en neutro», le contó ella, con toda su campechanía. Javi lo comprendió a la perfección. Y no solo eso. La concursante se ganó toda la admiración del profesor, que en ese momento llevaba puesta una camiseta con el lema «Protect trans kids». 

3. Durante un día entero -y no fue la única vez-, Alfred se paseó por la casa con una camiseta de Proactiva Open Arms, una prenda que hace referencia a una ONG dedicada a rescatar refugiados en aguas del Mediterráneo. 

No son pocos momentos y no son los únicos. Son sencillos, son humildes. Exponen sus argumentos sin ánimo de ofender; sus problemas, sin estar pendientes de las cámaras. Y ahí está el secreto: en no forzar, en no fingir.

PARA SABER MÁS