«Superestar», la serie que cambia a Tamara, el gran estreno de Netflix

Óskar Belategui MADRID / COLPISA

TELEVISIÓN

CARLA OSET / NETFLIX

Nacho Vigalondo humaniza a la cantante y a su cohorte de friquis. «No me perdonaría que se prolongara el desprecio que sufren», asegura el director de la ficción

18 jul 2025 . Actualizado a las 10:09 h.

«Esta serie es una fantasía que toma personas y situaciones reales como punto de partida para contar esta historia», advierten los créditos finales de los seis episodios de aproximadamente una hora que conforman Superestar. El término «fantasía» es bastante preciso a la hora de definir las intenciones del director Nacho Vigalondo y de Los Javis, productores de una serie que ha resucitado 25 años después el fenómeno del tamarismo, la expectación creada en torno a Tamara —cantante vizcaína que después se cambió su nombre al de Ámbar y ahora es Yurena— y la cohorte de friquis que la rodeaba y a los que explotó Crónicas Marcianas.

Aviso a navegantes. Quien espere un documental canónico sobre el destino de Arlekin, Paco Porras, Leonardo Dantés y compañía deberá ver en Netflix Sigo siendo la misma, con testimonios actuales de sus protagonistas. Lo de Vigalondo, también en la plataforma desde el mismo día, es otra cosa. Una aproximación originalísima, libérrima, loquísima, respetuosa y alejada del costumbrismo y el realismo, que no busca reírse de personajes televisivos, tal como ocurrió a principios de los 2000, sino trascender del chascarrillo para reflexionar sobre cuestiones como la identidad, el talento artístico, la fama devoradora, el morbo televisivo y la maternidad mal entendida.

El propio director de Daniela Forever rememora desde nuestros días el circo mediático anterior a las redes sociales en la piel de Joaquín Sardana, presentador de Tiempo de Marte, sosias de Xavier Sardà en Crónicas Marcianas. «Tuve la suerte de vivir en primera línea un fenómeno asombroso», relata mirando a cámara. «Fue en el año 2000. Duró un par de años y nunca antes había pasado algo así. De repente, el centro de la pista estaba tomado por criaturas que no parecían seguir ninguna regla. Famosos que ni eran guapos, ni ricos ni mucho menos normales».

En medio de todo aquel espectáculo estaba María del Mar Cuena Seisdedos (Baracaldo, 1969), cuya canción No cambié tarareaban hasta los que no veían Crónicas Marcianas. Tamara (Ingrid García-Jonsson) acudía a los platós en compañía de su madre, Margarita Seisdedos (Rocío Ibáñez), que se hizo célebre por golpear a los que agobiaban a su hija con un bolso que la leyenda dice que albergaba un ladrillo en su interior. A ellas está dedicados el primer y último episodio, mientras el resto se centran en los otros personajes de un sainete que desprende tristeza y melancolía. Que logra emoción de ley con materiales de derribo, pura telebasura.

Superestar muestras sus cartas desde su inicio: la noche de bodas en la que Tamara fue concebida, su madre se pierde al ir al váter por unos pasadizos dignos de David Lynch. Cuando da a luz a la niña, escucha procedente de no sabe dónde, como si el bebé se hubiera tragado un transistor, Karma Chameleon, que Culture Club no lanzaría hasta 14 años más tarde y que Marimar cantará en su cuarto de adolescente.

De Terelu a Gurruchaga

Margarita falleció en el 2019 (Yurena duerme junto a sus cenizas, como descubre Sigo siendo la misma) y siempre vio a su hija como una niña. Por eso, en la serie, la pequeña Sofía González da vida a la cantante incluso cuando es adulta, porque la contemplamos con los ojos de una madre posesiva y sobreprotectora. En otra radical decisión de guion, Leonardo Dantés (un maravilloso Secun de la Rosa) se desdobla en dos versiones de sí mismo en el segundo episodio. Porque está el bufón televisivo, el de El baile del pañuelo, y también el letrista de Manolo Escobar y Los Chunguitos, el niño gay de un pueblo de Extremadura que regresó a su pueblo cansado de que España se burlara de él. Jekyll y Hyde. También hay dos Tamaras, la que «triunfó» y la que se quedó de cajera de supermercado en Santurtzi.

Vigalondo se propone encontrar la humanidad de unos seres grotescos que el resto del mundo contempla como mamarrachos sin talento. Payasos de un circo televisivo que les devoró en tertulias de cotilleo chusco. Protagonistas de escándalos y montajes a los que les gustaba las cámaras más que a un tonto una tiza. Los iniciados en el «tamarismo» reconocerán hitos: la rivalidad de Loly Álvarez con Tamara, las maniobras de Arlekin, villano de la función, que tan pronto grababa un vídeo porno con Tamara como se estrella en coche en la Fuente de la Cibeles.

Superestar retrata pasiones amorosas tóxicas y transformaciones físicas dignas de Vértigo de Hitchcock. A cada nuevo episodio, la serie se va volviendo más sórdida pero no por ello menos divertida y sorprendente. Una noche toledana que empieza en una sauna gay con Tony Genil y Paco Porras puede acabar con un Michael Jackson de acento catalán. Todos los actores, incluidos invitados como Javier Gurruchaga y Terelu Campos, están soberbios. Quién iba a decirnos que escuchar El cielo no entiende de OBK veinticinco años después podría hacernos llorar.