El entrenador sigue en su cargo tras una jornada en la que los gestos de cariño de sus jugadores en Abegondo se conjugaron con el silencio del club
05 oct 2019 . Actualizado a las 05:00 h.El Deportivo completó en la mañana siguiente a la derrota de Montilivi una suave sesión marcada más por los gestos que por el trabajo desarrollado. Tras el madrugón en Barcelona, el viaje en avión y el desplazamiento a la ciudad deportiva de Abegondo, los protagonistas apenas permanecieron una hora en el césped, donde todas las miradas se centraron en Anquela, cuyo futuro sigue en el aire y al que club ya busca sustituto.
Nadie disimuló los aires propios de funeral. Todos los gestos y las miradas hasta podrían catalogarse como de duelo por los malos resultados y de pésame por la primera medida de calado tomada: el despido prácticamente cantado de Anquela. Los jugadores saltaron al césped en fila india, casi de uno en uno. Entre los pocos que caminaron acompañados hasta una de las esquinas del campo dos estuvo Anquela, emparejado por un David Simón en chanclas. Este, descartado para el partido de mañana (18.30 horas, Gol) contra el Almería por lesión, atendió a la breve charla grupal y se volvió a los vestuarios.
Pero la imagen de la jornada correspondió a Koné y Somma, los otros dos jugadores de baja. Estos se perdieron la charla grupal, en la que Anquela se dirigió a la plantilla, pero no dudaron en salir luego del vestuario, donde estaban acometiendo tareas de recuperación, y saltar al césped. Allí se les vio charlar por separado con el entrenador, antes de fundirse con él en un sentido abrazo. El momento, con evidentes tintes de despedida, habla por sí solo de la precaria situación en que se encuentra el técnico andaluz.
Fuera de los focos, en el interior de las instalaciones, reinó el mutismo. Ningún responsable del club se reunió con el veterano técnico, al que no ha dado tiempo de encontrar un relevo antes del próximo compromiso. Ni siquiera la persona que lo fichó, el director deportivo Carmelo del Pozo, que se encontraba en las instalaciones, se dirigió a él más que para intercambiar el saludo de rigor. Hay silencios más que elocuentes, y el propio Anquela, bregado en mil batallas y con más de 300 partidos en la categoría, sabe que el del domingo podría ser la última oportunidad que tenga de sentarse en el banquillo de Riazor.
En el vestuario tratan de pasar página del nuevo fiasco de Montilivi. Álex Bergantiños reconoció el nefasto momento del equipo, penúltimo clasificado, y apeló a la unión de todos: «No me gusta cómo está la situación y los máximos responsables somos nosotros por el rendimiento que damos. Pero no ayuda nada estar divididos». Además, señaló que la afición es soberana para dar sus opiniones, pero apeló a la responsabilidad de todos: «No sé si el domingo tendremos un ambiente hostil. A mí me gustaría que sea al final del partido cuando se juzgue lo que se ha visto».
El capitán señaló que ve a Anquela con fuerzas para sacar al equipo adelante: «El míster nos transmite que vamos a salir de esta situación y limpiar la mente de la negatividad que tenemos todos ahora. Hay que centrarse en el corto plazo y empezar de cero». Aún sobre el posible relevo en el banquillo, añadió: «Lo único que está en mis manos es que el equipo esté fresco de cabeza y pueda competir bien».