Nacho Vigalondo: «No me perdonaría que se prolongara el desprecio que sufren»

Oskar Belategui MADRID / COLPISA

PLATA O PLOMO

CARLA OSET / NETFLIX

El cineasta dirige la serie «Superestar» en Netflix, producida por los Javis. La serie que cambia a Tamara

18 jul 2025 . Actualizado a las 10:08 h.

Nacho Vigalondo (Cabezón de la Sal, 1977) conoció a Yurena en Los felices 20, el late show que el cineasta cántabro presentó inspirado, apunta, en el desmadre de Crónicas Marcianas. La cantante ya ha visto la serie Superestar y dado el plácet a la particular biografía firmada por el autor de Los cronocrímenes.

—¿Veía «Crónicas Marcianas»?

—Me pilló de lleno en mi época más vulnerable: compartiendo piso en la universidad, primero en Las Arenas y después en Madrid. Formaba parte del colectivo adicto a esa dosis de caos todas las noches. Me convertí al «tamarismo» de lleno.

—¿Por qué le enganchaba?

—Ahora es fácil teorizar, uno siempre se recuerda mejor de lo que fue. Quiero pensar que ya entonces tenía la capacidad de valorar algo que no obedecía a las reglas habituales de la fama y la popularidad. Siempre me ha molestado la dictadura de la juventud en el mainstream. A mí me gustaban los 70, el show de Johnny Carson, Nino Bravo... Personas un poco ajadas. Tamara apareció de la nada con treinta y pico años.

—«Superestar» llega a Netflix junto a un documental que cuenta qué fue de esta troupe.

—El documental es fantástico. Hay que aparcar el clasismo y partir de un hecho elemental: todos merecemos ser ficción en un momento dado. No hay ningún ser vivo que no merezca ser objeto de una reflexión de cara a una historia. Si tú hablas de la mafia o el autoritarismo es más fácil alcanzar el prestigio, ¿pero por qué no se puede hablar de personas que han sido conocidas por cosas completamente diferentes? ¿Por qué narcos sí y «tamarismo» no?

—España se reía de estos personajes. Su reto es encontrar humanidad en ellos.

—Es lo que más percibo que se está celebrando de la serie. Esa humanidad es algo que hacemos en las películas, que se cuentan desde dentro del personaje. La sátira sin más y el análisis de una época no me interesaban demasiado. Ya hemos contado muchas veces los claroscuros de la televisión de entonces. Se reían de ellos, de acuerdo, no lo oculto. También tenían su parte de complicidad. Querían ser tomados en serio, pero encontraban irresistible que se rieran de ellos. El reto de la serie era no negarnos a hacer un disparate, un espectáculo imprevisible, pero tomándonos en serio a los personajes. Hay gente que los desprecia y ya tiene la serie calificada en su cabeza. Cree que damos popularidad a personas que no la merecen. Superestar no está contada desde una posición superior, condescendiente, como The Disaster Artist, de James Franco, sino desde dentro.

—Es enternecedor cuando alguien se cree poseedor de talento y el resto del mundo no lo ve así, como Ed Wood.

—Estos personajes me permiten hablar de algo tan inevitable como la identidad. ¿Cuánto hay de nosotros en lo que hacemos? ¿Somos nosotros realmente cuando nos exhibimos? Loly Álvarez decidió hacer como en Vértigo pero al revés y ser otra persona para ocupar su sitio. Margarita Seisdedos era madre en los platós de televisión, donde no tenía sentido que lo fuera.

—La serie juega con la verdad y la mentira.

—Nunca agradeceré lo suficiente a Los Javis que me hayan permitido romper las normas del biopic, ellos fueron pioneros con Veneno. No hubiera soportado la presión de contar lo que verdaderamente pasó. Es un mosaico donde cada personaje tiene su espacio, un Black Mirror.

—¿Cree que a Xavier Sardà le va a gustar la serie? Su programa no sale muy bien parado...

—En ningún momento he querido moralizar o cargar las tintas con una denuncia de la televisión de la época. Sería injusto ser despectivo, como si los espectadores no tuviésemos nada que ver, porque estábamos en primera fila riéndonos. No muestro una trastienda lúgubre de un programa cuyo desmadre nos inspiró para Los felices 20. Crónicas Marcianas era un formato autóctono y no heredado de la tradición estadounidense.

—¿Ha conocido a Yurena?

—La conocí en Los felices 20 y nos causó un embrujo. Ya ha visto la serie y le pareció muy bien. No consiente que nadie le falte al respeto a su madre.

—¿Le da miedo que estos personajes vuelvan a sufrir al salir a la palestra?

—No me perdonaría que la serie funcionase como una prolongación del desprecio al que están habituados, lo que hizo Cárdenas con su película, FBI: Frikis Buscan Incordiar, pura explotación.

—¿Usted se ha sentido alguna vez como ellos?

—Por supuesto. Yo me puedo ver perfectamente representado en cada uno de los seis en un momento dado.