
Se dice que el pueblo ártabro gozaba del dominio de las artes marítimas y, haciendo un guiño a nuestra historia celta, así fue como se desplazó parte de la afición brigantina, por mar, una imagen para la historia del Dépor y del fútbol gallego. Una fecha señalada para ambos conjuntos por la trascendencia del partido. Los verdes, con ganas de resarcirse del que, hasta la fecha, puede que fuese su peor partido de toda la temporada, el que disputaron en la ida; los visitantes, con ganas de cortar la tan mala racha de resultados logrados lejos de Riazor.
Ambos planteamientos fueron ambiciosos, creo que acertó Parralo poniéndole esa pausa y control al Racing con Álex López, y también Óscar Cano, cambiando el diseño táctico con una intención claramente ofensiva para poder atacar el espacio. Solidez defensiva en ambas áreas, salvo dos errores puntuales que no acabaron en gol, pero en absoluto fue un derbi zero zero, tuvo de todo: polémica, intensidad y ocasiones con un plan de partido muy claro por ambos equipos.

Es algo que se le pedía al Dépor fuera de casa, identidad, que hubiese un guion, y así fue. Incluso los mensajes que llevaban los cambios que hizo Cano esta vez eran ambiciosos. Punto para él. En el otro banquillo se sentaba Cristóbal, que si por algo se caracterizan sus equipos, es por la alta intensidad con la que juegan, presión continua y verticalidad a la hora de atacar la portería contraria. Sus dos armas ofensivas incansables no pararon de intentarlo, pero siempre se topaban con un Dépor bien trabajado y organizado defensivamente.
Cuando el derbi olía a miedo a perder, Villares replicó la misma presión que le llevó a conseguir su gol en el partido de ida, pero esta vez acabó repeliendo Gazzaniga, y, después, llegó la situación a la que ningún delantero sin confianza queremos enfrentarnos, aunque parezca mentira. Una acción rápida, balón suelto, remate de primeras, y de héroe a villano en milésimas de segundo. El fichaje de Arturo cobraría sentido solamente con ese gol. Aunque el Racing fue mejor, me gustó ver al equipo como un bloque, muy difícil de someter, y con la paciencia suficiente para saber que sus ocasiones llegarían. Hay esperanza en la deriva.
